El sistema cambiario es el sector más intervenido de la economía; con la aplicación de impuestos y el aumento del tipo de cambio, se generan nuevos incentivos para que la inflación se mantenga en los niveles actuales
Si algo hace ruido en la Argentina de estos días es el mercado cambiario. Con las medidas que el Gobierno publicó ayer, ese lugar ahora parece una coctelera que adentro no tiene hielo y bebidas sino tuercas, tornillos y piedras. Aturde.
Se podría empezar a explicar por varios lugares las medidas que se publicaron en el Boletín Oficial. Pero vale la pena empezar por el efecto más inmediato de todos: comprar un dólar para casi todo el que lo requiera es más caro que 24 horas antes. Después de esa certeza, vendrá todo lo demás como cuánto más arriba está la moneda y, sobre todo, quienes podrán acceder a este tipo de cambio. Entonces, ahí sí es donde retumban los ruidos.
Pero si ese mismo personaje quiere comprar un billete pagará $552 si recurre a los arbolitos del microcentro porteño o si está bancarizado, deberá pagar $531,15 si lo quiere depositar en una cuenta en el exterior o $495 si es que prefiere dejarlo en su banco local.
Claro que aquel pobre participante ya consumió sus segundos, apenas si empezó con el recuento de precios del dólar en el país y partirá sin una moneda. Eso sí, desde que salió de su casa rumbo al grabar aquel programa hasta que regresó es más pobre. Como todos los argentinos, cada minuto que pasó desde que se publicó la batería de normas mediante la que se maquilló la devaluación, los ingresos en pesos se depreciaron y cada uno se empobreció un poco más.
Dicen en las mesas de café donde se discute economía que en las devaluaciones hay grandes ganadores. El primero, el Gobierno. El motivo es simple: este salto al precio del dólar no se hizo mediante la fijación de un nuevo tipo de cambio nuevo sino que se recurrió a la imposición de un impuesto, diferencial (PAIS), a ciertas operaciones de compra de dólares o de acceso al Mercado Único (MULC). He aquí una licencia del cronista. En realidad, se llama Mercado Único “Libre de Cambio”, pero hasta ahora no se pudo poner esas últimas dos palabras en el lugar más intervenido y discrecional de la economía argentina.
Para resumir, a más impuestos, más recaudación y más posibilidades de mantener o aumentar el gasto público en plenos meses electorales. Como se dijo, subirá la recaudación del impuesto PAIS, creado en el artículo 35 de la ley con la que, en diciembre de 2019, decretaron la emergencia económica, financiera, fiscal, administrativa, previsional, tarifaria, energética, sanitaria y social.
Entonces, en el artículo 35 de esa norma, se creó el impuesto PAIS, que ahora se cobrará, por caso, a todos los bienes importados que pagarán un 7,5% de ese tributo. Es decir, todos los bienes que se compran en el exterior serán aún más caros. Cualquier lector podría inferir, esta vez sí en menos de cinco segundos, dónde impactará ese incremento: en los precios.
Una nota al pie sobre el impuesto. En esa misma ley se estableció que el 70% de lo que se recauda deberá destinarse a financiar “programas a cargo de la Anses y las prestaciones del Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados”.
El 30% restante tendrá como finalidad solventar “obras de vivienda social, de infraestructura económica y a fomentar del turismo nacional”. Una maravillosa expresión de deseo que sirvió para convencer a algún legislador díscolo sobre la necesidad de crear un nuevo impuesto.
El crecimiento en la recaudación de este gravamen será importante para que el ministro y candidato, Sergio Massa, pueda exhibir alguna meta de déficit fiscal cercana a la que había prometido el Gobierno ante el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Las medidas no cayeron bien en la City porteña. El precio del blue, uno de los termómetros de la desconfianza, aumentó $24 en un día y terminó la jornada en $552.
“Es un parche más –dice Luis Secco, director de Perspectivas–. Intenta atacar dos de las dinámicas más inquietantes que enfrenta la economía: la falta de divisas y el déficit fiscal. Lo hace con un solo instrumento: una devaluación fiscal o impositiva. Sube impuestos a las importaciones (las encarece) y los reduce en algunas exportaciones, para incentivar su liquidación. Y en la búsqueda de esos dos objetivos se queda a mitad de camino”.
La conjunción de medidas, claramente, impactará en la inflación de julio, pero sobre todo, en la de agosto. No solo que se encarecieron los bienes importados sino que además, el Banco Central (BCRA) deberá emitir para pagar la diferencia de precio entre la compra de dólares caros en el marco del llamado dólar agro y la venta a los importadores de dólares baratos. Finalmente, ese quebranto será, por un lado, costo fiscal para el Tesoro, y por el otro, combustible para la inflación.
Secco intenta, además, desmenuzar los motivos. “Se podría argumentar a favor de las medidas diciendo que sin ellas no habría acuerdo con el FMI. Y que de ser así estaríamos peor. Pero que haya un acuerdo, vale la pena decirlo, no significa que las dinámicas de crisis se interrumpan. Además, no conocemos qué metas se han comprometido y mucho menos si serán cumplidas. La experiencia indica que ambas partes han firmado metas que a sabiendas (de ambos lados) no se pueden cumplir”.
Cada medida que se publicó es inflacionaria. Mientras tanto, la campaña del oficialismo necesitará pesos. Y el Gobierno los entregará, ya que no es posible concebir una campaña sin billetera veloz.
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