Aníbal Greco
La playa sobre la Avenida Atlántica se convirtió en un balneario teñido de azul y amarillo
RÍO DE JANEIRO (Enviado especial).- Bienvenidos al balneario Boca en pleno corazón de Copacabana. La Avenida Atlántica se viste de azul y amarillo justo cuando su altura llega al número 3000. Allí hay un restaurante atiborrado de hinchas xeneizes, todos con su camiseta, todos cantando; todos contentos. El cartel dice “Buenos Aires”. El lugar ya sabe lo que es ser el epicentro de los festejos argentinos: aquí se juntaban los fanáticos albicelestes a ver los partidos de la selección argentina en el Mundial de Qatar. Antes por el equipo dirigido por Lionel Scaloni, ahora por el de Jorge Almirón. Todos y cada uno de los tres mil que están aquí (y que serán muchos, muchos más a partir de mañana) quieren que el resultado se repita. Y que Boca se lleve la Séptima a Buenos Aires.
La playa es un hormiguero. El feriado carioca ayuda a alivianar el tránsito y la Policía Militar anula algunos carriles de la avenida que surca la costanera para que la gente (y los turistas, y los hinchas) puedan caminar con más libertad. Es pisar la arena y escuchar los cánticos, Una mini Bombonera al lado del mar. “Quiero la Libertadores”. “Dale Boca, y dale, dale Boca” son algunos de los hits. El mástil que anuncia el estado de la marea ahora tiene otros códigos. Por un día, o dos o tres. O hasta que dure el frenesí xeneize. Flamea un trapo con la cara de Diego Armando Maradona y una leyenda: “Distintos”. Pero no todo es color de rosa: el azul y oro se trenza en incidentes con el gris mimetizado de la policía de Río de Janeiro.
Cuando simpatizantes de Fluminense se acercaron a los argentinos que estaban congregados en el puesto 2 del balneario de Copacabana, donde está ubicado el Fan Zone dispuesto por la Conmebol, las fuerzas de seguridad locales lanzaron gas lacrimógeno y bombas de estruendo y dispararon balas de goma. Hinchas xeneizes respondieron arrojando botellas, reposeras y otros objetos contundentes a la policía militar, que los empujó hacia el mar y luego detuvo a varios, incluidos algunos que habían escapado al agua.
Fue un feo desenlace de lo que hasta entonces era una fiesta de aliento y entusiasmo más bien ordenado. Se armaban pequeños grupos que iniciaban las canciones. Otros las repetían y el coro aumentaba en intensidad. “¡Tienen que poner h…! ¿Vos sabés lo que me endeudé para estar acá?”, dijo un joven de unos 25 años a un amigo. Buena parte de los cerca de 100 mil argentinos que son esperados hasta el sábado tiene sus finanzas en rojo y no pagará las cifras exorbitantes que se piden por un ticket en la reventa.
Sobre la avenida hay seguridad, reforzada por el feriado y por la final de la Copa. La marea xeneize, hay que decirlo, está agrupada en su balneario, en su lugar. Los que lleguen de aquí en adelante lo reconocerán por el restaurante “Buenos Aires” y porque está en línea recta al Hotel Río Othon Palace. “Esto no es nada, mañana va a explotar”, se entusiasma otro hincha xeneize. No por el resultado del partido, sino porque está previsto un banderazo para este viernes a la tarde. Justo aquí. Todo lo que tenga los colores de Boca en Río de Janeiro estará aquí en “la” previa del partido del sábado.
De Mendoza a Río con mil escalas y sin descanso
Aquí estarán los pasajeros de los 30 micros de la hinchada, de los 100 servicios que se esperan para el día de hoy en la terminal, los viajeros que usarán el auto y pasarán por algunos de los pasos fronterizos, hoy colapsados. También estarán los que pudieron pagarse un pasaje de avión, pese a que su precio se cuatriplicó. Incluso hinchas que vienen de otros países sudamericanos y hasta del exterior. “Todo por Boca, que es un sentimiento”, dice Ema, el mendocino. Y sus amigos lo repiten, sonrientes.
El cancionero xeneize se repite en otras locaciones: en el Fan Fest organizado por la Conmebol, y donde hay actividades todos los días. Para llegar hay que caminar unas cuantas cuadras, siempre por la playa, siempre por la Avenida Atlántica. El lugar está estructurado como si fuera una Copa Libertadores, tiene entrada libre y gratuita y restaurantes. Para los hincas de Boca es, apenas, un lugar de concentración para cantar y celebrar, como el miércoles fue el hotel Hilton en Barra de Tijuca donde se concentra el equipo.
O como el Cristo Redentor, el ícono carioca por excelencia que domina la ciudad. Allí sonó “La Copa Libertadores es mi obsesión” una y otra vez. El tributo a “Y dale alegría a mi corazón”, de Fito Páez. El flujo incesante de hinchas xeneizes en esta ciudad terminó de convencer al prefecto Eduardo Paes: se abrirá el sambódromo municipal, con capacidad para 72.500 personas.
Lo que resta por conocerse es si allí se instalará una pantalla gigante para todos (la mayoría) de los hinchas xeneizes que lleguen sin entrada. Los hinchas de Fluminense, en cambio, ya saben que pueden asistir al predio de Cinelandia, en el centro de esta ciudad, y ver el partido allí, tal como confirmó el club carioca en su sitio oficial de internet.
“Nunca antes un equipo invadió esta ciudad como Boca para esta final”, se les escucha a los hinchas xeneizes, orgullosos. En la puerta misma del Maracaná hay un hombre con la camiseta azul y oro…pero es brasileño. Fanático de Flamengo, no tiene dudas de que Boca ganará 1-0, y que Flu se quedará sin nada. Se llama Petit y tiene un canal de Youtube llamado Flaparodias. “Sí, gana Boca 1-0 con gol de Cavani a los 48 minutos del segundo tiempo”, dice. Y cuenta que no teme pasearse por el estadio Mario Filho (tal el nombre del Maracaná) con la camiseta del equipo argentino: “Los que pegan son las barras organizados, yo no tengo miedo porque no andan por aquí”, asegura.
Un taxista carioca, acostumbrado a las invasiones por el fútbol, dice estar sorprendido por la convocatoria xeneize. “Imagínense que Vasco no consigue llenar nunca el Maracaná. Boca, viniendo desde tan lejos, podría hacerlo sin problemas”. Las primeras olas de la marea xeneize ya tocaron la orilla de Río de Janeiro. Se esperan muchas más. El caudal de hinchas recién terminará el sábado, cuando se termine el tiempo de las palabras y comience la final; cuando sea la hora del fútbol.
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