Fabricar un espejo es sencillo… tan solo se necesita un cristal al que se le aplica una superficie opaca en su parte trasera. O dicho de manera más técnica, hacer un espejo consiste en aplicar a un sustrato de vidrio un revestimiento reflectante. Actualmente tenemos integrada la idea de que un espejo debe ser de cristal, pero esto no siempre ha sido así.
El primer espejo del que se tiene constancia data aproximadamente del año 4000 aC en la antigua Mesopotamia. En la misma línea se registran hallazgos de este invento en el antiguo Egipto sobre el 3000 aC. Eran piezas metálicas que con el debido tratamiento quedaban pulidas y en ellas se podía reflejar la luz y, por consiguiente, el rostro. El espejo, tal como hoy lo conocemos fue inventado en el año 1835 por un químico alemán llamado Justus von Liebig. Este invento fue desarrollado aplicando una fina capa de plata a un lado del vidrio.
Al principio, los espejos se relacionaban con la magia y se les solía consultar por el futuro. Al final las prácticas de la bruja mala de Blancanieves no estaban tan alejadas de la realidad.
A partir del siglo XIV, en Venecia, se empezaron a fabricar los espejos en cristal. Lo que sí: eran carísimos. A causa de su precio, solo algunos pocos podían darse el lujo de tener un espejo. Bueno, había excepciones: Luis XIV de Francia tenía más de 500. No se espera otra cosa del rey que acarreó el gobierno monárquico más longevo de la historia. El monarca también conocido como el Rey Sol, gobernó durante más de 72 años y dejó un legado impresionante en la historia. Además de su poder y estilo de vida lujoso, una de las particularidades más notables de este monarca fue su obsesión por los espejos. Esta peculiar fascinación se convirtió en una parte integral de su palacio de Versalles.
La obsesión de Luis XIV por los espejos se remonta a su infancia. Desde temprana edad, el joven rey mostraba un gran interés por su apariencia y por cómo era percibido por los demás. Este interés se intensificó con el tiempo y se convirtió en una verdadera obsesión por su propio reflejo. A medida que Luis XIV consolidaba su poder y su reinado se fortalecía, decidió transformar el palacio de Versalles en una muestra de su grandeza y riqueza. Para lograr esto, utilizó los espejos como una herramienta para crear una ilusión de espacio y magnificencia.
El Salón de los Espejos, una de las estancias más famosas del palacio de Versalles, es un claro ejemplo de la obsesión del Rey. Este salón, con sus 17 ventanas y 357 espejos ornamentados, fue diseñado para impresionar y deslumbrar a los visitantes. El rey quería que su corte y los invitados extranjeros quedaran maravillados por la opulencia de su palacio, y los espejos eran el medio perfecto para lograrlo.
Pero la obsesión de Luis XIV por los espejos no se limitaba solo al palacio. El monarca también tenía una gran colección de espejos personales, algunos de los cuales eran verdaderas obras de arte. Muchos de estos espejos eran elaborados y decorados con detalles intrincados, como dorados, piedras preciosas y marcos ornamentados. Estos espejos eran símbolo de estatus y riqueza, y Luis XIV los utilizaba como regalos para otros monarcas y nobles europeos.
El rey tenía una necesidad constante de verse reflejado en todos los aspectos de su vida, tanto literal como metafóricamente. Los espejos le permitían mantener un control total sobre su imagen y creía, que también la forma en que era visto por los demás.
La técnica de la “espejomanía” se popularizó, y los espejos se convirtieron en un elemento clave en la decoración de interiores. No solo se utilizaban en los palacios reales, sino que también se incorporaban en las casas de la alta sociedad y en los salones de baile. Eran utilizados en los tocados y los accesorios de moda, las telas y los vestidos se adornaban con detalles reflectantes.
A pesar de su extravagancia y su obsesión, este reinado dejó un legado importante en la historia de Francia y en el mundo del arte y el diseño. Su palacio de Versalles y su Salón de los Espejos siguen siendo una de las atracciones más visitadas en la actualidad, y su influencia en la moda y la decoración perdura hasta nuestros días.
Gentileza:
Beatriz Genchi
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.
Puerto Madryn – Chubut.
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