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Se trata de microorganismos vivos que, cuando se consumen en cantidades adecuadas, tienen una influencia positiva en la salud del individuo; beneficios y en qué alimentos encontrarlos
Si bien están presentes en algunos alimentos fermentados desde hace tiempo, los probióticos empezaron a sonar fuerte y a ganar popularidad durante la pandemia de covid que azotó al mundo desde el 2020. Su rol en la defensa del organismo hizo que la población general se interesara en su acción. Sus beneficios van más allá ya que son variados y es por eso que cada vez más gente los adopta dentro de sus hábitos.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO/OMS) se trata de “microorganismos vivos que, cuando se consumen en cantidades adecuadas, tienen una influencia positiva en la salud del individuo”. Diego Wappner, médico especialista en medicina interna y clínica médica (M.N. 82.448) y director de la diplomatura universitaria en Riesgo Cardiometabólico y Renal en Diabétes en UCES (Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales), explica que “son alimentos o suplementos que contienen microorganismos vivos, como bacterias o levaduras, destinadas a mantener o a mejorar las bacterias buenas, es decir, la microbiota normal del cuerpo y que, al consumirlos, pueden proporcionar beneficios para la salud”. La función más importante de la microbiota es evitar infecciones, contribuir en la maduración del sistema de defensas y del sistema nervioso central. Además, participa en la producción de vitaminas, aminoácidos y neurotransmisores.
Su consumo regular aporta otros beneficios: “interfieren con las potenciales bacterias malas de la flora intestinal, llevándolas a un equilibrio de coexistencia; mejoran la función de barrera, es decir, impiden la absorción de microorganismos dañinos para la salud; regulan el sistema de defensas locales y producen neurotransmisores, que son sustancias que mejoran la comunicación entre las células”, afirma Diego Wappner. Su acción se percibe no sólo en la microbiota, sino también en componentes celulares del eje intestino-cerebro, alianza clave para regular conductas vinculadas a los hábitos alimentarios.
“Algunos alimentos fermentados, como el pan de masa fermentada y la mayoría de los vegetales en conservas de sal o vinagre, se procesan después de la fermentación, lo que mata a los microorganismos. Si éstos no están vivos, no proporcionan los mismos beneficios que los vivos, y no se consideran probióticos”, advierte. También aclara que, a ciertos alimentos no fermentados, se les suman microorganismos. “Estos alimentos incluyen algunos cereales, jugos, leches, barras nutritivas, batidos y leche en polvo para bebés y niños pequeños. Si estos alimentos proporcionan beneficios probióticos depende de los tipos y de las cantidades de microorganismos que contengan”, añade.
Sin embargo, el médico clínico aconseja prestar atención, ya que no todos los alimentos y suplementos dietéticos etiquetados como probióticos han demostrado ser beneficiosos para la salud. “Los suplementos dietéticos etiquetados como probióticos contienen una amplia variedad y cantidad de microorganismos. Muchos de estos suplementos no se han estudiado, por lo que se desconocen sus efectos sobre la salud”, señala Wappner.
Un artículo de revisión realizado por un equipo de investigadores canadienses y publicado en la revista científica Advances in Nutrition de la Sociedad Estadounidense de Nutrición, sobre los efectos del yogur probiótico versus el yogur convencional, demostró los beneficios del primero en la protección de enfermedades cardiometabólicas, como la diabetes y la obesidad, y también sobre el sistema digestivo y las defensas. “Sin embargo, no sólo existe ambigüedad con respecto a las cepas y las dosis exactas de los probióticos que producirán efectos positivos para la salud, sino también factores como la inmunidad y la genética de cada persona que podrían influir en la eficacia de los probióticos. Por lo tanto, se requieren más estudios para comprender los mecanismos por los cuales estos pueden afectar beneficiosamente al sistema cardiovascular y a diversas otras enfermedades”, aclara el médico clínico. Hay investigaciones desarrolladas sobre el efecto antioxidante del consumo de yogur enriquecido con bacterias en pacientes diabéticos. El yogurt con probióticos puede consumirse en el almuerzo o en la cena y la licenciada en Nutrición, Sempé aconseja agregarle frutas o frutos secos para mejorar su valor nutricional.
También se encuentran probióticos en el kéfir, una leche fermentada que, para quienes no consumen lactosa, está la versión en agua. El kéfir “es una muy buena fuente de calcio y de vitaminas. Tomado en ayunas tiene una mejor absorción”, agrega Claudia Sempé.
Otra fuente de probióticos, cuyo consumo no es muy frecuente en la Argentina es el natto, un alimento japonés elaborado con porotos de soja que se fermentan. “Rico en probióticos, tiene fibras, proteínas y vitamina K, importante para la coagulación sanguínea”, describe la nutricionista.
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El kimchi es otro alimento que aporta probióticos. Consiste en una preparación de verduras fermentadas, con repollo y cebolla, de origen coreano. “Tiene probióticos, vitamina C, y fibras que mejoran la función del intestino y antioxidantes”, añade.
El chucrut también contiene los microorganismos saludables para la salud. Es repollo fermentado que se usa como guarnición o como plato principal. “Contiene vitamina C, fibras, antioxidantes y es muy rico en probióticos. Mejora la función inmunológica”, destaca la profesional. Estos alimentos se mantienen refrigerados para prolongar su vida útil. “Se consumen diariamente para que su ingesta se vuelva rutina. O pueden ingerirse tres veces por semana. A veces los alimentos muy ricos en probióticos o en fibras pueden inflamar y producir gases. Entonces, se limitan a tres veces por semana”, indica la nutricionista.
Para mejorar la microbiota intestinal, la profesional recomienda consumir alimentos con probióticos y también con prebióticos, sustancias que benefician el crecimiento de los probióticos. “Los prebióticos son un tipo de fibra. Se utilizan para alimentar a los probióticos. Ayudan a que el probiótico se mantenga por más tiempo en el intestino. Los prebióticos se encuentran en verduras de hoja verde, como la espinaca, la achicoria, la acelga, en frutas como el plátano, la manzana y la pera, en legumbres como lentejas o porotos. También en alimentos con fibra, como la avena, la fruta, la cebada. Mejoran la función digestiva y reducen el riesgo de padecer enfermedades crónicas como la obesidad y la dislipemia”, apunta Claudia Sempé.
Si bien los probióticos sumarían beneficios frente a diversas enfermedades y, especialmente, para conservar la salud cardiovascular, como en todo, en medicina no hay una fórmula generalizada para toda la población, sino que es el médico quien debe tener en cuenta las particularidades de cada paciente para indicar el consumo adecuado y su forma de administración. “En relación a la elección y al uso de probióticos no hay recomendaciones particulares para su uso en personas sanas. Si uno se decide a utilizarlos, hay que pedir consejo a su médico sobre cuál elegir, qué dosis tomar y durante cuánto tiempo hacerlo. Siempre hay que verificar las etiquetas de los productos para ver la fecha de vencimiento y seguir las instrucciones de almacenamiento”, destaca Diego Wappner.
En síntesis, los hábitos saludables, es decir, mantener una dieta sana -como puede ser la mediterránea-, una optimización del peso, la práctica de actividad física programada y, eventualmente, la ingesta de suplementos o alimentos ricos en probióticos, son claves para mejorar la salud cardiovascular.
Múltiples beneficios
- En dermatitis atópica o eccema. Ingeridos durante el embarazo de la madre y la infancia del niño, los probióticos disminuyen la probabilidad de aparición de la afección común en los más pequeños, así como de la gravedad de sus síntomas.
- En diarrea infecciosa en niños y diarrea relacionada con los antibióticos. El consumo de probióticos acorta los episodios en niños y baja la probabilidad de su aparición en personas de menos de 65 años que toman antibióticos.
- En enfermedad intestinal inflamatoria. Se trata de un trastorno crónico que abarca la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn. “Tomar probióticos con los medicamentos específicos de estas enfermedades puede reducir los síntomas”, afirma Diego Wappner.
- En caso de síndrome de intestino irritable. Más habitual de lo pensado, el trastorno se traduce en dolor de estómago y molestias frecuentes, distensión abdominal, cambios en la frecuencia de las deposiciones y diarrea. “Las causas no están claras pero las personas con este síndrome pueden tener demasiados microorganismos malos y muy pocos microorganismos buenos en el intestino. Tomar probióticos podría reducir los síntomas”, afirma el médico clínico.
- Colesterol alto, hipertensión arterial y diabetes. Presentan un aumento de riesgo de enfermedad cardíaca al bloquear el flujo de sangre al corazón. En estos casos, los probióticos -especialmente los lactobacilos y los acidófilos- disminuyen el colesterol total y el malo. “También hay estudios que demuestran cierta evidencia en reducir levemente la presión arterial y los niveles de glucosa en sangre”, advierte el especialista.
- Obesidad. Se está investigando su acción en el peso corporal y en la obesidad. Ya hay estudios que confirman su papel en la leve reducción del peso o de la grasa corporal.
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