Dos investigadores daneses sostienen en un trabajo publicado en Science que las primeras referencias explícitas al beso aparecen en textos sumerios, civilización surgida en el sur de lo que hoy es Irak. Uno de los autores es Troels Pank Arbøll, profesor de la Universidad de Copenhague y experto en las antiguas civilizaciones de Oriente Próximo. “La primera evidencia textual que menciona los besos romántico-sexuales parece surgir en la antigua Mesopotamia alrededor del año 2500 antes de Cristo”, cuenta Arbøll.
La escritura se inventó en esta parte del mundo, entre los ríos Tigris y Éufrates, hace unos 5.200 años, con textos sumerios y acadios en tablillas de arcilla, con “la escritura cuneiforme, en uso hasta 80 años después de Cristo. Tenemos muchas fuentes disponibles hoy de ese lapso de tiempo. Sin embargo, cuando se inventó, la escritura en el antiguo Irak, se utilizó en principio para la administración, lo que supone que otros tipos de textos solo aparecen gradualmente”, añade. Habría que esperar 700 años a los textos que hablan de besarse.
“Las primeras referencias a los besos ocurren en narraciones mitológicas sobre el comportamiento y las acciones de los dioses. Solo un poco más tarde (especialmente a principios del segundo milenio a. C.) encontramos referencias claras a los besos en documentos privados”, completa el científico danés. En efecto, la primera mención al beso, fue una subida de tono, aparece en el llamado Cilindro de Barton, un texto mitológico escrito en sumerio hace entre 4.350 y 4.500 años. Como cuenta Arbøll, en las columnas 1, líneas 1 a 14 y la columna 2, líneas 4 a 10, del cilindro se puede leer el siguiente párrafo:
“Aquellos días son ciertamente días lejanos. Aquellas noches son en verdad noches lejanas. Aquellos años son ciertamente años lejanos. La tormenta rugió, los relámpagos destellaron. En la zona sagrada de la ciudad de Nippur, la tormenta rugía, los relámpagos centelleaban. El Cielo habló con la Tierra. La Tierra habló con el Cielo. Con la diosa ‘Gran-Buena-Señora-del-Cielo’, la hermana mayor del dios Enlil, con Ninhursag, con la ‘Gran-Buena-Señora-del-Cielo’, la hermana mayor de Enlil, con Ninhursag, tuvo relaciones sexuales. Él la besó. El semen de siete mellizos él embarazó en su vientre”.
Este texto es un milenio anterior a los poemas sagrados hindúes que hablaban de juntar los labios. En tablillas ya posteriores aparecen menciones a todos los tipos de besos imaginables. En textos sumerios, se habla del beso como acto posterior al coito. Mientras, en tablillas acadias, civilización al norte de la sumeria, se recogen pasajes de besos en los pies o el suelo que han pisado como muestra de respeto o sumisión a los padres o a los sacerdotes, pero en otros se lee del beso como manifestación del deseo sexual.
Arbøll aclara enseguida que esto no significa que los primeros besos no se dieron en esta parte del mundo: “No mantenemos que el beso se originó en la antigua Mesopotamia, sino todo lo contrario”. Con el Cilindro de Barton, los textos hindúes y también referencias algo más ambiguas coetáneas descifradas en Egipto, el científico danés mantiene que “esta forma de besar se practicaba en una gran área geográfica en la antigüedad, lo que argumentamos no apunta a un solo punto de origen, al menos en tiempos históricos; en cambio, parece haber tenido múltiples orígenes diferentes”. Pero si alguien insistiera en identificar un solo origen, tendría que buscarse en tiempos prehistóricos.
Y tan prehistóricos. La bióloga de la Universidad de Oxford y coautora del trabajo publicado en Science Sophie Lund Rasmussen recuerda que en las especies más cercanas a los humanos también se besan: “Los estudios en bonobos y los chimpancés han demostrado que ambas especies se besan, lo que puede sugerir que la práctica de besar es un comportamiento fundamental en los humanos, y eso explicaría por qué se puede encontrar en todas las culturas”. Y ¿por qué sería fundamental? “Los antropólogos evolutivos han sugerido que los besos romántico-sexuales evolucionaron con el fin de evaluar aspectos de la idoneidad de una posible pareja a través de señales químicas comunicadas por la saliva o el aliento, y facilitar sentimientos de apego, la unión de pareja y facilitar la excitación sexual”, dice Rasmussen. “Que los besos sexualmente románticos también se vean en nuestros parientes más cercanos propone que este comportamiento sería incluso mucho más antiguo que nuestra documentación más antigua”, añade. La divergencia entre estos grandes simios se produjo hace cinco millones de años.
“Sospecho que nuestra especie se ha estado besando desde que estamos en la Tierra”.
Sheril Kirshenbaum, autora de ‘The Science of Kissing’ (“La ciencia del beso”, no editado en español), no relacionada con el estudio de Science, añade: “Dado que vemos tantos comportamientos similares en todo el reino animal, sospecho que nuestra especie se ha estado besando desde que estamos en la Tierra”. Pero quiere destacar otra cosa sobre los besos, que no tiene que ver con su origen: “Besarse entre dos personas fomenta sentimientos de conexión, deseo, seguridad y amor, todo dependiendo del contexto del beso. Promueve una sinfonía de señales químicas como la oxitocina y la dopamina que influyen en cómo pensamos, sentimos y actuamos”.
Gentileza:
Beatriz Genchi.
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.
Puerto Madryn – Chubut
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