San Rafael, Mendoza martes 16 de abril de 2024

Lacalle o los Fernández? – Por:. Dip. María José Sanz

Este año se cumplen ni más ni menos que 40 años desde la recuperación de la democracia en 1983 con Alfonsín a la cabeza. Este aniversario, por su coincidencia con las elecciones presidenciales, le da a éstas una dimensión que otros comicios no han tenido. Este acto de reafirmación de nuestra memoria institucional pone a las elecciones en un nivel de exigencias diferente a las anteriores.
Es por eso que todo lo que tiene que ver con las instituciones de la república y de la democracia, toma un relieve muy especial que además de exigirnos balances y reflexiones, también nos empuja a encarar los desafíos de nuestra época convencidos y siguiendo los trazos gruesos marcados en aquellos años fundacionales.
Este debiera ser un año de homenajes y de reflexiones que nos orienten hacia profundizar la democracia y consolidar la república. Por eso la invitación a participar de la CELAC, realizada por el gobierno nacional, a los 3 dictadores de la región: Nicolás Maduro (Venezuela), Daniel Ortega (Nicaragua) y Miguel Díaz Canel (Cuba), constituyó una triple ofensa: al sentido democrático que hemos desarrollado en estas cuatro décadas, a la coherencia que exige la memoria sobre la última dictadura militar (la peor de todas las que nos tocó vivir), y a los hermanos latinoamericanos que han venido aquí huyendo de esos regímenes, cuya casi totalidad está conformada por venezolanos.
Fue impactante ver a los mercenarios militantes del kirchnerismo en el Sheraton confrontando con los exiliados venezolanos reclamando por sus propios derechos humanos, y por los derechos humanos de quienes lamentablemente no pudieron escapar del régimen chavista. Recordemos que 7 millones de venezolanos, sobre una población de 30 millones, ha huido del terror de Maduro. En el caso de Cuba, EE.UU reportó durante el 2022 en sus costas a poco más de 200 mil cubanos que querían ingresar de manera ilegal a ese país escapando del dictador Díaz Canel. Las recientes elecciones de Nicaragua, donde se cerraron medios independientes y se encarcelaron a todos los candidatos a presidente opositores a Ortega, marcan cuál es la tesitura de la última dictadura en instaurarse en nuestro continente.
Torturas, violaciones (a mujeres, hombres y niños), persecuciones, abusos, desapariciones, ejecuciones extrajudiciales y presos políticos forman parte de la dieta básica de estos regímenes que conforme pasa el tiempo, someten a sus poblaciones a peores condiciones de vida y a serias restricciones sobre sus libertades.
Tampoco debemos olvidar que entre las aberraciones contra la cultura democrática que este gobierno practica sistemáticamente, se cuenta la inauguración de un nuevo tipo de denuncia: la de la violación de los derechos humanos del Estado! Días atrás, Horacio Pietragalla Corti, el Secretario de Derechos Humanos de la Nación, denunció ante una azorada audiencia en la ONU, que los derechos humanos del gobierno de Alberto Fernández, pero más específicamente los de Cristina Fernández, habían sido violados por la oposición, la justicia y el complot mediático-empresarial. Un disparate total.
Históricamente ante la ONU han concurrido individuos, grupos o poblaciones para denunciar la violación de sus derechos por parte del Estado, pero jamás en sus más de 70 años de historia ocurrió lo inverso: que un Estado nacional denunciara que sus derechos habían sido violados por instituciones que funcionan bajo su órbita.
Quizás todo esto parece lejano, pero no lo es para nada. En el siglo XXI las democracias mueren por dentro, de a poco, por una asfixia lenta y sistemática que día a día va carcomiendo la transparencia institucional y viciando los valores republicanos. No da lo mismo invitar y homenajear a dictadores que no hacerlo. Afecta nuestra cultura política y por lo tanto algunas de nuestras proyecciones como nación.
En ese sentido no dejamos de hacernos eco de la actitud valiente, contundente y clara que tuvo el presidente del vecino Uruguay: Luis Lacalle Pou. No miró para otro lado, denunció contundentemente las situaciones de esos países, y les pegó un tirón de orejas a muchos presidentes y representantes diplomáticos que con su silencio no hacen otra cosa que naturalizar que en la política internacional da lo mismo una dictadura que una democracia.
Probablemente a más de uno se nos pasó por la cabeza: “ojalá mi presidente defendiera así las convicciones democráticas de su pueblo, mis convicciones democráticas”. Sería interesante que recordáramos esto cuando en las elecciones que vienen pensemos en quién y por qué votar.
Diputada María José Sanz

 

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