«Feminicidio» fue la palabra del año según la Enciclopedia Italiana Treccani, “polarización” es la que dio a conocer la Real Academia Española, “en-modo-crisis” (krisenmodus) la elegida por la Sociedad de la Lengua Alemana e «inteligencia artificial» la que postuló el británico Collins: la tradición se puede rastrear prácticamente en todos los continentes y permite observar cómo las selecciones que con cada cierre de ciclo arroja esa red lingüística y lexicográfica global que se compone de los registros locales del habla y de los términos más repetidos, es capaz de configurar una panorámica geopolítica espontánea de un lapso determinado.
El año que comienza, 2024, tendrá sus propios términos capaces de definirlo, por lo pronto, el que se fue nos deja con ideas (palabras) que marcan nuestro tiempo como “auténtico”, en franca oposición con las “fakes” de las redes sociales y los medios masivos de comunicación, o en un mundo donde las fronteras entre lo que antes de identificaba fácilmente como verdadero o falso hoy, inteligencia artificial mediante, se vuelven cada vez más porosas más rápidamente .
El sello estadounidense Merriam-Webster, famoso por sus diccionarios, experimentó un notorio aumento en las búsquedas en su diccionario en línea de “auténtico”, definición que en su caso puede leerse como “no falso ni imitación” o “fiel a la propia personalidad, espíritu o carácter”, destaca un artículo publicado en el diario español El país.
Entre las acepciones consideradas por el citado diccionario pero luego desechadas figuraban “deepfake” (imágenes y vídeos generados con Inteligencia Artificial para difundir noticias falsas) o “rizz”, el término finalmente elegido por la británica Oxford, que significa tener carisma, estilo o atractivo sexual y que fue popularizado entre los más jóvenes en las redes sociales. La institución había considerado como candidato otro término muy popular que no llegó a finales: distópico, muy al tono con estos tiempos de cambios disfuncionales.
En la Bélgica francófona la elección estuvo a cargo de los lectores del diario Le Soir y los espectadores de la televisión pública RTBF, quienes se decantaron por un frase: “bomba climática”. Mientras que “alucinar” fue la coincidencia entre el Dictionary.com y el Cambrigde, vinculada en esta acepción con lo tecnológico: la situación en la que una inteligencia artificial produce información y la presenta como cierta en ChatGPT.
“Barbenheimer”, neologismo nacido de la unión de dos películas dispares que coparon la agenda pública, “Barbie” y “Oppenheimer”, ambas éxito de taquilla, fue el término acuñado por el estadounidense Financial Times. Precisamente, en época de “kitawaramba” para las salas de cine podría decirse, palabra elegida por corresponsales de la agencia europea Associated Press en Kenia, que se usa para advertir a los demás de que les puede ir mal por culpa de sus malas acciones.
Los intereses y realidades de los países fluctúan y con ellos las palabras devenidas vedettes del año. En Japón ganó “zei” (impuestos); en Haití, “Bwa kwale”, un grito de guerra de gente de a pie contra las pandillas violentas que acosan a los vecinos. Según la Organización de las Naciones Unidas 300 pandilleros murieron linchados y ahora la expresión hasta da nombre a una hamburguesa.
En Sudáfrica ganó “kuningi”, que significa preocupación por varios sucesos que ocurren simultáneamente; en la Suiza germanoparlante “monsterbank” (banco monstruo) surgida tras la fusión de los bancos, UBS y Credit Suisse, que generó el temor de más problemas que soluciones; mientras que en la Suiza francófona la palabra fue “escombro”, referencia a las guerras y terremotos del último año. En Rusia la ganadora fue “guerra”, algo para lo cual no se precisan explicaciones.
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