Nadal celebra un punto durante el partido de este martes contra Thiem.Vídeo: JONO SEARLE
El tenista español ofrece un nivel notable y se impone al austriaco por 7-5 y 6-1 (en 1h 29m) en su reaparición individual en Brisbane tras un año de ausencia por lesión
Vuelve Rafael Nadal como suele. Esto es, como si no se hubiera ido, como si el tiempo no hubiera pasado, como si nada hubiera ocurrido. Son 349 días desde aquel devastador chasquido del tendón del psoas ilíaco, prácticamente un año, una eternidad para la gran mayoría; no tanto para él, maestro como pocos de los retornos. Volver y volver y volver, su lema. Nadie conoce el camino ni los recovecos tan bien. Llega el regreso del tenista español acompañado de buenas noticias, con un convincente triunfo contra el austriaco Dominic Thiem (7-5 y 6-1, en 1h 29m) que le permite seguir rodándose en Brisbane y alimentando la confianza. Efectivamente, aquí está Nadal. Con el espíritu intacto.
“Hoy es un día muy emocionante. Ha sido probablemente el año más duro de mi vida y estoy contento por haber jugado a un nivel muy bueno en este primer día. Es para estar orgulloso”, valora a pie de pista, más que satisfecho después de una puesta de largo individual que despeja el horizonte: si su cuerpo se lo permite, si no vuelve a traicionarle una vez más, Nadal volverá a estar ahí. La estadística es notable en la reaparición, pero lo son aún más las sensaciones. Cede únicamente seis puntos con el saque, pero ante todo, su propuesta transmite que pelotea sin pensar, y eso vale mucho más que la victoria. Los automatismos son inmediatos, disfruta con el drive e insiste sobre el revés a una mano de Thiem, un tenista mentalmente roto que también pelea por regresar tras una grave lesión de muñeca. Él sigue perdido en el laberinto, Nadal parece haber escapado ya. En realidad, ¿qué es un año? Mucho o nada, según se mire. Según quien interprete. Nadal y su universo.
Por mucho que pase el tiempo, algunas rutinas nunca cambian. El traqueteo de las piernas del balear, a mil en los prolegómenos; la mirada clavada en el segundero cada vez que va a servir; el banquillo a rebosar; sudor y más sudor, lo que le obliga a cambiarse de camiseta antes de que concluya el primer parcial; y, también, esa capacidad de los elegidos para manejar magistralmente las fases delicadas de los partidos. No afloja Thiem, entero y respondón durante la manga inicial, pero a la hora de la verdad, el español saca el librillo y compite de memoria. Muy inspirado con el servicio y dañino con el drive, muerde un extra en la definición y se apropia de una victoria que invita al optimismo.
De entrada, una actuación meritoria y reconstituyente; un año es un año y regresar no es nada sencillo, ya se sabe; más aún cuando uno tiene 37 años y el chasis tan magullado. Pero Nadal, experto en regresos, domina este arte. Básicamente, todo ha funcionado en este martes de nervios y emociones para él y los suyos, felices de nuevo tras la barrera. Ausente desde que se lesionara el pasado 18 de enero en la segunda ronda del Open de Australia, el mallorquín (670º del mundo) ofrece buenas sensaciones en el golpeo y la movilidad. Brazo, piernas y lectura, todo a punto. Y el austriaco, alma en pena, colabora. Finalmente se desmorona.
Thiem es hoy un jugador inmerso en una reconstrucción que no termina de cuajar. Intenta levantarse, pero no encuentra la luz. Su muñeca se quebró en 2021 y desde entonces sufrió una pérdida súbita de confianza. Aquella derecha y ese revés que volaban con tanta violencia viajan ahora envueltas de dudas y melancolía. Lo que pudo ser y no fue. Hasta entonces, 16 títulos, un grande (US Open 2020) y victorias de máximo prestigio contra Nadal, Federer y Djokovic, entre otras. Magnífico proyecto en su día, el austriaco, tipo aguerrido, guerrea para no desligarse del top 100, sin volver la cara y confiando en que en un momento u otro se reanimen su tenis y su ánimo. Ojalá así sea.
Nadal, que el domingo ensayó en el dobles junto a Marc López, edifica su victoria en los instantes delicados del primer set, muy igualado. Hasta ahí aguanta Thiem, de 30 años y 98º de la ATP. Viejos conocidos, se tantean y brindan bonitos puntos hasta que el vencedor eleva un punto la tensión y da el acelerón. A la cuarta bola de set, decide. Encuentra la mandíbula. Es un Nadal en forma, veloz en los desplazamientos y firme en los intercambios. Celebra brazos en alto, a la vez prudente. Se enfrentará el jueves en los octavos al australiano Jason Kubler, de 30 años y 102º en el listado. “No sé cómo será mi nivel a largo plazo”, dice. El episodio, en cualquier caso, desata la ilusión.
Fuente:https://elpais.com/deportes/tenis/2024-01-02/nadal-firma-un-optimista-triunfo-contra-thiem.html
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