Un laboratorio de EEUU intercambia las proteínas S de las variantes y descubre una mutación que hace más leve la segunda
De un año a esta parte el mundo ha aprendido a convivir con ómicron y sus ‘descendientes’. Y así, desde diciembre de 2021, poco a poco las nuevas caras de esta cepa del SARS-CoV-2 han empezado a encontrar su hueco. Si bien se han dado algunos brotes de casos, cada vez impactan menos y en ello ha tenido mucho que ver la inmunidad natural (reinfecciones) y la adquirida (vacunas).
Sin embargo, los investigadores no cejan en conseguir toda la información de este virus que un día consiguió parar el mundo. Recientemente, el trabajo de un grupo de científicos de EEUU, publicado en Nature, apuntaba por qué ómicron era menos virulenta que su ancestro de Wuhan. Hasta ahí, nada nuevo. Lo original del desarrollo de su teoría es que se hizo en un laboratorio manipulando el virus. Y, claro, surgen las suspicacias. ¿Es útil? ¿Seguro?
En los laboratorios de alta seguridad de la Universidad de Boston (BU) tuvo lugar el trabajo del equipo de Da-Yuan Chen, Chue Vin Chin, Alexander H. Tavares, Nazimuddin Khan, Hasahn L. Conway y Mohsan Saeed, que demostró que hay una mutación, conocida como NSP6, que convierte al virus en menos letal en ratones. En concreto, hasta un 80% menos. Esto podría suponer una vía de desarrollo para posibles nuevos abordajes de vacunas y tratamientos.
¿POR QUÉ ES MÁS LEVE LA VARIANTE ÓMICRON?
Centrarse en por qué ómicron ha encontrado un nicho donde sobrevivir y cómo los humanos nos hemos adaptado a ella sin que surjan nuevas cepas bien diferentes es algo que se preguntan los científicos. «Ha causado una enfermedad relativamente menos grave«, sostiene Saeed. «¿Qué tiene de especial ómicron que inflige una enfermedad más leve? Así es como comenzó este proyecto: queríamos responder a esa pregunta».
En un centro seguro en los Laboratorios Nacionales de Enfermedades Infecciosas Emergentes (NEIDL) de BU, los investigadores comenzaron observando la proteína de espícula (S) del virus, una molécula que ayuda al SARS-CoV-2 a invadir una célula y comenzar su infección, y que también es la diana de las vacunas. Una de las razones del enfoque en la espícula es que los científicos habían determinado que era el principal diferenciador entre ómicron y el virus original: la mayoría de las mutaciones se concentraron ahí.
Para Saeed, uno de los autores del experimento, como recoge un comentario enThe Brink, «este es un trabajo importante que muestra que la proteína Spike solo tiene una contribución mínima a la menor patogenicidad de ómicron, y que las mutaciones en otra proteína, NSP6, juegan un papel esencial«.
Otro de los coautores, Jonathan Li, apunta: «Estudios como este nos están ayudando a comprender qué partes del genoma viral afectan la patogénesis, algo que aún no sabemos». Además, expone que, por ejemplo, no está claro por qué la subvariante BA.5 superó fácilmente a BA.
Luis Enjuanes, jefe del laboratorio de Coronavirus en el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, explica a este medio la utilidad que tienen este tipo de trabajos, bajo unas condiciones de seguridad. «En los laboratorios que tenemos los sistemas de ingeniería genética para modificar estos coronavirus sí se pueden llevar a cabo, claro».
Por otro lado, Iñaki Comas, investigador del Instituto de Biomedicina de Valencia del CSIC, en un breve comentario por correo electrónico, apunta que «estos ensayos son relevantes para evaluar una variante de interés. Pero es importante recordar que como modelo de laboratorio solo representa una aproximación de lo que puede ocurrir en la realidad. Aun así, indica la importancia de mirar mutaciones más allá de la proteína S».
¿HAY QUE ESTUDIAR ASÍ TODAS LAS NUEVAS VARIANTES DE COVID?
«Este tipo de ensayos en los que se intercambian genes entre dos virus, cuyo comportamiento se conoce, resultan muy útiles«, explica Enjuanes y apunta que «para saber si uno de los genes es responsable de una actividad concreta, como la virulencia, se intercambian entre los virus la proteína S y así ven el papel que tiene la S del ómicron actual en la virulencia. Resulta una forma muy precisa de hacerlo».
Alfredo Corell, catedrático de Inmunología de la Universidad de Valladolid, muestra sus reticencias. «Creo que no es útil, porque no se puede hacer con cada variante, porque cada vez que el virus infecta a una persona se empiezan a producir mutaciones. No sé qué sentido tiene que con cada nueva variante que se instale se haga este tipo de estudios«.
Enjuanes, al contrario, subraya que «son muy convenientes. De hecho, en este paper la conclusión que sacan es que la espícula del virus recombinante nuevo que generan, cuando combinando dos, es responsable de la transmisibilidad».
Las dudas de Corell están enfocadas en lo siguiente: «Si hacemos esto con todas las variantes que secuenciamos [las que más interés y casos acumulen, por ejemplo], iremos por detrás del virus, otra vez«.
Y pone el acento en el riesgo: «No cabe ninguna duda de que la manipulación en laboratorio de estos virus es muy arriesgada porque haciendo estas pruebas pueden aparecer nuevas variantes que no existen en la naturaleza y que si tuvieran un escape podrían producir. bueno, pues un desastre».
¿CUÁL ES EL RIESGO REAL DE ‘JUGAR’ A COMBINAR VARIANTES EN UN LABORATORIO CON EL FIN DE CONOCER AL VIRUS?
En este punto, el virólogo del CSIC explica que se debe aplicar el término científico de ganancia de función. «En caso de que en los laboratorios se dé con una variante potencialmente más virulenta de la que existe en la Naturaleza, se debe destruir. De hecho, si ocurre, debe hacerse antes de la publicación de las conclusiones halladas». Las dudas y la polémica surgen si en estos estudios hay peligro de crear virus nuevos potencialmente agresivos.
Urtzi Garaigorta de Dios, del Departamento de Biología Celular y Molecular del CNB, manifiesta que «según la variante, si hay evidencias de que dichas mutaciones confieren a la nueva variante una mayor patogenicidad in vivo, entonces, efectivamente hay una ganancia de función y por lo tanto de riesgo. Por lo que hay que notificar a las autoridades pertinentes para obtener los permisos y su aprobación antes de comenzar a realizar la investigación. Y, por supuesto, hay que realizar la experimentación en laboratorios de alta seguridad (BSL3, en el caso de que haya vacuna y/o tratamiento eficaz; o, BSL4, cuando no hay medidas protectoras efectivas)».
Ron Geller, del I2SysBio-Universidad de Valencia-CSIC, que también como Garaigorta trabaja con SARS-CoV-2 en el laboratorio, comenta el riesgo y explica los pasos del proceso: «Se están mezclando diferentes variantes. Dicho lo cual, si se hacen siguiendo las normas de bioseguridad correctas (y tras la aprobación de todos los comités de bioseguridad), la posibilidad de que se produzca algún escape es mínima, ya que las condiciones de bioseguridad para el crecimiento del SARS-CoV-2 recombinante son muy restrictivas«.
Además, Garaigorta recuerda que esto ha provocado polémicas en el pasado, sobre todo en EEUU. «Ya ocurrió hace años con la gripe aviar, cuando se planteó la generación de virus de la gripe altamente patogénicos procedentes de cepas aviares para su estudio y caracterización con la finalidad de estar preparados para futuras pandemias de gripe».
Fuente:https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2023/01/14/63c19c7e21efa01d188b4582.html
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