San Rafael, Mendoza viernes 29 de marzo de 2024

Las veces que se ha acabado el mundo. (II de II) – Por:.Beatriz Genchi

En la misma época, una secta aparecida en los setenta, Heaven’s Gate, en California, estaba convencida que la llegada de la cometa Hale-Boop en 1997 sería el primer paso del fin. Justo después llegaría un ovni, en el cual sólo unos pocos privilegiados conseguirían embarcarse y huir del desastre. Para prepararse a este viaje interestelar, en marzo de ese año, unas 39 personas, se suicidaron en masa con un cóctel de barbitúricos (y vodka). Los encontraron tumbados en literas con zapatillas nuevas y la maleta hecha.

Asia es uno de los continentes donde las sectas apocalípticas tienen más seguimiento. Digno de mención es el caso del pastor coreano de la Iglesia Misionaria de Tami, Lee Jang Lim, que pronosticó que el 29 de octubre de 1992 tendría lugar el temido Armagedón. En los días previos se calcula que 100.000 personas, víctimas del pánico, abandonaron sus familias y se congregaron en centenares de iglesias fundamentalistas….¡después de haber donado todos sus bienes a Lim! Un mes antes de la fecha prevista, Lim fue detenido por las autoridades coreanas por violar las leyes en el mercado de divisas. Se descubrió que había invertido parte de los donativos, estimados en cuatro millones de dólares, en unos fondos de inversión que darían sus frutos, en 1995 (tres años después de la destrucción).

Y si una previsión no funciona… ¡entonces mejor hacer varias! Nostradamus escribió varios pronósticos, pero debido a su lenguaje críptico no se ha conseguido aclarar la exactitud de los mismos. Ya indicó en el 1999 el regreso del Rey del Terror. Ahora su visión más lejana (y más optimista) sitúa la destrucción del mundo para el año 3797. Los testigos de Jehová también son autores de varias apuestas catastróficas: 1881, 1914, 1925, 1941, 1966, 1984, 1994. Edgar Whisenant, ex ingeniero de la Nasa, consiguió vender más de cuatro millones de ejemplares de un libro titulado: 88 Reasons Why the Rapture Will Be in 1988, pronosticando para ese año la llegada de la resurrección final. Ante el fracaso de su previsión, Whisenant volvió a dar otras fechas para el juicio divino: 1989, 1993 y 1994 (por cierto, con el pasar del tiempo sus argumentos perdieron fuerza, también numérica. Su libro siguiente se titulaba: 23 reasons why a pre-tribulation rapture looks like it will occur on Rosh-Hashanah 1993).

Estados Unidos es otro país donde las predicciones catastróficas, aún hoy en día, tienen muchos adeptos. Elisabeth Clare tuvo una cierta popularidad a finales de los años ochenta y principios de los noventa. Participó en numerosos programas de audiencia, ilustrando sus teorías apocalípticas de una guerra nuclear. Temiendo lo peor, los miembros de su organización espiritual construyeron en Montana varios refugios antiatómicos, entre los más grandes del mundo. Las predicciones de Clare tuvieron tanto éxito al punto que consiguió el premio IG Nobel, un galardón que se concede a los estudios científicos más absurdos y sorprendentes. Harold Camping ex ingeniero, pastor de una iglesia evangélica norteamericana, consiguió una movilización masiva en su país gracias a la radio (era presidente de una cadena con más de 150 frecuencias). La fecha escogida para el diluvio universal fue el 21 de mayo del 2011, según su interpretación de la Biblia. Se organizaron caravanas y campañas de sensibilización que se revelaron inútiles, porque el mundo siguió exactamente como antes.

¿Por qué los humanos insistimos en poner fecha al fin de nuestra civilización y persistimos en el error? Según Kant, el ser humano está obsesionado con poner una fecha, ya que está obligado a aceptar que el mundo tiene una duración limitada. Andrea Tagliapietra, profesor de historia de la filosofía en la Universidad San Raffaele de Milán, es autor de un libro sobre este tema Icone della fine (y, además, es traductor de Joaquín de Fiore, teólogo autor de una profecía apocalíptica para el año 1260). “La Biblia condiciona de manera profunda nuestra concepción de lo que tiene sentido. Es el gran código de la imaginación occidental. No hay que olvidar que es un libro que tiene una génesis y también un final”, recuerda. En su opinión las previsiones apocalípticas han ido evolucionando con el tiempo. “Platón y Aristóteles pensaban en catástrofes cíclicas, al fin de las cuales todo volvía a empezar. En el mundo antiguo, se hablaba de un mundo nuevo, de la llegada de una nueva Jerusalén. En cambio, en la cultura occidental, al fusionar las formas conceptuales griegas con el imaginario bíblico, se considera al Apocalipsis como final de todas las cosas, sin auténtica salvación. Hay castigo, pero sin juicio. Sin bien, ni mal, sin Dios. Y es un argumento seductor, porque si veo el final quiero decir que, de alguna manera, sobrevivo”, dice este filósofo. El desarrollo científico no debería habernos hecho menos incrédulos? Contesta Tagliapietra: “El hombre moderno proyecta sobre el exterior lo que en realidad es una crisis social. Estamos atrapados en un sistema, el capitalista, que nos promete desarrollo infinito y progreso técnico, pero nuestros recursos son limitados. Y esta frustración desemboca en unas previsiones catastróficas, curiosamente casi todas centradas en la acción de agentes externos”, cuando, como recuerda Javier Armentia, astrofísico y director del planetario de Pamplona, “el elemento más devastador al final, somos nosotros”.

Respecto del 21 de diciembre 2012; “Ninguna civilización anterior tenía los conocimientos que la ciencia dispone en la actualidad”, precisa, tajante, David G. Cerdeño, investigador del CSIC-Instituto de Física Teórica de la Universidad Autónoma de Madrid. Según el astrofísico holandés Piers van der Meer lo que había que esperar era una explosión solar; para el 2014, su colega ruso Habibullo Abdusamatov, que trabaja para la Estación Espacial Internacional, pronosticaba el comienzo de una nueva edad de hielo.; y para el 2016 el climatólogo estadounidense James Hansen, jefe del Goddard Institute of Space en Nueva York daba por cierto que la mayor parte de la tierra quedará inundada. Y, para el 2018, la guinda final: Nostradamus ya nos tenía preparada una guerra nuclear…

Entonces digo que esto sea solo información y entretenimiento.

Así que a vivir la vida, que son dos días.

Gentileza:

Beatriz Genchi

Museóloga – Gestora cultural.
bgenchi50@gmail.com

Puerto Madryn – Chubut.

 

 

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