San Rafael, Mendoza 05 de octubre de 2024

Holocausto de septiembre – Por:. Beatriz Genchi

Es verdad. La «idea» formó parte de los preparativos para la inminente conflagración.

Una de las más grandes preocupaciones era como se las arreglarían para asegurar el suministro de alimentos para 47 millones de personas cuando la isla, que dependía de las importaciones, estuviera bajo el bombardeo enemigo.

Se desarrollaron planes de racionamiento y hasta allí todo lógico y normal. Hasta que alguien se preguntó qué pasaría con las mascotas. Sus dueños podrían compartir las escasas raciones con ellas lo cual provocaría que se mal alimentaran. O las mascotas serían abandonadas y morirían de hambre.

Sentencia de muerte. Un gato en un pub de Londres, 1939. Ese otoño, las colas para sacrificar a las mascotas se extendieron durante media milla.

El gobierno «tomó cartas en el asunto» y ordenó al Comité de Animales asesorar a la población respecto de este dilema. Este emitió un folleto que se imprimió en diarios nacionales y fue retransmitido por la BBC.

En primera instancia el artículo aconsejaba a quienes tuvieran mascotas y vivieran en grandes ciudades enviarlas al campo. Pero concluía en que si esto no es posible «Realmente es más amable que los sacrifiquen».

El folleto incluía un anuncio ilustrado de una pistola. La pistola, decía el anuncio, “proporciona el medio más rápido, eficiente y confiable para sacrificar cualquier animal, incluyendo caballos, gatos y perros de cualquier tamaño”.

Cuando la guerra se desata en septiembre la población, obediente, se dirigió a los albergues de animales para que sus pichichos sean eliminados; de hecho, la gran afluencia originó los escases de cloroformo.

Se estima que en los primeros días de la guerra entre 400.000 y 700.000 perros y gatos fueron sacrificados. En aquel momento la «Nacional Canine Defense League» llamó a esto el “Holocausto de Septiembre”.

El temor y la angustia que la guerra provocaba no opacó la pena que los dueños sintieron por la pérdida de sus amados animales. No era extraño encontrar en la prensa avisos fúnebres (In Memoriam) que hacían alusión a este hecho:

“Felices recuerdos de Lola, dulce amiga fiel, dada a dormir el 4 de septiembre de 1939, para salvarse del sufrimiento durante la guerra. Una vida corta pero feliz: 2 años, 12 semanas. Perdónanos un poco amiga”, decía alguien en la revista Tail-Wagger.

Tristemente no tardarían mucho en arrepentirse.

Y las críticas en la prensa tampoco se harían esperar:

The Times se lamentaba de que “Hay pruebas diarias que un gran número de perros domésticos todavía están siendo sacrificados y no hay mejor razón que el hecho de que es un inconveniente mantenerlos vivos, lo cual, por supuesto, no es razón en absoluto, sino simplemente muestra la incapacidad de un propietario para apreciar sus obligaciones hacia su animal.”

Cabe aclarar:

En el momento en que el gobierno lo aconsejó, la comida aún no escaseaba (el racionamiento no se introduciría hasta enero de 1940) y toda la fuerza del Blitz aún no se había sentido. Algunos dueños de mascotas dijeron más tarde que lamentaban sus acciones, en parte porque las mascotas brindaban una valiosa compañía y, en el caso de los gatos, control de alimañas.

Hoy, el memorial «Animals in War» en el Hyde Park de Londres rinde homenaje a los animales que sirvieron y murieron junto a las fuerzas británicas y aliadas en varios conflictos. Lamentablemente, aún no hay un memorial a la masacre extrañamente olvidada y vergonzosa de las mascotas británicas.

Gentileza;

Beatriz Genchi

Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica

bgenchi50@gmail.com

Puerto Madryn – Chubut.

 

 

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