Esta experiencia común puede afectar tanto física como mentalmente, alterando nuestra rutina de descanso y provocando despertares frecuentes
Dormir en un lugar nuevo puede ser una experiencia desconcertante para muchas personas. A menudo, aunque la cama sea cómoda y las condiciones ideales, el sueño no llega con la facilidad habitual. Esta dificultad tiene raíces más profundas en el funcionamiento de nuestro cerebro. Un fenómeno conocido como el “efecto de la primera noche” (FNE, por sus siglas en inglés) explica por qué cuesta tanto descansar en entornos desconocidos.
Según una investigación publicada en Current Biology por científicos de la Universidad de Brown, el FNE es una manifestación de un mecanismo biológico diseñado para mantenernos alerta ante posibles amenazas, incluso mientras se duerme.
En un estudio que involucró a 35 voluntarios saludables encontraron que los hemisferios cerebrales no se comportan de manera equilibrada. En particular, la actividad en el izquierdo se muestra más activa que en el derecho, una especie de “sentinela” para detectar cualquier posible amenaza en el entorno. Este patrón se asocia con un aumento en la respuesta cerebral a estímulos externos extraños, como sonidos inusuales.
Los investigadores de la Universidad de Brown sugieren que los seres humanos podrían tener una versión de este mecanismo, aunque de forma menos pronunciada, lo que explicaría la mayor vigilia en el hemisferio izquierdo durante la primera noche en un lugar nuevo.
La razón detrás de esta asimetría en el sueño durante el FNE se encuentra en una estructura cerebral denominada red de modo por defecto (DMN, por sus siglas en inglés), que está involucrada en procesos mentales internos, como la reflexión o la simulación de actividades.
En el estudio, se observó que la actividad en el hemisferio izquierdo estaba más reducida en la primera noche de sueño en comparación con la segunda, cuando los participantes ya se habían acostumbrado al entorno. Esta diferencia también se refleja en la actividad de las ondas lentas (SWA), que son el principal indicador de la profundidad del sueño.
Este fenómeno tiene una explicación evolutiva. En tiempos ancestrales, los antepasados necesitaban estar alertas ante posibles amenazas mientras dormían. Al mantener parcialmente despierta una mitad del cerebro, podían detectar cualquier signo de peligro, como el sonido de un animal merodeando. Aunque hoy en día no se enfrentan a esos mismos peligros, el cerebro humano ha conservado este mecanismo de vigilancia.
Según el estudio mencionado, lo interesante es que este patrón de sueño desincronizado no permanece. En las noches siguientes, cuando el cerebro se adapta al nuevo entorno, la actividad cerebral se normaliza y se observa un sueño más equilibrado entre ambos hemisferios. En la investigación práctica, después de una semana, los participantes ya no mostraban esa asimetría en la actividad del sueño, lo que sugiere que el cerebro se adapta rápidamente al nuevo entorno, permitiendo un descanso más profundo.
Para quienes experimentan dificultades para dormir en nuevos lugares, los especialistas recomiendan adoptar ciertos rituales que pueden ayudar a reducir el impacto del FNE. Traer elementos familiares del hogar, como una almohada propia o una manta, puede proporcionar una sensación de seguridad.
Además, mantener una rutina constante antes de dormir, como leer un libro o escuchar música suave, puede ayudar a calmar la mente y preparar el cuerpo para un sueño más profundo. Estos pequeños actos de familiaridad pueden contrarrestar la sensación de novedad y facilitar la transición hacia un descanso reparador en un entorno desconocido.
Fuente:https://www.infobae.com/salud/2024/12/17/por-que-es-tan-dificil-dormir-en-un-lugar-nuevo-la-ciencia-detras-del-efecto-de-la-primera-noche/