José es donante desde hace más de 20 años. Un miembro del personal sanitario le extrae sangre en el Centro de Transfusión de la Comunidad de Madrid. VÍCTOR SAINZ
Más de un millón de españoles ‘ceden’ parte de su sangre al año a casi medio millón de enfermos; este es el proceso que se sigue para garantizar su idoneidad y su seguridad
Un día de este pasado verano, Carlos, de 40 años, entró en urgencias del Hospital madrileño Ramón y Cajal con la aorta rota. La operación a la que fue inmediatamente sometido duró más de once horas, en las que tuvieron que transfundirle catorce bolsas de glóbulos rojos, más otras de plaquetas y plasma.
El sábado 16 de septiembre tuvo que pasar por una nueva intervención derivada de la anterior porque tenía una fisura en la aorta reemplazada. En esta operación, mucho más sencilla, solo necesitó seis bolsas de sangre. “Sin esa sangre no se hubiera salvado” asegura rotunda la cirujana cardiaca Tomasa Centella, que realizó ambas intervenciones. Y el pasado martes, 20 de septiembre, Jose, también de 40 años, se sentaba en uno de los sillones del Centro de Transfusión de la Comunidad de Madrid para donar parte de su sangre: 450 mililitros. No es la primera vez que lo hace: “Empecé a donar en 2001 o 2002 y lo hago cada cuatro meses”, explica, y añade: “Incluso doné durante la pandemia. La única vez que no pude hacerlo fue la anterior a esta porque cuando fui tenía el hierro bajo”. La razón de Jose, en paro y cuyo anterior trabajo era el de mozo de almacén, para empezar a donar y continuar haciéndolo todos estos años es muy simple: “Pienso que hay que ayudar a los demás”.
Desde que una persona donante, 1.133.311 en 2021 según datos del Ministerio de Sanidad, cede parte de su sangre hasta que alguna persona enferma, más de 493.000 en 2021 según los mismos datos, la recibe, la sangre hace un extraordinario viaje en el que se separan sus componentes, y, sobre todo, sigue un proceso que asegura su idoneidad y su seguridad. En este asunto, como en el resto de los sanitarios, las competencias las tienen las comunidades autónomas. Cada una de ellas cuenta con un centro de transfusiones que realiza todo el proceso. Se done donde se done, toda la sangre obtenida de la ciudadanía va a estos centros el mismo día en el que se obtiene.
El viaje de la sangre comienza cuando una persona que ha decidido dar una parte de su organismo para ayudar a los demás va a un centro de donación. “Allí le hacen una entrevista médica en la que se aseguran que cumple los requisitos necesarios para donar y se le realiza una prueba rápida de hemoglobina para saber si está bien de glóbulos rojos”, explica Luisa Barea, directora del Centro de Transfusión de la Comunidad de Madrid. Para donar hay que tener entre 18 y 65 años, 60 años en el caso de que sea la primera donación; pesar más de 50 kilos; no tener o haber tenido algunas enfermedades como sida, hepatitis C o sífilis y no haber estado recientemente en algunos países en los que ciertas enfermedades como el chagas, la malaria o el virus del Nilo Occidental son endémicas.
Si todo es correcto según esos parámetros, le sacarán primero varios tubos de sangre, con los que se realizarán algunas de las pruebas de seguridad, y una bolsa de 450 mililitros en un proceso que dura entre diez y quince minutos. Una vez extraída, y mientras la persona donante se recupera, generalmente con un refresco o agua y un bocadillo, esa sangre extraída se coloca en una placa de butanodiol para enfriarla: “Cuando la sangre sale de nuestro cuerpo está a su misma temperatura”, explica Luisa Barea, “que son unos 37 °C, y necesitamos bajarla a 22 °C”. Una vez alcanzados esos 22 °C se almacena hasta que se traslada, en cajas de poliespán homologadas, hasta el centro de transfusión.
Las cifras no son las mismas en todas las comunidades autónomas, pero Madrid, por ejemplo, recibe alrededor de unas 900 bolsas diarias para procesar. Y es que en algunas comunidades se dona mucho más que en otras: desde las cifras más altas que, en 2021, fueron las de Extremadura con 48,30 donaciones por cada mil habitantes y las de Castilla y León con 45,48, hasta las más bajas que, también en 2021, se registraron en La Rioja con 31,06 y Canarias con 29,63.
Una vez que las bolsas y los tubos llegan al centro de transfusiones, comienza el procedimiento que dejará la sangre lista para enviar a los hospitales que van a transfundirla. Esa sangre necesita un proceso de separación de componentes: glóbulos rojos, plaquetas y plasma. Porque no se transfunde la sangre tal cual se extrae. Las personas que van a recibirla no siempre necesitan todos los componentes y, además, cada uno de ellos tiene una duración y unas necesidades de almacenaje diferentes.
Mientras todo esto ocurre con las bolsas de 450 mililitros de sangre, los tubos en los que se recogieron también pequeñas muestras de la sangre del mismo donante están en los laboratorios del centro de transfusión, sometidos a distintas pruebas. Lo primero que se comprueba es el grupo sanguíneo: “Se hace un doble análisis que tiene que coincidir”, explica Luisa Barea. “Y además, si el donante ha hecho donaciones previas, también se comprueba que coincide con el grupo de esas otras donaciones. Y ante cualquier discrepancia, se inmoviliza la bolsa”.
Al mismo tiempo que se investiga el grupo sanguíneo, se hace un análisis para detectar anticuerpos contra ciertos virus: VIH, que es el causante del sida, hepatitis C y B y la bacteria de la sífilis. Si se encontraran anticuerpos querría decir que la persona que ha donado esa sangre ha tenido en algún momento una de esas enfermedades. Además de buscar anticuerpos, a la sangre donada se le hace otra prueba para detectar los propios virus o bacterias. “Absolutamente toda la sangre donada pasa esas pruebas”, explica Barea. “Y a la de aquellas personas que en el año anterior han estado en lugares en los que ciertas enfermedades son endémicas se le hace también una prueba para descartar chagas, malaria y el virus htlv, un retrovirus que provoca algunas enfermedades como leucemia”, añade.
Una vez acabadas todas esas pruebas, a la bolsa de glóbulos rojos se le realiza una más para determinar el grupo sanguíneo. Después, se realiza el proceso de validación, que es una comprobación de que todos los resultados son correctos y esa sangre se puede transfundir. Las bolsas de los distintos componentes con una etiqueta con sus códigos de barras con toda la información se almacenan listas para enviar a los hospitales. Las de plasma, a -40 °C, duran tres años almacenadas; las de hematíes, a 4°C, 42 días, y las de plaquetas, a 22 °C, solo entre cinco y siete días. El viaje de la sangre acaba en el hospital donde a cada bolsa se le vuelve a hacer una prueba de grupo sanguíneo y los estudios de compatibilidad entre donante y receptor.
Fuente:https://elpais.com/salud-y-bienestar/2022-10-05/asi-es-el-extraordinario-viaje-de-la-sangre-desde-el-donante-a-la-transfusion-que-salva-vidas.html
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