El artículo proyecta otro posible colapso del peso a medida que se acercan las elecciones presidenciales en el país
NUEVA YORK.- Margaret Thatcher dijo en broma que el problema con el socialismo es que “eventualmente te quedás sin el dinero de otras personas”. Eso aún no le ha sucedido al moroso más notorio del mundo.
La semana pasada, la Argentina llegó a un acuerdo con Beijing para aprovechar casi 3000 millones en yuanes de una línea de intercambio de divisas que los dos países renovaron en junio. El anuncio, en el que China juega el papel de prestamista de última instancia para la Argentina, se produjo dos días después de que el Fondo Monetario Internacional llegara a un acuerdo preliminar con Buenos Aires para desbloquear el acceso a 7500 millones de dólares. El FMI dijo que el dinero está “destinado a respaldar los esfuerzos políticos de la Argentina y las necesidades de la balanza de pagos a corto plazo, incluidas las obligaciones con el Fondo”. En otras palabras, le está dando dinero a su “cliente” para que no entre en mora por su deuda de US$44.000 millones con el Fondo.
Nada de esto resolverá los problemas fiscales y monetarios que aquejan al país. Con la inflación corriendo a una tasa anual del 115%, no hay un verdadero apetito por mantener los pesos. Las reservas internacionales netas se han desplomado y ahora son negativas.
El Banco Central de Argentina está imprimiendo más pesos de los que el mercado quiere mantener, porque el gobierno, que está en bancarrota, los necesita para pagar sus cuentas. Esto no es nuevo en la Argentina. Los sucesivos gobiernos han generado episodios repetidos de alta inflación durante décadas. En un artículo de agosto de 2019 en Forbes, el economista de Johns Hopkins, Steve Hanke, resumió la historia: “Para enumerar solo algunos de los principales colapsos del peso argentino: 1876, 1890, 1914, 1930, 1952, 1958, 1967, 1975, 1985, 1989, 2001 y 2018”.
Desde que la inflación argentina comenzó a despegar nuevamente en 2007, hasta fines de 2022, la oferta monetaria total creció en promedio al 30,7% anual, según el Ministerio de Economía. La inflación general creció a un promedio anual de 35,1% según Nicolás Cachanosky, director del Centro para la Libre Empresa de la Universidad de Texas, El Paso.
Los controles de capital exacerban la escasez de divisas. Los dólares que ingresan al país tienen que pasar por el Banco Central (BCRA), que los cambia por pesos. La compra de dólares para viajar al exterior o para pagar importaciones también se realiza a través del BCRA. Existen más de 10 tipos de cambio oficiales, de los cuales ninguno refleja el mercado. El tipo de cambio del Banco Central para el comercio [dólar oficial] es de alrededor de $290 por dólar, mientras que en el mercado negro [dólar blue] la tasa es de alrededor de $565 [hoy llegó a $596]
Deshacerse de pesos para acumular dólares es un pasatiempo nacional para los argentinos, que se encuentran entre los especuladores de divisas más sofisticados del mundo. Los inversionistas, sabiendo que no pueden invertir capital en el país a tasas de mercado o sacarlo cuando quieran, tienden a irse a otra parte. El estancamiento del crecimiento económico argentino no es un misterio.
El BCRA ha tratado de contrarrestar su imprudente impresión de pesos vendiendo instrumentos a plazo de alto rendimiento a los bancos. Las Leliq a 30 días, como se llaman estos vehículos, ahora tienen una tasa anualizada efectiva de alrededor del 155%. El objetivo es absorber el exceso de pesos en circulación.
Sin embargo, incluso con un diferencial saludable de Leliq sobre la inflación actual, la demanda de la moneda está cayendo. Tal vez sea porque los argentinos esperan que la inflación futura sea aún mayor y entienden los riesgos de una mayor liquidación que probablemente desencadene una espiral hiperinflacionaria. Esto es particularmente cierto en un año de elecciones presidenciales. Un shock político inesperado, como el que experimentó el país en agosto de 2019, podría significar que cuando el BCRA intente refinanciar los US$30.000 millones en Leliq en circulación, no encontrará compradores. En ese caso, una avalancha de pesos golpearía la economía.
Las autoridades argentinas culpan de la crisis monetaria al clima [sequía], y el FMI está algo de acuerdo. En su justificación del último acuerdo para liberar nuevos fondos, a pesar de que el país no cumplió con los “objetivos clave del programa”, el Fondo señaló la sequía prolongada que afecta la producción agrícola. Sin embargo, rápidamente agregó que la falla también radica en el “deslizamiento y retrasos de la política”, lo que parece ser la mejor explicación para el desorden.
El vecino Brasil también ha experimentado una sequía. Sin embargo, la inflación brasileña está en 3,19% anual, comparable a la de EE.UU. Felicitaciones al presidente del Banco Central brasileño, Roberto Campos Neto, y a su directorio, quienes restringieron el crédito cuando el gasto público amenazó con socavar la estabilidad de precios. El banco ha mantenido su tasa de préstamo a un día en 13,75% durante el año pasado, a pesar de la presión del presidente Luiz Inácio “Lula” da Silva para seguir una política más flexible.
El 13 de agosto, los argentinos votan en las primarias para elegir los candidatos presidenciales, y este tema está al frente y al centro. Sin embargo, las promesas de una cura son escasas en detalles, probablemente porque significaría dar un vuelco a la larga tradición del populismo peronista que ha llevado al país a la bancarrota.
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