La IA es vista cada vez con más recelo a medida que se hace más visible en nuestras vidas, pero este año quedó claro que iba a ayudarnos a desvelar cómo funciona la vida misma.
En octubre se concedió el Premio Nobel de Química a varios investigadores que estudian las proteínas, las máquinas con forma de garabato que sustentan gran parte de la bioquímica.
Entender cómo funcionan las proteínas significa (entre otras cosas) saber cómo proliferan las enfermedades (desde la malaria al Parkinson) e identificar formas de detenerlas.
En particular, dos de los tres galardonados (Demis Hassabis y John Jumper, ambos en Google DeepMind) deben sus revelaciones a su modelo de IA, denominado AlphaFold2.
Con una eficacia despiadada, esta IA fue capaz de predecir la estructura de prácticamente todos los 200 millones de proteínas que los científicos han descubierto que existen, lo que significa que los científicos disponen ahora de una herramienta que puede calcular con rapidez y precisión qué tipo de proteínas estarán implicadas o serán el resultado de todo tipo de reacciones químicas o conjuntos de condiciones iniciales.
La capacidad de los científicos para descifrar tantos aspectos enigmáticos de la bioquímica, desde la resistencia a los antibióticos hasta las enfermedades neurológicas, nunca ha sido tan aguda.