San Rafael, Mendoza lunes 14 de julio de 2025

Virgen y monje – Por:. Beatriz Genchi

Como defecto de profesión y por gusto al arte siempre recorro la web y trato de estar al tanto sobre lo que pasa en el mundo museal. Las muestras de varios museos del mundo… pero el dibujo que más ha atraído mi atención es el que se refiere a la leyenda de la santa (quizás la única santa travestida de la historia), Santa Marina (virgen y monje), que tantas devociones y creación de iglesias con su advocación ha suscitado en la Cristiandad. Santa Marina de Bitinia.

Marina fue hija única. Cuando aún era jovencita su padre decidió ingresar en un monasterio y llevarla con él. A tal efecto la vistió de varón, para que varón pareciese y no hembra, y como varón e hijo único suyo presentó a la doncella ante el abad y ante los monjes, rogándoles que tuviesen a bien recibirlos a los dos en su comunidad. El abad y los monjes accedieron a su petición, y el padre y la hija ingresaron en el monasterio. Ella, con el nombre de fray Marino, hizo pronto grandes progresos en la virtud, llegando en poco tiempo a distinguirse entre los demás religiosos por su espíritu de observancia y de obediencia, y cuando ya contaba veintisiete años de edad, su padre, sintiéndose próximo a morir, le habló reservadamente, la animó a perseverar en el camino emprendido y le encargó mucho que jamás revelase a nadie que era mujer.

Por exigencias del oficio que en el monasterio desempeñaba, fray Marino, salía frecuentemente al campo a buscar leña con una carreta tirada por bueyes, y, en algunas de esas ocasiones, al llegar la noche, se alojaba en casa de un señor, amigo de la comunidad. Tenía este hombre una hija moza, la cual, a causa del trato que mantenía con un soldado, vino a quedar embarazada. Cuando el padre se enteró de que su hija estaba preñada quiso saber el nombre del sujeto que la había puesto en semejante estado. Entonces la hija, en vez de decirle a su padre la verdad, le hizo creer que había sido violada contra su voluntad por fray Marino. Pidió el padre cuentas a fray Marino, y este, lejos de negar lo que la moza le atribuía, acepto cargar con las responsabilidades que se le imputaban y pidió perdón por una falta que no había cometido. Puesto este asunto en conocimiento del abad y de los monjes, fray Marino fue expulsado de la comunidad.

Tres años pasó el calumniado religioso en la calle, a la puerta del monasterio, sustentándose con un trozo de pan que a modo de limosna desde el interior del mismo diariamente le pasaban. Cuando el niño, cuya paternidad le habían atribuido, fue destetado, la madre y el abuelo lo llevaron al abad para que la comunidad cargara con los gastos y responsabilidades de la crianza. El abad, que no quería saber nada mas de este asunto, mandó a los monjes que entregaran la criatura a fray Marino, que era a quien correspondía cuidar de ella. Fray Marino acogió al niño y a su lado lo tuvo durante dos años. El calumniado monje, con edificante paciencia, soportó la infamia e innumerables penalidades, dando en todo momento gracias a Dios por cuanto le ocurría.

Viendo los religiosos las elocuentes pruebas de humildad y mansedumbre que aquel pobre hermano estaba dando, al cabo se compadecieron de él y decidieron levantarle el castigo y admitirle nuevamente en la comunidad, con la condición de que debería desempeñar en ella los oficios más bajos y viles.

Entró, pues, fray Marino, de nuevo en el monasterio, reanudó su anterior vida religiosa y con alegría, devoción y paciencia, se entregó al desempeño de las tareas que le encomendaban. Unos años después, lleno de méritos y de buenas obras, falleció. Cuando los religiosos procedieron a lavar el cadáver para luego amortajarlo y enterrarlo en el lugar más abyecto de la abadía, quedaron estupefactos, y hasta aterrados al advertir que fray Marino no era varón, sino hembra.

Entonces cayeron en la cuenta de cuan dura e injustamente se habían comportado con aquella santa sierva de Dios. La noticia corrió velozmente por el monasterio y sus alrededores y con la misma prontitud todos cuantos habían vilipendiado a quien tomaron por reo, comenzaron a pedir perdón por sus pecados de ignorancia y maledicencia. La comunidad sepulto el cuerpo de la difunta Marina en un lugar noble del templo monacal.

Al descubrirse la calumnia, la mujer que la había levantado fue poseída por el demonio y empezó a proclamar por todas partes el delito en que había incurrido con sus infundios, y acudió al sepulcro de la santa doncella a pedirle perdón; y en cuanto hizo esto quedo libre de la posesión diabólica.

Santa Marina murió un 18 de julio. Desde que fue sepultada han sido y son muchas las personas que desde todas partes acuden a venerar sus reliquias, e innumerables los milagros que por intercesión de esta santa obra el Señor.

Santa Marina Virgen (también, Marina el Monje y Marina de Líbano) es una santa del siglo iv-siglo v originaria de Bitinia-Bithynia (actualmente, norte de Turquía), que vivió y murió en el Monasterio de Qannoubine, Líbano.

Gentileza:

Beatriz Genchi
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.

bgenchi50@gmail.com

Puerto Madryn – Chubut.

reducción del latín de Fray José MANUEL MACÍAS)

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