Ya es posible acudir a restaurantes en cuya carta incluyan entre sus platos estrella la ensalada con polvo de larvas de escarabajo, el grillo frito o el revuelto de larvas de gusano. ¿Sorprendido? ¿Se decantaría por alguno de ellos u optaría mejor por platos que contengan cerdo, ternera, pollo, pescado o marisco?
En nuestro país empiezan a proliferar negocios de hostelería en los que uno se puede encontrar estos productos ‘exóticos’. Madrid, Barcelona o Salamanca cuentan con algunos de los principales. Y si lo que se quiere es cocinarlos en casa, hay grandes superficies que venden derivados de los bichos autorizados por las agencias reguladoras, como las harinas, o incluso barritas energéticas que los incluyen como un ingrediente más.
Gastronómicamente, los insectos forman parte de la cocina de muchos países del mundo y su consumo dentro de Europa avanza, aunque a paso lento. «El 80% de la humanidad los come de forma habitual dentro de su dieta, pero como es algo que no forma parte de la cultura dominante, suele parecernos raro y extraño», explica Francisco Botella, coordinador del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), quien apunta que este rechazo responde en buena parte a una cuestión «cultural».
Botella pone el ejemplo de que en España habrá quien vea poco apetecible comer chapulines -un tipo de saltamontes que se consume en algunas zonas de América Latina-, mientras que no tendrá ningún reparo en degustar un cuenco de caracoles. «Nutricionalmente hay muy poca diferencia entre un caracol y un saltamontes. Es algo más bien cultural».
También Rogelio Berbel, farmacéutico nutricionista y vocal de Alimentación del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Alicante, apunta por qué la introducción en la dieta europea es comedida: «El choque cultural supone una barrera porque en la Europa occidental los clichés nutricionales están muy establecidos. Pero si logramos quitarlos, los insectos son una alternativa magnífica».
Y es que las propiedades nutricionales de los insectos avalan que se apueste por su consumo. Pero vayamos por partes. Tal y como apuntan desde la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan), «en los últimos años se ha aprobado el consumo de nuevos alimentos que son o tienen en su composición insectos» y, según señalan, es importante transmitir a la población qué criterios sigue esa aprobación: «Para que un nuevo alimento se autorice lo primero es que una empresa alimentaria solicite una autorización a la Comisión Europea. Una vez recibida la solicitud, y para confirmar que el nuevo alimento es seguro para los consumidores, la Comisión pide a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) que lleve a cabo una evaluación sobre su seguridad. Tras emitir dicha evaluación favorable, la Comisión solicita el dictamen de los Estados miembros sobre el proyecto de acto de autorización. Si se alcanza la mayoría cualificada, el producto puede comercializarse».
¿CUÁLES SON LOS INSECTOS COMERCIALIZADOS EN EUROPA?
A día de hoy, son cuatro los insectos autorizados en el mercado europeo: las larvas del gusano de la harina (en forma congelada, desecada y en polvo), la langosta migratoria (congelada, desecada y en polvo), el grillo doméstico (congelado, desecado, en polvo y polvo parcialmente desgrasado) y las larvas de escarabajo del estiércol (en forma congelada, en pasta, desecada y en polvo).
Además, hay ocho solicitudes pendientes para insectos destinados a ser comercializados en diferentes formas que actualmente están siendo objeto de una evaluación de seguridad por parte de la EFSA.
Junto a esto, la Aesan apunta que la autorización de un nuevo alimento se refiere al producto que solicita la empresa, «aunque también puede incluir condiciones específicas de uso (por ejemplo, en qué productos pueden utilizarse el nuevo alimento y cuántos gramos pueden utilizarse como ingrediente en esos productos), requisitos específicos de etiquetado adicionales y especificaciones». Además, subraya que si el consumo del producto tiene riesgo de producir alergias, «debe indicarse claramente en la etiqueta».
A tenor del procedimiento que se sigue y de los controles que realiza la autoridad europea, desde la Aesan aseguran que «los insectos actualmente autorizados son seguros«. Y añaden que si algún insecto es incluido en un producto alimenticio, el nombre del bicho debe formar parte de la lista de ingredientes.
«En el momento en el que cualquiera de estos cuatro tipos de insectos queda aprobado como alimento es porque se ha estipulado que, nutricional e industrialmente hablando, su seguridad alimentaria está asegurada y contrastada«, subraya Berbel.
¿QUÉ PROPIEDADES NUTRICIONALES TIENEN?
Sobre la información que debe transmitirse a la población acerca de las propiedades de los insectos, Botella explica que, «desde el punto de vista nutricional», son «una muy buena fuente de proteínas y de hierro»; una valoración a la que la Aesan también se suma: «Los estudios científicos indican que los insectos son una fuente de nutrientes muy saludable con alto contenido de grasa, proteínas, vitaminas, fibra y minerales».
Y es que, desde el ámbito nutricional, el valor proteico de los insectos es inmenso. «Su aporte es tan elevado como podría ser, consumiéndolos correctamente, el de la mejor carne, y también porque se trata de una proteína de alto valor biológico«, destaca el vocal de Alimentación del colegio de farmacéuticos alicantino.
Además, hay otro factor que debe tenerse en cuenta y que juega a favor del consumo de insectos: el impacto que tiene su producción en el medio ambiente. «En cuanto al consumo de recursos, la diferencia entre lo que cuesta conseguir un kilo de proteínas del grillo frente a conseguirlo de la vaca es apabullante. Producir proteína de insectos,en cuanto a contaminación y huella de carbono, es mucho menos dañino», asegura el coordinador del Área de Nutrición de la SEEN.
También desde la Aesan ponen el foco en este asunto: «Son una fuente alternativa de proteínas que facilita el cambio hacia dietas saludables y más sostenibles con el medio ambiente».
OJO CON COMER INSECTOS ‘DE COSECHA PROPIA’
Las directrices que marca el reglamento europeo de nuevos alimentos son el principal aval para garantizar la seguridad y la calidad de los insectos que se comercializan para su consumo dentro de la Unión Europea. Por este motivo, Botella hace un llamamiento para que dicho consumo sea de productos autorizados y nunca de cosecha propia; algo que siempre hay que hacerle saber al usuario. «Uno no debe comer insectos que coge por la calle o el campoporque estos pueden haber estado en contacto con bacterias patógenas o excrementos. Por ello es tan necesaria la regulación y que se controle el cultivo y la producción de esos insectos».
Este asunto también es de suma importancia para Berbel, quien recomienda que el usuario haga un uso adecuado de estos alimentos y los manipule y conserve siguiendo las recomendaciones del etiquetado: «Siempre que se respeten tanto la forma de consumo comercializada como las instrucciones presentes en el etiquetado no debe haber ningún problema». Además, aconseja que estos insectos, pese a que se tengan identificados, no se consuman fuera de una vía de compra y consumo «preestablecida, preetiquetada y preenvasada».
Sobre esta cuestión, desde la Aesan destacan que, «con el reglamento sobre nuevos alimentos, la Comisión Europea se asegura de que los nuevos alimentos, como los insectos, sean seguros para los consumidores y estén debidamente etiquetados«. Añaden además que la información alimentaria obligatoria «debe estar disponible tanto para los alimentos envasados como para los no envasados» y que la indicación de alérgenos también «es obligatoria».
En cuanto a las alergias alimentarias de los insectos como nuevos alimentos y a las precauciones que deben tomarse al respecto, el portavoz de la SEEN rompe una lanza a favor del reglamento que controla la entrada de insectos en el mercado: «Los nuevos alimentos, en general, suelen ser más seguros desde el punto de vista alergénico y toxicológico que los clásicos, ya que se han incorporado al mercado con unas regulaciones y unos controles que no tenían en su momento los tradicionales».
¿QUIÉN DEBE TENER CUIDADO FRENTE A POSIBLES ALERGIAS?
Dicho esto, pone el foco en que, según se conoce hasta la fecha, se recomienda a «las personas alérgicas a los crustáceos» que tomen precauciones a la hora de consumir insectos. «Al fin y al cabo son artrópodos y tienen exoesqueleto», apunta Botella.
También la Aesan hace un llamamiento en este sentido y apunta que la EFSA ha concluido que el consumo de las proteínas de insectos evaluadas puede dar lugar a reacciones alérgicas, «especialmente en personas con alergias conocidas a los crustáceos, ácaros del polvo y, en algunos casos, a moluscos«.
Pese a todo esto, Berbel pone sobre la mesa un matiz que debe tenerse en cuenta: «Al contrario de lo que ocurre con otros alimentos que se han analizado durante muchísimo tiempo, no contamos con un registro longitudinal en el tiempo de cómo estos insectos pueden estar relacionados con la aparición de procesos de alergia, intolerancia o malabsorción». Por este motivo, señala: «Recomiendo al usuario siempre que si observa reacciones cutáneas o cualquier proceso susceptible de algún tipo de alergia valore que pueda deberse al consumo de insectos».
Fuente:https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2023/02/27/63f203c3fdddff88568b4573.html
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