San Rafael, Mendoza viernes 26 de abril de 2024

Cuando invade la nostalgia – Por:.Beatriz Genchi

Me encantó re leer sobre el Emperador Pedro II de Brasil. Apodado «El Magnánimo», fue el segundo y último monarca del Imperio brasileño, habiendo reinado en el país durante un período de 58 años.

Es… increíble pero él fue, el polo opuesto de los estereotipos que la gente tiene de la nobleza y de quienes han nacido en el poder. A lo largo de sus cincuenta años de reinado, Pedro no deja de cambiar, evolucionar y mejorar, su gobierno envejece como un buen vino. Preocupado al principio por su falta de herederos -todos los hijos de Pedro mueren jóvenes y sólo le quedan hijas-, acaba por aceptar el hecho de que su dinastía desaparecerá con él.

De hecho, Don Pedro prefiere que sea así. Cree que no está bien que él ostente el poder y le gustaría que Brasil se transformase en una república. Pero ya que está en el poder, decide simplemente hacer lo mejor que puede y eso es lo que hace. Pedro contribuye a abolir definitivamente la esclavitud en Brasil, en contra de los deseos de las élites adineradas. Invierte MUCHO en ciencia y en la educación de los brasileños. Recorre el mundo, desde Europa a Oriente Medio, Egipto, América… conoce y entabla amistad con Charles Darwin, quien dice: «El Emperador hace tanto por la ciencia, que todo hombre de ciencia está obligado a mostrarle el máximo respeto». El famoso escritor Victor Hugo le dice a Pedro: «¡Señor, es usted un gran ciudadano, es nieto de Marco Aurelio!».

A pesar de haber heredado un imperio al borde de la desintegración, Pedro II transformó Brasil en una potencia emergente a nivel internacional. La nación creció de forma distinta a sus vecinos hispanoamericanos debido a su estabilidad política; a su libertad de expresión, que se mantuvo celosamente; al respeto a los derechos civiles y a su crecimiento económico regular así como por su forma de gobierno: una monarquía parlamentaria constitucional.

En el poder, Pedro se exigía mucho a sí mismo y a todos los políticos en los que delegaba tareas: les imponía un mínimo de ocho horas diarias, sin holgazanear. También aborrecía absolutamente el lujo, los bailes lujosos y las comidas caras. «Creo que los gastos inútiles están robando a la nación», se le citaba, y siempre que se le ofrecía un «aumento», el Emperador lo rechazaba, asegurándose de que su palacio gastara cada vez menos en cada año que pasaba. Mientras tanto, seguía construyendo escuelas, nombrando a científicos y eruditos para altos cargos y financiando las artes. En 1889, fue depuesto en lo que muchos consideran uno de los golpes de estado más innecesarios e injustificados del mundo…

A pesar de que no existía el deseo de un cambio en la forma de gobierno en la mayoría de los brasileños, el emperador fue apartado del poder por un súbito golpe de Estado que solo contaba con el apoyo de un pequeño grupo de líderes militares que querían una república gobernada por un dictador. Pedro II se había cansado, estaba desilusionado con respecto a las perspectivas del futuro de la monarquía a pesar del apoyo popular, y no apoyó ninguna iniciativa de restauración de la monarquía.

Cuando le dijeron que había sido depuesto, el Emperador se limitó a decir: «Supongo que esto es la jubilación. Está bien, de todos modos estoy cansado». Empacó sus pertenencias y se trasladó a Europa con su familia, donde murió apenas dos años después, en 1891.

El reinado de Pedro II tuvo un final poco común ya que fue depuesto cuando era muy querido por el pueblo y en la cima de su popularidad.

Los brasileños lloraron mucho al viejo Emperador, especialmente los esclavos que había liberado. Muchos lamentaban su partida y se lamentaban de que ningún político elegido después de Pedro se hubiera acercado a su grandeza.

Gentileza:

Beatriz Genchi

Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.

bgenchi50@gmail.com

Puerto Madryn – Chubut.

 

 

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