La ilustración representa a un hombre hundido hasta la cintura en un hoyo, intentando defenderse de “la llave” de una mujer blandiendo inútilmente una maza de madera. En otros grabados similares, en lugar de inmovilizarle, su oponente le agrede con una piedra envuelta en un velo o arrojada a modo de honda con la manga de su camisola. Aunque la diferencia de altura entre ambos pretende nivelar cualquier ventaja física del sexo biológico, el manual publicado en 1467 por Hans Talhoffer muestra cómo voltear a su rival, empujándola hacia la zanja. La sumisión del sexo opuesto parece ser la meta, a diferencia de los códices legales del siglo XIII que sugerían que los derrotados fueran enterrados vivos como castigo por contravenir las leyes de convivencia. En caso de mediar la infidelidad como atenuante, la mujer podía perder una mano como precio a su osadía y el hombre ser decapitado para evitar la ignominia.
Este tipo de manuales ilustrados fueron muy populares en la Alemania del siglo XV y reproducidos con notable entusiasmo en países como Italia, España y Francia, donde los duelos de honor gozaban de especial predicamento. Sin embargo, la interpretación que los historiadores hacen de ellos aún resulta desconcertante hoy en día. Hay quien los interpreta como descripciones ajustadas a derecho de una práctica medieval similar al divorcio, pero, si bien es cierto que en el Sacro Imperio Romano Germánico se contemplaban este tipo de duelos judiciales como un medio adecuado para resolver las disputas matrimoniales, no se han encontrado registros posteriores al año 1200. En cambio, las ordalías o juicio de Dios continuaron vigentes hasta finales de la Edad Media en toda Europa y consistían en invocar e interpretar el juicio de la divinidad a través de mecanismos ritualizados y sensibles, de cuyo resultado se infería la inocencia o la culpabilidad del acusado. De aquellos juicios imbuidos en el pensamiento mágico deriva la costumbre de “poner la mano en el fuego” para manifestar el respaldo incondicional a algo o alguien, y la expresión «prueba de fuego”.
¿Podrían tratarse, entonces, de una variante unisex de los duelos de honor? Parece poco probable, teniendo en cuenta que la ley contemplaba un reglamento bastante estricto para su celebración. A los amputados, los ancianos, los enfermos crónicos y las mujeres se les animaba o les ordenaba buscar un campeón que luchara en su nombre. Naturalmente, esto no quiere decir que las mujeres medievales no recurrieran a las armas: uno de los primeros tratados europeos de esgrima presenta a mujeres espadachinas luchando junto a sus homólogos masculinos. Aunque la lucha generalmente se consideraba un asunto masculino, las mujeres de Baviera eran temidas por su destreza con la espada. En cuanto a los grabados que nos ocupan, ¿reflejaban una práctica real en el siglo XV o de un divertimento público, a medio camino entre la lucha libre y los espectáculos de títeres, que zanjaba con cachiporrazos y estocadas la lucha de sexos? Los entretenimientos populares de la época introdujeron el cambio de roles con fines metafóricos o humorísticos, pero el lenguaje utilizado por Talhoffer para describir los combates no es condescendiente con ninguna de las partes, ni lo exotiza. Su condición de maestro de esgrima le llevó a levantar acta de prácticas de duelo obsoletas, a partir de tradiciones orales y fuentes apócrifas, para que sus manuales resultaran lo más completos posible.
En el siglo XIV, Flordelîse, heroína de la epopeya Apollonius von Tyrland de Heinrich von Neustadt, exigió batirse duelo contra Silvia de Nazaret para vengar a su hermana casada, a quien el villano intentó violar y posteriormente calumniar. El obispo de la ciudad se mostró perplejo, debido a que “ella es una mujer y él un hombre” pero, afortunadamente, su afición por los libros le permitió dar con el precedente similar que se resolvió poniendo al hombre en un hoyo. Posiblemente se tratara de un caso ampliamente difundido en la época en el que una mujer derrotó en combate a un hombre, ocurrido en la ciudad de Berna en 1288, y que la historiadora Ariella Elema definió como “el único ejemplo en la historia europea de un duelo entre un hombre y una mujer en el que ambos litigantes exigieron poder pelear en persona”.
Más de un siglo antes de que aparecieran retratados en los Fechtbücher de Talhoffer, este tipo de enfrentamientos se consideraban infrecuentes; recuerdos de un pasado lejano basados en testimonios poco fiables e invenciones literarias. A continuación, algunas imágenes que confirman el calado que tuvieron en la sociedad de la época y cuya simbología aún nos sigue fascinando o intrigando ooo las dos cosas.
Gentileza:
Beatriz Genchi
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.
Puerto Madryn – Chubut.
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