La romana era una sociedad tremendamente costumbrista y extremadamente supersticiosa, de hecho es una característica muy mediterránea, si nos fijamos bien tendemos a reproducir gestos o expresiones que llevan perpetuándose desde hace siglos, aunque no seamos capaces de dilucidar por qué lo hacemos ya que es una conducta aprendida y asimilada culturalmente en un proceso lento y paulatino.
La simbología por tanto será muy importante en el mundo romano, absolutamente en todo, las fasces (insignias), el falo, el águila, son un ejemplo pero existe un sinfín de elementos diferenciadores que permiten hacer un retrato de lo más cotidiano. En este caso no hablo en sí de un símbolo como tal pero sí un elemento que trasciende a una idea más general, la larva convivialis. Un esqueleto que los romanos solían colocar sobre la mesa mientras comían, a modo de memento mori.
Sería un error establecer un paralelismo entre nuestro concepto de la muerte y la de la antigüedad, debemos pensar que nuestra percepción de lo correcto viene delimitado por un trasfondo cultural y también religioso. No es lo mismo la visión cristiana de la muerte que la de un hinduista, pues la trascendencia del ser deriva por vías muy diferentes. Por lo tanto cuando se analiza la muerte en las sociedades antiguas, debemos desprendernos de nuestras percepciones actuales y ponerlas en contexto. En Roma la esperanza de vida era relativamente corta, las parturientas, algunas de ellas no llegaban a nuestra adolescencia, morían en partos dolorosos, los niños morían a millares por enfermedades, los adultos en la batalla, en las hambrunas o en las epidemias, es decir, en cualquier momento podían sucumbir a la llamada de las Parcas y cuando el ser humano es consciente de su vulnerabilidad valora ciertas cosas con la voracidad de quien teme perderlas rápidamente. Si a eso se le suma una religión que no era transcendental y que además los propios dioses sucumbían a los más esenciales placeres básicos: sexo, celos, ira, amor, con la misma ligereza que los humanos entonces ante la falta de privación hagamos del disfrute nuestra forma de vida.
Es un estilo muy parecido al helénico del que sin duda recibieron gran parte de sus influencias, y en este caso en Roma se instauró un cierto gusto por las doctrinas epicúreas en las que se emplaza al hombre a disfrutar de aquello que le ofrece cada día la vida: comida, bebida, contemplación de la belleza que perciben nuestros sentidos….vivir el día a día como si fuera el último.
Es ahí donde aparece esta simpática estatuilla. Los romanos representaban esqueletos en montones de elementos cotidianos, jarras, mosaicos, paredes, pero en este caso estas figurillas estaban articuladas y confeccionadas en muchos materiales diferentes, las tenemos en plata, pero también en materiales más modestos como madera, podían adquirirse solas o bien en una especie de sarcófago, su nombre latino se traduciría como algo parecido a «máscara del banquete», es una traducción algo literal y tosca pero sirve para darnos pistas. Se mostraban públicamente y sobre todo en los banquetes de las grandes villas, en muchas mesas repletas de comida en abundancia se colocaban estos muñecos en diferentes posturas, pues sus manos, cabeza, pies, rodillas y cadera se podían girar y mover y por tanto podían aparecer sentadas, estiradas o en graciosas posturas para deleite de todos los invitados.
El propósito de esta decoración es recordar a los comensales que la vida es fugaz, que en cualquier momento puedes morir y por lo tanto debes disfrutar de la vida a cada momento y que sintetiza la expresión «memento mori» o «recuerda la muerte».
Parece ser que la romana no era la única ni la primera que había hecho uso de estas estatuillas y sabemos de su uso principalmente por fuentes clásicas o autores que deleitándonos en la descripción de los banquetes nos hablan de como los sirvientes se paseaban junto a los comensales enseñando los esqueletos y animando a que siguiera comiendo, bebiendo y disfrutando porque acabaría como ese pequeño esqueleto.
Los romanos eran así, no en vano emperadores como Augusto o Marco Aurelio, pero también reputados y estimados filósofos llamaban a la contención de los placeres, apelando al sentido común y a la sencillez como modo de vida.
Una pequeña figura puede contener un ideario completo, en este caso cuando veas en un museo un plato o copa romana con la representación de un esqueleto, recorda que ellos en el momento en que la contemplaban o bebían, estaban disfrutando del placer más elemental…la vida.
Gentileza;
Beatriz Genchi.
Museóloga – Gestora cultural.
Puerto Madryn – Chubut.
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