San Rafael, Mendoza viernes 26 de abril de 2024

Talento musical – Por:.Beatriz Genchi

Ludwig van Beethoven fue un compositor, director de orquesta, pianista y profesor de piano alemán. Su legado musical abarca, cronológicamente, desde el Clasicismo hasta los inicios del Romanticismo. Es considerado uno de los compositores más importantes de la historia de la música y su legado ha influido de forma decisiva en la evolución posterior de este arte.

Nacido en Bonn, Alemania en Diciembre de 1770, provenía de una familia con una tradición musical de dos generaciones; su abuelo Ludwig, un músico que emigró desde Flandes a Bonn y su padre Johann, que daba clases de piano y violín para ganarse la vida. Su primer Maestro, su padre, advirtiendo el talento musical de su hijo, quería hacer de él un niño prodigio al estilo de Mozart.

Por esa presión y exigencias, su infancia no fue feliz.

A los 7 años actuó por primera vez en público y a los 11 compuso su primera obra; durante años trabajó como intérprete de viola en la orquesta de la corte y profesor de piano para mantener a sus hermanos, cuando su padre fue a la cárcel.

Con 17 años, invitado por Joseph Haydn, va a estudiar a Viena, la capital de la música. Cinco años más tarde se instaló definitivamente allí, como un virtuoso intérprete del piano, que tocaba en salones de la nobleza. En 1795, en esa ciudad realizó su primer concierto público, interpretando sus propias obras. A eso le siguió una exitosa gira por Praga, Dresde, Berlín y Budapest.

Alcanzaría su madurez creativa con su sonata 8, Opus 13, Patética, de 1799, que triunfó en toda Europa. Pero paradójicamente, en esos momentos comienza a perder la audición. Probó diferentes procedimientos para curarse, pero nada funcionó. Ante esa situación, incluso pensó en el suicidio, pero siguió adelante. Comenzó a dar largos paseos por la campiña que rodeaba Viena, tomando notas de los temas musicales y las melodías que oía en su interior con tanta claridad como antes de volverse sordo y las volcaba laboriosamente en partituras. Las notas altas fueron las primeras que dejó de escuchar. Es por eso que obras tan famosas como la Sonata N° 14, su ópera Fidelio y en general en las siguientes sinfonías, predominan las bajas.

Aun así, compuso algunas de sus mejores obras, incluidos sus cinco últimos cuartetos de cuerda, la Missa Solemnis y la 9ª Sinfonía. En su madurez, asumió riesgos compositivos, abriendo nuevos caminos, no del todo comprendidos en su época.

Actualmente, en éste siglo XXI de relatividad absoluta, hay claramente un cierto alejamiento no tanto de sus obras, pero si acaso con los más nobles y elevados ideales que él enunciaba de un modo claro, contundente y directo, hasta parecer algo violento. En respuesta a un amigo, escribió una vez; «No quiero saber nada del concepto de ética que ustedes abrazan. La fuerza es la moral del hombre que se separa del resto, y esa fuerza es la mía…» Era un distanciamiento explícito de otros autores más amables o condescendientes en el aprecio de la inconsistente naturaleza humana.

Consideraba a Mozart un frívolo. En particular, rechazaba sin miramientos el argumento y las conclusiones que podían derivarse de Così fan tutte por considerarlas ajenas a su manera de entender la vida, y por extensión el arte: uno y otro sólo podían ir estrechamente unidos de su mano. A la elevación del espíritu se llegaba a través de una música, la suya, que reivindicaba con firmeza la superioridad moral del hombre frente a todo. Aquello que más tarde sostendría Flaubert acerca de la belleza: «Para mí no hay en el mundo más que los versos hermosos, las frases bien construidas, armoniosas, sonoras. Más allá, nada». Pero claro que ese idealismo, se paga con la soledad, algo que él aceptó en su camino hacia la dicha, la elevación hacia un «Universal teísmo», según palabras de Dilthey filósofo e historiador alemán.

En ese camino nos ha dejado como huellas sus obras. Tal vez en ese destino, radique la

grandeza de los elegidos, su capacidad de ir más allá proponiendo siempre nuevos retos, preguntas eternamente sin respuesta. Además de ser inspiración para compositores posteriores, también moldeó instituciones enteras.

La orquesta profesional surgió, en gran medida, como vehículo de la incesante interpretación de sus sinfonías. El arte de dirigir surgió a su paso. El piano moderno lleva la impronta de su demanda de un instrumento más resonante y flexible. La tecnología de grabación evolucionó pensando en Beethoven: el primer LP comercial de 33⅓ rpm, en 1931, contenía la Quinta Sinfonía, y la duración de los discos compactos de primera generación se fijó en setenta y cinco minutos para que la Novena Sinfonía pudiera desplegarse sin interrupción. Después de Beethoven, la sala de conciertos pasó a ser vista no como un lugar para diversos, entretenimientos serpenteantes sino como un austero monumento a la majestuosidad artística. La escucha experimentó un cambio fundamental. Para seguir sus narrativas densas e intensas, nos inclinamos hacia adelante para prestar mucha atención. La plataforma de los músicos se convirtió en el escenario de un drama invisible, el templo de una revelación sonora. En síntesis, definió lo que conocemos por Música Clásica.

Partió a los 56 años, dejándonos un legado musical de nueve sinfonías, 32 sonatas, dos misas y una ópera que le consagran junto a Mozart, como uno de los más grandes Músicos de todos los tiempos.

Gentileza;

Beatriz Genchi
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.

bgenchi50@gmail.com

Puerto Madryn – Chubut.

 

 

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