En otro verdadero día de furia en las capitales argentinas, miles y miles de piqueteros salieron a las calles, las cortaron y provocaron los mismos y habituales trastornos que vienen ocasionando desde mucho tiempo atrás, sin que sus líderes y organizadores haya conseguido nada para quienes representan.

Sin embargo, se tiene la sensación, cada vez más, de que la protesta urbana configura en sí misma una forma de vida para quienes se consideran “trabajadores desocupados”, al recibir una paga mensual como asistencia o plan y para el que los conductores, jefes o referentes no sólo pretenden institucionalizar sino que, tomados de algunas experiencias y estudios realizados en otras partes del mundo, buscan convertir en “universal”, como una respuesta de los estados a esas millones de personas que nunca estuvieron dentro del sistema o que se cayeron del mismo por múltiples razones.

También fue un día en el que los capitostes que controlan la Confederación General del Trabajo (CGT), verdaderos dinosaurios que pareciera están conduciendo a sus dirigidos hacia un callejón sin salida o directo al precipicio, han salido con los tapones de punta contra los aspirantes a la presidencia que están advirtiendo que, sin una reforma laboral en serio y a fondo, todos perecerán: las empresas, los trabajadores y, claro que sí, esas corporaciones, como la CGT, que han subsistido sorprendentemente alimentando un discurso en apariencia beneficioso para los trabajadores, pero que lo único que ha logrado a lo largo del tiempo ha sido la producción de millones de trabajadores que a duras penas han podido mantener en pie sus vidas y las de sus familias, mientras que, vaya a uno a saber por qué extraña razón, sus representantes son cada vez más ricos.

Y no se trata de una simple frase hecha: para corroborarlo hay que repasar superficialmente cómo viven los empleados de comercio, los operarios de las grandes fábricas de todo tipo, los del sector agroindustrial, los de las empresas de servicio y tantos otros, con la excepción de dos o tres actividades vinculadas a la explotación de commodities, cuyo éxito depende del precio de los mismos.

En un comunicado que la central obrera difundió este jueves emana que no dialogará “con quienes promuevan estas propuestas, reafirmando una vez más que todas estas iniciativas colisionan de manera frontal con nuestra férrea determinación de defender el trabajo como valor social esencial para el desarrollo y a las organizaciones sindicales como la principal herramienta de convivencia y crecimiento con equidad”, dijo la CGT, contra las ideas de Patricia Bullrich, José Luis Espert y Javier Milei. Una CGT que se ve a sí misma, como ha quedado escrito, “como la principal herramienta de convivencia y crecimiento con equidad”, a lo que habría que adicionar, como nota al margen “herramienta de convivencia” siempre y cuando el país sea gobernado por un color político afín a los intereses de su consejo directivo.

Los precandidatos han adelantado que propiciarán una reforma laboral, junto con una impositiva y previsional, además de modificaciones estructurales en los servicios de educación y de salud. Estos aspirantes, como otros, puede que se equivoquen en sus planteos, no se sabe, y también es válido apoyarlos o criticarlos, pero si hay algo que nadie puede negar es que, con lo que viene establecido por décadas, con ese modelo que la CGT ha apoyado y ayudado a mantenerse sin cambios por tanto tiempo, no sólo no cambió nada, sino que nada mejoró, claramente.

La CGT también dijo, con el tono de amenaza que acostumbra a mostrar cada que el status quo corre el riesgo de ser modificado, “frente a este tipo de planteos provocadores y retrógrados, que encienden una luz de alarma sobre la convivencia democrática y pacífica de nuestra comunidad, ejecutados por quienes –escudados en falsas promesas de modernización– presentan viejas recetas ya fracasadas (…) enajenando las riquezas de nuestro país, y un desguace interesado del sistema de salud que sólo deterioraría las prestaciones y coberturas médicas actuales, entre otras acciones: y todo esto en medio de amenazas explícitas de violar derechos laborales y garantías constitucionales”.

El punto de toda esta historia en el comportamiento de la central obrera argentina no parece estar centrado en su conocida pertenencia ideológica. Es una marca de la que hace gala la CGT y que milita, oronda y orgullosamente. Se trata de ver con un poco más de profundidad y en detalle por qué razón lo que hace no surte resultados. Tampoco se la aprecia en línea o enfocada con los nuevos tiempos que se avecinan o que ya se tienen encima vinculados con el avance de la tecnología, la ciencia y los adelantos de todo tipo que se están concretando, irremediablemente. La robótica, la infotecnología, la automatización está entre los argentinos o a la vuelta de la esquina, y resulta cuanto menos pavoroso confirmar en qué anda la central obrera frente a tales fenómenos.

Años atrás el Banco Mundial advirtió el porcentaje de los trabajos en peligro por efecto de los irremediables avances tecnológicos y más aún ahora por los efectos de la IA. Según este informe, la automatización terminará con 77 por ciento de los trabajos en China; 69 por ciento de India y Ecuador; 67 por ciento en Bolivia; 65 por ciento en Panamá; 64 en Argentina, Paraguay y Uruguay; 57 por ciento en los países industrializados y 47 por ciento en los Estados Unidos.

Es decir, como se sabe, los problemas que el mundo tiene por delante son complejos y por supuesto que hay países que le llevan mucha distancia a la Argentina, en muchos sentidos. Y no sólo es llamativo, sino inconcebible que una corporación como la central de los trabajadores no se haya adelantado a los hechos. Años y años actuando de la misma manera, con los mismos métodos y los mismos reclamos de siempre. Y desde los 80, cuando el primer gobierno democrático de la recuperación definitiva intentó avanzar en las primeras reformas laborales, un mismo patrón de conducta es el que la ha gobernado hasta nuestros días. Una oposición sostenida y tenaz a los cambios del mundo.

Y siempre viene bien recordar las afirmaciones en tono predictivo de Harari: “En el 2050 podría ser difícil que un cajero o un obrero del sector textil que perdiera su trabajo debido a un robot empezara a trabajar como investigador del cáncer, como operador de drones o como parte de un equipo de banca humano-IA. No dispondrán de la pericia necesaria”. Estos son los temas, y las reformas son inevitables, gusten o no, y la CGT lo que tendría que estar exigiendo es participación en esas discusiones, más que el bloqueo a una fuerza que puede se la lleve puesta, para desgracia de muchos. Porque bien podría ser un instrumento útil para quienes representa y no un peso que los hunde.

Fuente:https://www.elsol.com.ar/opinion/la-cgt-y-el-atraso-constantedos-caras-de-la-misma-moneda/