Antes de iniciar este análisis quiero transcribir una frase de Karl Popper: “La tolerancia ilimitada debe llevar al final a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos una tolerancia ilimitada incluso a aquellos que son intolerantes, si no estamos preparados para defender una sociedad tolerante contra el embate de los intolerantes, entonces los tolerantes serán destruidos y la tolerancia con ellos. […] Por tanto, deberíamos reclamar, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes.”
No me identifico con las formas de Milei, soy sereno, mesurado y comedido… y por ello, entre otras muchas cosas, no podría ser el presidente de la Argentina y menos aún en la actualidad.
La popularidad de Javier Milei nació y creció exponencialmente con su participación en agresivos e irreflexivos programas televisivos de debates políticos donde muchos hablaban mucho de cosas que entendían poco. La única constante entre los otros miembros de los paneles era el ser “políticamente correcto”.
Dentro de estas romerías televisivas Milei decía cosas con sentido, cosas que eran fáciles de entender y que eran compartidas por gran parte de la población, las mismas cosas que muchos otros también decían pero que quedaban en el olvido. Lo distintivo de Milei era el exponer esas verdades incómodas que pocos se atrevían a decir con gran vehemencia, sin dejarse atropellar por la mediocre caterva que lo rodeaba y defendiendo sus principios sin pelos en la lengua.
La anti corrección discursiva pasó de lo mediático a lo político con la potencia, la velocidad y la fuerza del lenguaje crudo, arrollador y directo de a quien no le importan las apariencias y no tiene nada que perder.
Si este formato tipo “loco lindo” fue natural, actuado o exacerbado es algo que nunca sabremos, lo que resulta indiscutible es que fue disruptivo y absolutamente efectivo.
Javier Milei es una persona muy inteligente que ha demostrado “jugar con las blancas” en el ajedrez de la política argentina. Ha pateado el tablero y ha enfrentado con éxito y en absoluta desventaja a la casta partidaria, sindical, empresarial, mediática y burocrática con una única arma: sus modos.
Desconocer que fueron precisamente sus modos lo que lo llevaron a dónde está, que son sus modos los que hacen que mantenga el apoyo popular y que son sus modos los que desorientan a sus oponentes es no entender de qué se trata el juego.
En este punto retomo la frase de Popper que transcribí al inicio y pregunto: ¿se puede enfrentar a una casta intolerante con modos tolerantes y amables? ¿Se puede enfrentar a una caterva de codiciosos, inescrupulosos, ladinos, oportunistas, traicioneros, hipócritas, maquiavélicos, mentirosos y farsantes políticos quienes hacen suya la frase de Groucho Marx: “estos son mis principios, si no le gusta tengo otros”?
A pesar de que sus modos no dejan de incomodarme, debo rendirme ante la evidencia empírica y considerar que los enormes cambios logrados en tan poco tiempo solo fueron posible gracias a sus formas.
Otro aspecto interesante a tener en cuenta es la estrategia comunicacional que el candidato llevó adelante durante la campaña y que sigue utilizando como presidente. Milei mantiene una comunicación directa y pública con los ciudadanos a través de las redes sociales y expone sus opiniones sobre quienes forman parte de la “casta” en forma cristalina, sin intermediarios y sin filtro. Eso es algo que molesta al status quo, que incomoda a otros y que aprueba casi con entusiasmo una gran parte de la ciudadanía.
Escucho a los periodistas quejarse por la “asimetría de poder” que se produce cuando Milei los “ataca” en las redes, asimetría que no parece afectarles cuando ellos “atacan” al público cuando opinan diferente que ellos, y no me digan que no es así porque me ha pasado a mí personalmente en varias oportunidades.
Considero mucho más democrático que el presidente utilice “X” para polemizar que usar cadenas nacionales, los servicios secretos o la AFIP para presionar a sus detractores.
Sus modos no son mi estilo, es disruptivo y juega al límite. Se dice que George Orwell aseguró que: «en tiempos de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario» y las revoluciones nunca son suaves. Javier Milei quizás sea la persona justa, aparecida en el lugar preciso y en el momento indicado para llevar adelante esta revolución.
Rogelio López Guillemain