Claudio Villa – Getty Images Europe
El equipo nacional venció por 3-1 a Irak y, al final de la jornada, quedó primero en su grupo; el martes buscará la clasificación para los cuartos de final
LYON (de un enviado especial).– Vaya si tendrá brillo propio el Parc Olympique Lyonnais, estadio inaugurado en 2016, cuya creación costó 480.000.000 de euros y en el que suele jugar un campeón del mundo, Nicolás Tagliafico, cada vez que el Olympique de Lyon es local. El escenario ubicado en la comuna francesa de Décines-Charpieu, que fue sede de la definición de la UEFA Europa League 2018 y del Mundial femenino de 2019, ya quedó registrado en las fotografías de grandes goles. Pero, ¿alguno como el de Ezequiel Equi Fernández para redondear la tranquilizadora victoria por 3-1 de la selección argentina olímpica ante Irak, por la segunda fecha del grupo B de París 2024? Probablemente, no.
Después del bochorno en el debut del equipo dirigido por Javier Mascherano frente a Marruecos en Saint-Étienne (perdía por 2-0, llegó al 2-2 en el decimosexto minuto adicionado del segundo tiempo, se suspendió el match por agresiones del público africano y el gol de Cristian Medina fue anulado una hora y media más tarde, luego de que los futbolistas tuvieran que salir otra vez al campo de juego), el éxito sobre Irak, que había triunfado en su presentación (2-1 a Ucrania), actúa como un bálsamo. “Hay dos opciones en la vida: buscar excusas, y buscar los resultados. Y nosotros optamos por esta última”, expresó Mascherano después de un partido que se desanudó rápidamente con un gol de Thiago Almada, se complicó con el empate a segundos de la finalización del primer tiempo (como le había sucedido al equipo contra Marruecos), se acomodó por el oportunismo del delantero de Argentinos Juniors Luciano Gondou y se decoró con una verdadera joya del chico boquense, uno de los mediocampistas más destacados del ámbito nacional, sino el más valioso (y seguramente con futuro cercano en el exterior).
Lejos de los agravios recibidos de los numerosos hinchas marroquíes, Lyon fue una fiesta para la Argentina. El estadio, con capacidad para 60.000 personas, exhibió muchas butacas vacías, pero esta vez el público celeste y blanco se agrupó con sus colores y se hizo notar. Mayoritariamente sus hinchas se ubicaron detrás de un arco y fueron testigos privilegiados de una obra maestra.
Todo comenzó por la derecha, con una combinación en velocidad entre Gondou y Giuliano Simeone; el hijo del Cholo continuó la acción con Almada, que resolvió instantáneamente, con un taco hacia atrás; la pelota llegó a Kevin Zenón, que vio mejor posicionado para rematar a Fernández y se la dejó quieta. ¿Qué hizo Equi, que estaba fuera del área? Disparó de primera, de zurda, con el pie abierto, y colgó la pelota en el ángulo superior derecho del arco del iraquí Hussein Hasan. Faltaban cinco minutos para el final y el gol fue gritado como un desahogo.
De inmediato, el tanto de Fernández a muchos fanáticos del fútbol les trajo el recuerdo del de Diego Maradona a Grecia, en el Mundial Estados Unidos 1994, por la definición de zurda a un ángulo y por el toqueteo rápido previo al remate final. “Puede ser, puede ser”, acotó Mascherano. El tanto, finalmente, no sólo tuvo el valor de lo estético, de lo poético de la creativa combinación y la estocada final: tuvo importancia en lo numérico. Más tarde, Ucrania le ganó por 2-1 a Marruecos, en Saint-Étienne, y así la Argentina quedó primera en el grupo por diferencia de goles, en una zona en la que los cuatro equipos suman tres puntos cada uno. La Argentina tiene +1, Marruecos y Ucrania tienen 0, e Irak, -1. Ante este panorama, con un eventual empate frente a Ucrania, el próximo martes en Lyon, la selección se garantizaría el pase a los cuartos de final (si lo hace como primera, rumbo a París; si resultara segunda, camino a Burdeos).
Tras sufrir una lesión en Boca, Equi Fernández no llegó en óptimas condiciones físicas a los Juegos Olímpicos. Por ello no fue titular ante Marruecos. Sin embargo, tras unos días, Mascherano le dio la titularidad contra Irak, y el volante fue la figura. Además, según los datos de Opta Stats Perform del partido, el jugador de 22 años fue uno de los cinco que tuvieron más de 90% de precisión en pases: Santiago Hezze completó los 63 que intentó (100% de efectividad) y los demás fueron Lucas Beltrán (15/16), Nicolás Otamendi (74/79), Cristian Medina (41/44) y el propio Fernández (85/92).
El golazo de Equi Fernández
“El gol del Equi es parte de la imagen que termina dando el equipo, que fue muy buena, defendiéndose con la pelota y buscando atacar. Nos dio la chance de tener una diferencia de goles importante. Equi para nosotros es un jugador especial y fundamental”, expresó Mascherano sobre el volante central xeneize. Satisfecho, el director técnico añadió: “Necesitábamos ganar para tener chances de clasificarnos para cuartos. Era una de las dos finales que nos quedaban en el grupo; nos queda una, contra Ucrania. Es importante que el equipo haya terminado con otra imagen, porque es lo que estamos acostumbrados a ver durante este proceso. Tuvimos muy buen juego interno”.
Vaya paradoja: todo lo fulgurante que lució con el modelo de botines que utilizó Equi Fernández ante Irak (naranja fluorescente), que lo hicieron llamar la atención y ser distinguido desde el sector más alto del estadio, fue distinto a la hora de subirse en el ómnibus para marcharse hacia la concentración, sin expresarse ni contar brevemente qué había sentido sobre su gol, incluso conociendo que en Buenos Aires lo comparaban con el de Maradona en Estados Unidos ’94. Muy joven, pero ya con algunos vicios de futbolistas veteranos, Fernández salió apurado del vestuario de Lyon, con gorra, casi sin mirar a los únicos dos periodistas argentinos que lo esperaban en la zona mixta (de LA NACION y Clarín). Ante una mínima insistencia de los enviados para obtener un testimonio, Cristian Medina, su compañero de Boca, que venía detrás de él, actuando como su protector, lanzó, en forma irreverente: “Eh, amigo, ¿no escuchaste que no quiere hablar?”. Reacciones (la de Fernández, la de Medina) muy distantes de los históricos valores olímpicos que hablan de “excelencia, amistad y respeto”.
Más allá de la anécdota y sin haber dudas de que Fernández debe hablar en la cancha más que en cualquier otro lado, la selección olímpica se fortaleció a partir de su despliegue y sus decisiones con el pie derecho (y ahora también, con el izquierdo). La Argentina, que había arrancado a los tumbos la competencia por los motivos ya conocidos, acomodó la embarcación. Y Equi Fernández, un capitán sin la cinta (la lleva Otamendi), es gran responsable.