Alfredo Sainz
Los expresidentes bloquean la interna de sus agrupaciones; la vice prepara al próximo Alberto; el costo que Larreta está pagando por la incorporación de Redrado; las insólitas disposiciones fiscales del intendente de La Matanza
Cuando abandonó el palacio de La Moncloa, el sagaz Felipe González hizo notar que “los expresidentes son como los jarrones chinos en un pequeño apartamento: todos presumen que son valiosos, nadie se anima a tirarlos a la basura, pero incomodan en cualquier lado donde los ubique”. Cristina Kirchner y Mauricio Macri generan hoy ese problema a los demás dirigentes de sus agrupaciones. Con distintos argumentos, ninguno de los dos termina de renunciar a su candidatura. Tampoco admiten que la estén buscando.
La vicepresidenta, anteayer, encuadró mejor su jugada. Ahora se sabe que cuando dijo que no participaría en lista alguna, no estaba renunciando a competir. Estaba declarándose proscripta. Hasta ahora es una cuestión abstracta, porque ella no se postuló. Muchos políticos en su situación, con una condena provisoria, siguieron en carrera. Carlos Menem, por ejemplo, fue senador entre 2005 y 2021, con varias sanciones que no habían sido convalidadas por la Corte.
La discusión es ociosa. La declaración de la señora de Kirchner esconde una jugada política. Eso es lo que importa. Si ella ha sido proscripta, cualquier mandato alternativo es defectuoso. Es decir: la legitimidad del próximo presidente quedará menoscabada. Nada que sorprenda. El 9 de diciembre de 2015 ella misma, desde el balcón de la Casa Rosada, explicó que Mauricio Macri asumiría al día siguiente la Presidencia como desenlace de un proceso fraudulento: la Justicia, los medios, los fondos “buitres”, el gran empresariado, habían inoculado una patraña en la cabeza de la ciudadanía, que votó a un candidato equivocado. Por lo tanto, Macri no merecía que se le entregue el bastón de mando. Volvamos a Felipe González. Para él, la democracia es “una ética de la derrota”. Significa suponer que el pueblo, con toda lucidez, puede preferir a otro. Para Cristina Kirchner es una idea inconcebible por una razón elemental: el pueblo es ella. Cualquier resultado electoral que ignore esa simbiosis constituye una tergiversación.
El mensaje permite imaginar el tipo de relación que tendrá la vicepresidenta con el próximo gobierno. Si se trata de un gobierno ajeno al peronismo y, sobre todo, si se trata de un gobierno peronista. En otras palabras: la señora de Kirchner les avisa a Sergio Massa, a Eduardo “Wado” de Pedro, o a un candidato aun desconocido, que se preparen para ser un nuevo Alberto Fernández. Un jefe administrativo que deberá inclinarse ante la verdadera dueña de los votos. En rigor, el destino de ese sucesor de Fernández será todavía más mortificante. Estará bajo la tutela de quien sostiene un axioma subliminal y a la vez indemostrable: que ganó las elecciones sin siquiera haberlas disputado. Es el mito que pretende alimentar la denuncia de una proscripción.
El Presidente es, tal vez, el menos afectado por la novedad. Sigue sin renunciar a la reelección y, entre sus íntimos, afirma que su objetivo es enfrentar al kirchnerismo encabezado por su vice. En cambio, de Wado de Pedro y de Massa es posible que la vicepresidencia esperara otra reacción. No que aceleraran el paso cuando ella notificó que se retiraba del torneo. El ministro del Interior continúa su campaña, aprovechando anuncios e inauguraciones propias y de colegas del gabinete. Tuvo la astucia, además, de tomar distancia del fallo de la Corte a favor de la Ciudad: los que representaron al gobierno nacional en el litigio fueron él y sus colaboradores.
Massa se escuda en que sólo le importa la economía. Hace bien: el festival de emisión de este fin de año hace volar el dólar blue, con consecuencias preocupantes sobre la inflación y el nivel de actividad. El proselitismo de Massa, por ahora, sólo es en inglés. Sus promotores en la prensa extranjera insisten en que es candidato a presidente. Un ejemplo: hace dos semanas, en un sitio denominado “Intelligence Online”, un informe sobre compra de aviones consignó que Massa estaba fortalecido en sus ambiciones porque el Presidente había renunciado a otro mandato y porque la señora de Kirchner había sido condenada a seis años de prisión. En el Patria cayó pésimo. Allí no creen en la prensa independiente.
Los sindicalistas, gobernadores e intendentes del conurbano tampoco lanzaron ese operativo clamor que se esperaba de Massa y de De Pedro. Al contrario, comenzaron a reunirse para constituir un polo de poder ajeno a la vicepresidenta y a Fernández. El estratega de estos movimientos es el líder de la UOCRA, Gerardo Martínez. Hoy no tienen candidato, a pesar de las brumosas ambiciones del sanjuanino Sergio Uñac. Aunque la jugada va más allá de la puja electoral. Un sector de la CGT, ajeno a los Moyano, intenta nuclearse con el PJ más tradicional para negociar con quien asuma en 2023. Saben que el próximo gobierno tendrá que encarar reformas en el campo de la salud y del sistema laboral. Prefieren ofrecer un acuerdo gradualista.
Como la señora de Kirchner, Macri también es una incógnita molesta para su propio grupo. Ya se instaló en Cumelén, su “puerta de hierro”. En ese paraíso recibe gente a diario. ¿Va a competir? A uno le da a entender que sí, al siguiente le da a entender que no. Juega al póker. Se divierte. Eso sí: a gente a la que valora mucho ya le ha ofrecido cargos en un próximo gobierno, todavía muy conjetural.
El momento culminante de esa rutina patagónica será la reunión con Horacio Rodríguez Larreta, quien pasará unos días en el mismo club. La relación entre ambos tuvo alguna distensión. Macri se entrevistó con Edgardo Cenzón, quien fue su recaudador de campaña y hoy cumple la misma función para Larreta. Cenzón trabaja a la sombra de Nicolás Caputo, cuyas últimas novedades deben haber sido molestas para el expresidente, su hermano de la vida. Mirgor, la empresa de importación y ensamblado de electrónicos que Caputo tiene en Tierra del Fuego, anunció que se lanzará al mercado de las computadoras personales, ahora que Massa dispuso aumentar los aranceles del producto, garantizándole una protección adicional. La prebenda pudo haber inspirado en Macri cavilaciones retrospectivas. La más obvia: su gobierno tuvo el mérito de haber bajado el arancel de la importación de notebooks, para beneficio de los consumidores. En el círculo de Macri dejan trascender que recordó otros detalles. Aquel cumpleaños que uno de sus principales enemigos, el fallecido Jorge Brito, festejó en Miami rodeado, entre otros, por Massa, Caputo y Emilio Monzó. Al parecer, al expresidente le informaron que, ya retirado de la Cámara de Diputados, Monzó se hizo cargo de algunas gestiones de lobbying para Caputo. Mientras se extasía con la visión del Nahuel Huapi, Macri dibuja en su cabeza el mapa de esos túneles.
Contra lo que afirman las habladurías, la charla con Cenzón se refirió a criterios generales. Macri le hizo llegar a Larreta tres consejos. O tres condiciones:
- Que acepte la competencia con Patricia Bullrich o, llegado el caso, con él mismo.
- Que la Ciudad debe quedar en manos del Pro; Macri se abstiene de sugerir que sea en manos de su primo.
- Que, si llega al gobierno, arme un equipo con un 80% de gente que ya pasó por la función pública.
La última recomendación es interesante. Contiene la obvia picardía de que, para llegar a ese 80%, Larreta deberá ser generoso en el reparto interno. Pero también implica una autocrítica: muchos de los de la última gestión de Cambiemos se debieron al amateurismo de los funcionarios. Por ejemplo, los desaguisados de la AFI, que se perpetúan en causas judiciales.
A propósito de esa gestión, un pormenor marginal: organismos de vigilancia de los Estados Unidos encendieron una alarma por operaciones inmobiliarias realizadas en Miami por alrededor de 18 millones de dólares. Propiedades puestas a nombre de sociedades. Las autoridades se preguntan por un tal Nisembaum. Nadie aclara si es el mismo Nisembaum, Hernán, que oficiaba como relacionista público de Gustavo Arribas y Silvia Majdalani.
Larreta no respondió a las sugerencias de Macri. Sigue en su campaña. El último acto fue sumar algunas figuras al gabinete porteño. Entre ellas, a Waldo Wolff: es un gesto del jefe político de Wolff, Jorge Macri, quien busca la pacificación con el alcalde. La otra adquisición fue Martín Redrado, quien se encargará de Asuntos Estratégicos de la municipalidad. Peronistas memoriosos elogiaban ayer la humildad de Redrado, citando aquella anécdota de Perón de enero de 1974. Fue cuando un grupo de concejales, encabezados por Miguel Unamuno, le reprochó recibir a Augusto Pinochet. Perón les explicó: “Yo tengo dos obligaciones: la política exterior y la defensa. Y ustedes en el Concejo Deliberante tienen tres: alumbrado, barrido y limpieza”. Redrado, celebraban ayer, aceptó comenzar por el ABL, con la vista puesta en la Cancillería.
Entre los economistas, en cambio, la incorporación de Redrado desató sobre Larreta una impresionante lluvia ácida. Basta recorrer las cuentas de Twitter de algunos de ellos como Marcos Buscaglia, Diana Mondino, Lucas Llach o Guido Sandleris, para advertir el costo que está pagando el candidato. Lo más notorio es que algunos de ellos, como Sandleris o Llach, forman parte de los equipos de Larreta.
El paso de Redrado desató también para él una nueva tormenta personal. Luciana Salazar expuso problemas por el pago de alimentos para su hija. ¿Hubo un asesoramiento legal? Porque no parece un reproche azaroso: una vieja ley porteña prohíbe que un deudor de alimentos ejerza la función pública. Otra vez: proscripción. El resto son minucias. La severísima Ley de Integridad de la Ciudad exigirá a Redrado exponer sus relaciones profesionales y comerciales para evitar incompatibilidades. José Luis Manzano ha perdido un financista.
Los rumores del ocioso Cumelén referían ayer una visita de Hernán Lacunza a lo de Macri. Hablaron de números. ¿Menciones a Redrado? Cero. ¿Para qué sembrar cizaña? Macri se sigue divirtiendo.
Ajeno a las insidias, Larreta mantiene su plan: que su candidatura tenga el máximo nivel de respaldo interno. Con ese espíritu participó del cumpleaños de Elisa Carrió, el lunes pasado. Fue con su pareja, Milagros Maylin, y se lo vio más que distendido. Hasta cantó, a voz en cuello, “Rasguña las piedras”. Alguien a su lado murmuró: “Estamos a punto de perder miles de horas de trabajo y toda una estructura”. Pero el alcalde seguía desentonando. Su presencia fue significativa porque las listas de invitados de Carrió no son inocentes. Por ejemplo: a Macri y Patricia Bullrich nadie les avisó. A diferencia de Hernán Lombardi, que no pudo asistir. Hoy es el principal vínculo entre Carrió y Macri.
Entre los que agasajaron a la exdiputada estuvieron, por supuesto, toda la Coalición Cívica; los radicales Mario Negri; Luis Naidenoff y Carolina Losada; y Maximiliano Abad y Marina Sánchez Herrera. Del sector de Martín Lousteau, sólo su primo, Guillermo Laje. Alfonso Prat-Gay mandó saludos desde el sur. Estaba su socio, Pedro Lacoste. También concurrió Mariano Federici, el extitular de la UIF. ¿Amigos de Macri? Sólo Javier Campos. Del larretismo se vio a Fernán Quirós, María Migliore, Carmen Polledo, Mario Quintana, Silvia Lospennato y el “huemul” Marcelo D’Alessandro. Y dos aportantes de diversidad: Diego Santilli y Álvaro González.
Carrió demostró que esa noche estaba para recibir regalos, no para hacerlos. “No tengo todavía candidato a presidente ni a gobernador”, dijo. La cuestión de la gobernación, como se notó en las conversaciones de esa noche, es clave para Juntos por el Cambio. El año que viene esa alianza está amenazada en la provincia por Javier Milei. Allí el candidato de la ultraderecha registra 15% de intención de voto. Una encuesta de la semana pasada reveló que habría un giro conservador muy curioso. De cada tres consultados, uno se define como de centroderecha y el otro como de derecha. Prevalecen los que están a favor de la intervención del Ejército en Seguridad, y en contra de la legalización de la marihuana y del aborto. Junto a Milei, la candidata más apreciada es Bullrich.
El peligro de la división de la propia base electoral está alentando en el Pro conversaciones con Milei. El objetivo es unificar de algún modo la candidatura a gobernador. El problema radica en que la ley no permite que dos fuerzas lleven a un mismo postulante. Las negociaciones están a cargo de Joaquín De la Torre y, sobre todo, de Diego Valenzuela. Para entender mejor: Milei y Valenzuela fueron compañeros de estudio en Ciencias Económicas. De la Torre y Valenzuela aspiran a la gobernación.
Además de estos movimientos, Juntos por el Cambio ha reforzado su campaña en La Matanza a favor de Eduardo “Lalo” Creus. Allí un equipo indagó a fondo la administración peronista de Fernando Espinosa. Aparecieron fenómenos psicodélicos. Por ejemplo, el intendente tiene asignados 8000 millones de pesos para “Obligaciones Contingentes”. Otro: si un avisador de vía pública alquila sus carteles al municipio, se le reduce en 75% la tasa impositiva. Si, en cambio, los alquila a un partido opositor, la tasa se duplica. Diría Cristina Kirchner: proscripción.
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