San Rafael, Mendoza lunes 23 de septiembre de 2024

Oliendo a petricor – Por:. Beatriz Genchi

Jonas Hanway  filántropo y viajero británico. Fue el primer londinense en llevar un paraguas, objeto de burlas, además de considerarlo afeminado y «francés» (eso no era un cumplido en la Londres del siglo XVIII). Los niños se burlaban de él y los conductores de carruajes le tiraban con basura al pasar.

El origen del paraguas poco tiene que ver con la aplicación que le damos actualmente. La historia de este complemento se remonta a China hace 2.400 años. Debido a su costosa elaboración, se consideraba un objeto de lujo y el uso estaba restringido a gente rica y poderosa que lo utilizaban para protegerse del sol y no de la lluvia. En China únicamente las mujeres de clase alta usaban “paraguas” para protegerse de la luz solar.

El paraguas llegó al viejo continente a través de la Ruta de la seda, aunque su introducción no fue precisamente exitosa. Los europeos habían interiorizado desde la época de la antigua Grecia que se trataba de un objeto femenino y que se usaba solo en días soleados. La palabra inglesa “umbrela” proviene del latín y significa sombrilla. Es decir, estaba asociado a la protección solar, a personas muy importantes, como el Papa. El umbracullum, que servía para proteger al pontífice, aún sigue luciendo en el escudo del Vaticano que se muestra durante la sede vacante, el período en el que se elige un nuevo Papa.

Hoy en día, la imagen de la quintaesencia inglesa incluye un paraguas en el brazo, pero eso ciertamente no siempre fue así. Aunque los paraguas habían comenzado a aparecer en Francia, y en Inglaterra solo lo llevaban las mujeres, hasta que llegó Jonas Hanway, ningún inglés soñaría con llevar uno. Los ingleses se burlaban de la nobleza francesa que había comenzado a usarlos, declarándolos signos de carácter débil.

Jonas luego de un viaje a Francia pondero la iniciativa del emprendedor Jean Marius que estaba fabricando imitaciones de las sombrillas, pero haciéndolas con telas impermeable. Hanway (que era un hombre terco y excéntrico) vio lo acertado de ello, y cuando regresó a Inglaterra, trajo un paraguas consigo y comenzó a llevarlo cuando caminaba bajo la lluvia. Debido a que los conductores de carruajes veían los paraguas como una amenaza para su negocio (que siempre se beneficiaba de los días lluviosos), comenzaron a atacar físicamente a Hanway. Aunque en alguna ocasión, después de que un conductor de carruaje intentara atropellarlo, usó su paraguas para darle una buena paliza al hombre.

Con el tiempo, Hanway se impuso. Tanto es así que, a principios del siglo XIX, los hombres ingleses llevaban comúnmente paraguas y se les conocía como «Hanways».

El luchaba por varias causas, algunas verdaderamente excéntricas como, por ejemplo; Era un acérrimo oponente del consumo de té. En 1756, escribió “An Essay on Tea” (Un ensayo sobre el té), en el que sostenía que el té era «pernicioso para la salud, obstruía la industria y empobrecía a la nación». Hanway afirmó que beber té causaba mal aliento, fealdad y debilitaba los nervios. A él le preocupaba la pérdida económica que suponía para la nación el comercio del té con China. Creía que la riqueza nacional de Gran Bretaña se estaba entregando a otros países en lugar de utilizarse para preparar la defensa de la nación y que el consumo excesivo de té estaba debilitando a la población británica.

Pero tenía otras luchas loables. Sus últimos esfuerzos fueron a favor de los niños deshollinadores y denunciaba el trabajo infantil.

 Hanway creó setenta y cuatro obras impresas, en su mayoría panfletos. De importancia literaria es el Historical Account of British Trade over the Caspian Sea, with a Journal of Travels, etc. (Londres, 1753). También se le cita con frecuencia por su trabajo con el Foundling Hospital, en particular por sus escritos que detallan las primeras «historias» comparativas de la fundación con instituciones similares en el extranjero.

Un episodio cotidiano que pronto se extendió a las colonias y luego a todo el globo terráqueo donde lo que había sido un objeto aristocrático paso a ser de uso corriente.

En estos tres siglos ya sea por medio de grafitis, esculturas o estatuillas de porcelana, la población inglesa no ha dejado de recordarlo en la historia del paraguas. Como prueba del aprecio que sus conciudadanos   acabaron teniendo por el honorable Jonas Hanway.

 

Gentileza;

Beatriz Genchi
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.

bgenchi50@gmail.com

Puerto Madryn – Chubut.

 

 

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