Foto de archivo – Vacas en un campo cerca de la ciudad bonaerense de Pergamino, durante la propagación de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), Argentina. Jul 4, 2020. REUTERS/Agustin Marcarian
Entre 2007 y 2009 el rodeo cayó de 58,8 a 48,8 millones y todavía hay 4,6 millones de cabezas menos que antes del conflicto con el campo. Cambios en las formas de producción y en los hábitos de consumo
Entre 2007 y 2009, el período de mayor confrontación del kirchnerismo y el campo, que abarcó la rebelión fiscal por la “resolución 125″ de retenciones móviles a la exportación de soja, trigo, maíz y girasol y la exacerbación del relato de “defensa de la mesa de los argentinos” mediante intervenciones sobre los mercados de hacienda y carne bovina aplicadas hizo que las existencias bovinas del país, que ascendían a 58,8 millones de cabezas a finales de 2007, pasaron a ser de 48,8 millones en 2010.
El desaliento a la inversión y producción ganadera en esa etapa, dice un trabajo de los investigadores Juan Manuel Garzón y Franco Artusso, del Ieral de la Fundación Mediterránea, no solo redujo en 10 millones de cabezas el rodeo vacuno del país. La larga sombra de esa mala praxis hizo que la recuperación fuera muy lenta en los años siguientes y resultó en que todavía a fines de 2022 el stock no se recupere del todo, siendo de 54,2 millones de cabezas. A nivel nacional, esto significó 4,6 millones y 7,7% de cabezas menos que quince años atrás.
Datos oficiales
“Las estadísticas disponibles sugieren que no sólo se produjo un ajuste en las existencias, que todavía no fue completamente corregido, sino que también se habría modificado el sistema de producción (en términos generales), con un sesgo hacia ciclos productivos más cortos y un importante retroceso en la participación de los animales más gordos (novillos básicamente). En todas las provincias, el rodeo de machos (novillos y novillitos) se contrajo relativamente más que el de hembras (vaquillonas y vacas)”, dice un pasaje del estudio.
Combinación de factores
Este cambio en los sistemas de producción, señalan los autores, podría obedecer a una combinación de factores, que incluiría desde un escenario de mediano y largo plazos más riesgoso para la actividad, debido a los constantes cambios de reglas de juego, el sesgo antiexportador de las medidas oficiales, en supuesta defensa del mercado interno y una demanda externa que se fue concentrando en mercados de baja exigencia de calidad de producto, en particular China (demandante, por caso, de las “vacas conserva”).
China, por otra parte, es un mercado de compradores durísimos a la hora de negociar y que incluso comparten información para explotar al máximo la relativa debilidad y necesidades de venta de sus proveedores.
Otro factor citado por Garzón y Artusso es “el encarecimiento del costo de oportunidad de recrías pastoriles en zonas agrícolas, en un contexto de subas de precios internacionales de granos, y el gran desarrollo que tuvieron los establecimientos de engorde intensivo a corral (en algún momento promovidos por la misma política pública), entre otros”.
Los dos casos más impactantes son Corrientes y Córdoba, donde las caídas del rodeo ganadero fueron de 16 y 18% respectivamente del nivel que tenían en 2007. Córdoba, de hecho, había perdido 26% o 1,5 millones de cabezas vacunas en apenas 4 años, entre 2007 y 2011. “En 2017 había llegado a recuperar unos 570 mil animales, pero el proceso se agotó y en los últimos años las existencias se mantienen relativamente estabilizadas”, dice el trabajo.
Declive largo
En tanto, Corrientes y Santa Fe también perdieron mucha hacienda, pero lo hicieron de modo constante a lo largo de casi todo el período de observación. De hecho, el trabajo destaca que en Corrientes el rodeo vacuno tocó piso recién en 2021 y en Santa Fe en 2017.
Por su parte, Buenos Aires perdió 3,8 millones de cabezas entre 2007 y 2010, recuperó unos 3 millones entre 2010 y 2018 y desde entonces exhibe altibajos y problemas para mantenerse. Entre las provincias más grandes en materia ganadera, Entre Ríos fue una de las que menos hacienda perdió en los años críticos, su rodeo retrocedió 9,4% entre 2007 y 2011, pero recuperó todo lo perdido en los años siguientes, aunque con subas y bajas.
En cuanto a los cambios de producción observados, los autores destacan el cambio en la composición y estructura de los rodeos. Agrupados por género, estos muestran en todas las provincias ajustes muy superiores en los machos (novillitos y novillos) que en las hembras (vaquillonas y vacas), algo que sólo se explicaría (salvo, acotan, errores de medición de existencias por parte del Senasa), por un acortamiento de los tiempos medios de engorde de los animales de producción, en los que los machos son más importantes que las hembras, pues una porción de estas últimas debe conservarse para renovar, justamente, el rodeo de madres.
Además, el estudio se detiene en lo sucedido en 2022, cuando hubo un leve aumento del rodeo (1,5%), tras 3 años consecutivos de ajustes hacia la baja y señala también que el ranking de provincias según rodeo es estable y no registró sorpresas en los últimos registros: Buenos Aires sigue encabezándolo, con 37,4% de las existencias del país (20,3 millones de cabezas) seguida por Santa Fe (11,8% del total, ó 6,4 millones) y algo más atrás Córdoba, Entre Ríos y Corrientes con cerca de 4,5 millones de cabezas cada una.
El informe destaca así que alrededor del 75% de las existencias bovinas del país está en 5 provincias, y que con las 5 siguientes se abarca el 93% del stock nacional.
Por categoría, se observa además que la evolución del stock no fue uniforme: en 2022, las 3 categorías, tanto en el signo como en la magnitud de la variación, a nivel nacional y provincial, que registraron pérdidas fueron novillitos, novillos y vaquillonas, en tanto se recuperó el número de terneros y terneras “aun cuando el aumento en el stock de vacas fue menos que proporcional, “lo que podría dar indicios de un aumento en la eficiencia reproductiva del rodeo nacional”, concluye el trabajo.
¿Y la vuelta del asado?
De ese panorama es arduo inferir el futuro de los precios de la carne, que depende además de la demanda interna, muy debilitada por la caída del poder adquisitivo de los ingresos, debido a la alta inflación, y cambios en los gustos.
Según los datos del Indec, en los primeros 42 meses del actual gobierno el precio promedio de la carne picada común pasó de $ 168,39 en noviembre de 2019 a $580 el kilo a fines de mayo pasado, un aumento del 581%, mientras que en el mismo período el precio del kilo de pollo entero aumentó de $101,17 a $726,36 en mayo pasado, un salto del 618 por ciento. Aun así, en los últimos años el consumo de carne de pollo por habitante empezó a superar el de carne vacuna, algo que, dados esos cambios de precios, podría deberse a cambios en la organización y estructura de las familias y en los hábitos de consumo.
Fuente:https://www.infobae.com/economia/2023/07/08/adios-al-pais-de-las-vacas-y-la-carne-en-9-de-las-10-principales-provincias-ganaderas-hay-menos-animales-que-hace-15-anos/
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