El fármaco lecanemab impacta de forma moderada en el avance de la enfermedad de Alzheimer en estados precoces. Los resultados que ya avanzó el laboratorio hace dos meses se han consolidado con la publicación de los mismos en la revista médica The New England Journal of Medicine y la presentación en la comunidad médica en la convección que tiene lugar en San Francisco estos días.
En octubre, los datos que se avanzaron del estudio completo levantaron las expectativas de los neurólogos en un campo en el que las ‘buenas noticias’ son escasas. Entonces, apuntaron la reducción de un 27% el deterioro cognitivo en las etapas iniciales. Esta cifra, anunciada por las compañías farmacéuticas responsables de su desarrollo Eisai (japonesa) y la estadounidense Biogen, se acogió con esperanza a la espera de que se consolidara con los detalles de la investigación al completo del anticuerpo monoclonal.
Ahora, el ensayo que publica NEJM apunta que «el fármaco redujo los marcadores de amiloide en la enfermedad de Alzheimer temprana y resultó en una disminución modestamente menor en las medidas de cognición y función que el placebo a los 18 meses, pero se asoció con eventos adversos. Se justifican ensayos más largos para determinar la eficacia y seguridad».
Juan Fortea, coordinador del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología, en conversación con este medio antes de la publicación de los resultados definitivos ya advertía de que los resultados del anticuerpo monoclonal iban a suponer «un antes y un después, esto va a cambiar el campo radicalmente. Evidentemente es un tratamiento que no cura la enfermedad, solamente los ralentiza un 27%«. Pero señalaba que en fases precoces de la neurodegeneración ya es mucho porque se le ofrece calidad de vida a los pacientes.
El autor inicial del diseño del fármaco hace casi dos décadas, el geriatra sueco Lars Lannfelt apuntaba a EL MUNDO hace unas semanas que «mi idea era atacar las formas solubles de beta-amiloide, que llamamos protofibrillas, que vimos en la mutación ártica. Son las protofibrillas las que posteriormente crecen, se expanden y forman placa». Esto es, impedir que la proteína dañina, la beta-amiloide, se acumule en el cerebro en forma de pequeños bultos, conocidos como placa.
En este sentido, Marc Suárez-Calvet, neurólogo e investigador del Grupo de Investigación en Fisiología de la Cognición y Prevención del Alzhéimer del IMIM-Hospital del Mar, apunta a SMC que «el lecanemab, a diferencia de otros anticuerpos anti-amiloide, tiene una especial afinidad para las protofibrillas solubles del amiloide, que probablemente tienen un efecto tóxico en el cerebro. Esta característica es posiblemente una de las razones de sus buenos resultados». Fortea, tras la publicación de los resultados, explica a este medio que «los resultados son muy consistentes«, y recuerda que «dentro de que la eficacia es modesta, un 27% es mejor que 0%».
«Si bien es cierto que el estudio demuestra un menor declive cognitivo en los pacientes tratados con lecanemab, habrá que determinar cuál es la relevancia clínica. Una diferencia de 0.45 en la escala del CDR-SB [Valoración Clínica de Demencia], que tiene un rango de 0 a 18, puede parecer menor. Sin embargo, pequeños cambios en la cognición pueden tener un gran impacto no solo en la autonomía de los pacientes, sino también en sus cuidadores y cuidadoras. Por otra parte, debemos tener en cuenta que el ensayo investiga el efecto del fármaco después de administrarlo durante 18 meses. Habrá que llevar a cabo estudios de más larga duración para determinar el efecto a largo plazo», añade el también responsable del Grupo de Biomarcadores en Fluidos y Neurología Traslacional del Barcelona Beta Brain Research Center en la Fundación Pasqual Maragall.
EFECTOS SECUNDARIOS A TENER EN CUENTA
Los detalles que esperaban los neurólogos tienen que ver con cómo actúa el fármaco, los efectos secundarios, el perfil de seguridad y la determinación de los pacientes que mejor se beneficien de su administración. En este sentido, en las conclusiones del artículo del NEJM se apunta a ellos. Fortea se manifiesta tranquilo antes los efectos secundarios referidos, «el safety profile que han enseñado parece razonable».
Suárez Calvet señala que «No existen diferencias en el número de fallecidos o el número total de efectos adversos entre el brazo tratado con lecanemab y el placebo. Sin embargo, sí existe una mayor proporción de anormalidades de las imágenes relacionadas con amiloide (ARIA). Aunque estas alteraciones no son graves en la mayoría de los casos, deben ser estudiadas en detalle«.
Asímismo, se ha publicado recientemente que dos personas incluidas en el ensayo fallecieron. En el estudio se recoge que se produjeron muertes en el 0,7% de los participantes del grupo del fármaco y en el 0,8% de los del grupo de placebo, esto es 6 y 7 fallecimientos respectivamente.
Los investigadores consideraron que ninguna muerte estaba relacionada con lecanemab ni ocurrió con la presencia de ARIA. Se produjeron eventos adversos graves en el 14% de los participantes del grupo de lecanemab y en el 11,3%. «Habrá que estudiar si estos fallecimientos son atribuibles al fármaco o a otras razones», apunta Suárez Calvet.
Por otro lado, «dado que el alzhéimer es una enfermedad heterogénea, será importante determinar qué pacientes puede potencialmente beneficiarse más de este tratamiento y quiénes de ellos tienen un mayor riesgo de efectos secundarios. El mismo estudio muestra que son los pacientes con el alelo 4 del gen de la APOE aquellos que tienen un mayor riesgo de efectos adversos en forma de ARIA. Probablemente habrá que individualizar el tratamiento y las dosis administradas para estos pacientes», concluye el investigador.
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