Cuatro de cada 10 de los 8000 millones de seres humanos que hoy habitamos la Tierra viven en China y en la India; en partes iguales. En los últimos días las cuestiones demográficas fueron noticia, no por un problema de densidad poblacional, sino por una cuestión de crecimiento poblacional. Mejor dicho, de falta de crecimiento poblacional. Ocurre que, en los últimos tiempos, en China la tasa de natalidad cayó al mismo nivel que la tasa de mortalidad. Este hecho, ¿debe generar alegría o preocupación?
Sobre el particular conversé con el mexicano Víctor Luis Urquidi Bingham (1919-2004), accidentalmente nacido en Francia, porque sus padres eran diplomáticos. Integró la delegación mexicana que en 1944, en Bretton Woods, fundó el Fondo Monetario Internacional y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, luego transformado en el Banco Mundial. En 1964 cofundó el Centro de Estudios Económicos y Demográficos del Colegio de México, y entre 1980 y 1983 presidió la Asociación Internacional de Economía.
–Desde el ámbito académico, usted impulsó las políticas de control de la natalidad.
–Le cuento. Un líder sudamericano había dicho que “gobernar es poblar”, algo que el presidente Luis Echeverría asumió en su campaña electoral como una meta del que sería su gobierno. En el Colegio de México yo había promovido el estudio de la demografía, particularmente por parte de Gustavo Cabrera y Raúl Benítez Zenteno. Sabía que el propósito presidencial no era una buena idea para promover el desarrollo económico. Aproveché una invitación del presidente para conversar, cursada al inicio de su gobierno, para tratar de convencerlo de las ominosas consecuencias que tendría para el país incorporar aquella frase como objetivo de un plan de gobierno. Fui suficientemente persuasivo para convencerlo de cambiar drásticamente su política de población, hacia el objetivo de “la familia pequeña vive mejor”.
–Todo esto debe ser fechado, porque parecería que en la década de 1960 el problema era la explosión demográfica. Y ahora parece que el problema es el contrario.
–¿A qué viene esto?
–A que en los países cuyo PBI por habitante es de los mayores del mundo hace rato que el crecimiento poblacional es mínimo, por no decir prácticamente inexistente. Y en Japón es negativo. Los cálculos demográficos de Naciones Unidas muestran claramente que todo el crecimiento poblacional se está produciendo en los países más pobres, de manera que la migración internacional llegó para quedarse. La cuestión es si se realiza en condiciones humanas o infrahumanas.
–El crecimiento poblacional, ¿es una buena o una mala noticia?
–Para Robert Thomas Malthus era una pésima noticia; para John Stuart Mill, todo lo contrario. ¿Cómo se explica esta diferencia? Sobre la base de la realidad de su época, a Malthus le preocupaba que las economías llegaran al estado estacionario, con mucha población y salarios paupérrimos. Varias décadas después, Stuart Mill afirmó que el estado estacionario podría ser una buena noticia si, controlando la natalidad, se fabricaba un contexto de mucho capital y poca mano de obra.
–Todo esto pertenece al siglo XIX. ¿Y ahora?
–Los temores que despertaba la demografía en mi época, en buena medida desaparecieron, porque la tasa de mortalidad continuó descendiendo, pero la tasa de natalidad mucho más. Espero que ninguna mujer se ofenda por lo que voy a decir, pero el aumento del ingreso por habitante y la irrupción de la mujer en la educación superior y en la fuerza laboral disminuyeron el tamaño de las familias, porque criar hijos es una actividad que demanda mucho tiempo.
–Volvamos a la cuestión. ¿Debemos festejar o preocuparnos si la población deja de crecer?
–No hay una respuesta única. Por una parte, pregúntele a quienes fabrican cunas para bebés, juguetes, leche o escarpines. Y también al gobernante que tiene a su cargo la seguridad social, o al empresario que administra una empresa de medicina prepaga. A los primeros la demanda les cae a pique; los otros se preocupan por las implicancias del envejecimiento de la población.
–¿Y en el plano laboral?
–Ahí quería llegar. Cada tanto aparecen agoreros informes, referidos a la pérdida de empleos que generará el cambio tecnológico, informes que desde el punto de vista histórico fallaron en sus pronósticos. Porque hoy en el mundo trabaja más gente que hace 50 o 100 años, claro que en labores diferentes.
–¿Hacia dónde va con esto?
–A que hay que ser congruente. Quienes viven preocupados por el futuro del trabajo deberían festejar el estancamiento poblacional, más allá de las importantes implicancias sectoriales, por ejemplo, el deterioro de la actividad de los sectores que producen bienes que demandan los infantes.
–Impacto que no aparece de la noche a la mañana.
–Hecho importante, porque permite la gradual modificación de la estructura de la oferta. La terminación de la producción de máquinas de escribir no generó ninguna crisis, porque los productores tuvieron tiempo para reconvertirse. La pandemia/cuarentena provocada por el Covid 19 generó múltiples dificultades mayores, precisamente por tratarse de algo inesperado, desconocido y peligroso.
–Me hizo acordar de algo. La Argentina está hoy poblada por 47 millones de habitantes. Algunos piensan que, para ser un país desarrollado, la población debería duplicarse. ¿Qué puede decir al respecto?
–Yo también lo escuché, y no solo referido a la Argentina, sino referido en general a países de baja densidad poblacional. No conozco posturas que fundamenten esta propuesta de manera sólida, pero en todo caso debería ser específica. Obviamente que la referida duplicación no podría surgir de nacimientos y fallecimientos producidos dentro del país, sino de un fenómeno migratorio. Y, al respecto no plantearía el debate pensando tanto en el número cuanto en la composición, por país de origen, edad, calificaciones laborales, etcétera.
–Pero, en principio, ¿la idea le “suena”?
–Quizá me equivoco, y en ese caso pido disculpas, pero no me suena para nada. El problema que tiene hoy la Argentina es la cantidad de gente –particularmente jóvenes– que migra o piensa migrar. Migrar no es una decisión fácil. Contrariamente a lo que suele pensarse, no solo emigran profesionales, sino argentinos con todo tipo de habilidades laborales. Sabiendo que van a trabajar duro, al principio en puestos laborales que a los nativos de los otros países no les interesan.
–Don Víctor, muchas gracias.
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