San Rafael, Mendoza viernes 19 de abril de 2024

El basural tecnológico – Por:.Lic. Lucio Ravagnani Navarrete

¿Qué cómo empezó? Bueno, ¿cómo comienzan todas las tragedias de este tipo? Con alguien mandándose una cagada.

Para el año 2032, la peor fuente de contaminación no son las emisiones de gases tóxicos ni los químicos vertidos en los ríos, lagos y mares. Los mayores enemigos del planeta tierra son los restos de tecnología que ha ido quedando obsoleta. Debido a su complejo proceso de elaboración, el reciclaje de estos productos quedó fuera de discusión. Quitarle las pequeñísimas piezas de oro no valía la pena, así que tampoco se pudo recurrir a los “recicladores urbanos” –qué eufemismo más burdo–, quienes para ese entonces conformaban un importante número de la población. Quizás te estés preguntando ¿por qué no los lazaron al espacio o al Sol?  Bien, esa fue la solución que le dieron al asunto en muchos otros países. Pero acá, donde los gobernantes luchan entre sí para aumentar sus arcas en lugar de servir al pueblo, donde la carne y las verduras se convirtieron en un codiciado bien de lujo, fue absolutamente imposible.

No, en realidad fue completamente descartado, que es algo muy diferente.

Entonces hicieron lo que todos los gobiernos corruptos y avariciosos hacen: buscar la solución más rápida y que menos les toque el bolsillo. Ese fue el origen del primer basural tecnológico a cielo abierto. Puede que haya gente a la que la idea no le haga tanto ruido. Después de todo, nada de lo que allí se arrojaba se pudría, arrojaba olor o atraía enjambres de moscas. Esa misma gente fue la que fomentó la idea en redes sociales y en los espacios públicos. Una solución rápida y ¡vamos! A seguir que hay que producir. Desconocían -o simplemente elegían no pensar en ello- que los deshechos tecnológicos como celulares, computadoras, tablets y demás continúan produciendo residuos químicos debido utilizados para su construcción. Pero, claro, por lo menos no es una bolsa de pañales o la vertiente de una fábrica, ¿no? Malditos imbéciles.

El lugar elegido para erigir este monumento a la pereza y desconsideración fue una enorme porción de tierra que el gobierno compró a una empresa privada. Recuerdo todavía el nombre que tenía antes de que fuera el basural. “Parque del reposo eterno” se llamaba y también recuerdo que a alguien le pareció una de esas irónicas bromas del destino y publicó el primer meme al respecto. Las risas, una vez más, ocuparon el lugar que le debería haber correspondido a las lágrimas. Las alarmas volvieron a encenderse no mucho después cuando uno de los medios de prensa opositores sacó a la luz una primicia espeluznante. Según ellos, cuando se estaban haciendo las excavaciones un operario encontró una especie de fosa común con cadáveres sin identificar. Esto debió haber sido motivo suficiente para, por lo menos, levantar sospechas, ¿verdad? Pues no. Los rumores fueron acallados y las acusaciones volaron de acá para allá hasta que la noticia quedó sepultada bajo capas y capas de versiones adulteradas.

Pasaron los años y el basural tecnológico creció hasta convertirse en una montaña de piezas sucias y olvidadas de una era pasada. El avance científico trajo nuevos modelos que superaban cualquier límite de la imaginación, pero la vida útil de los productos fue cada vez más reducida. La durabilidad bajaba y las arcas de las grandes corporaciones aumentaba. Consumismo duro y llano para todo el mundo. Reciclar era considerado una herejía que perpetuaba el atraso industrial. “Si consumís, la empresa produce. Si la empresa produce, genera puestos de trabajo. Si hay trabajo, todos estamos bien. ¿Te hago la cuenta más clarita, nene?”. Todavía recuerdo la expresión de superioridad en la cara del viejo. Yo debo haber tenido unos trece o catorce años. A esa edad, la curiosidad por saber cómo funciona el mundo en el que estamos sumidos se alimentaba por un continuo torrente de rebeldía. Eso si no habías decidido vaciar completamente tu mente soldando tus ojos a una pantalla que te mostraba famosos físicamente imposibles haciendo bailecitos olvidables. Me pregunto qué habrá sido de la vida de aquel viejo. Posiblemente haya muerto en la primera oleada, aunque en realidad quién sabe. Ese tipo de personas parecen tener más inmunidad que las cucarachas.

El primer avistamiento se dio unos siete u ocho meses atrás. La tormenta de Santa Rosa había sido particularmente violenta y su despliegue eléctrico fue algo nunca antes se había visto. Parte del cambio climático, supongo. No lo sé. Lo cierto es que al principio nadie se alarmó más de la cuenta. En seguida corrieron los rumores sobre los deep fake, las fake news y cualquier otra excusa que se te pueda ocurrir. Luego de algunos días, la situación era insostenible. La teoría que más peso tuvo en foros y páginas de internet dedicadas al tema –cuando todavía había internet–, era que durante Santa Rosa un rayo había caído justo en el centro del basural. La descarga eléctrica, potenciada por los desperdicios electrónicos, fue lo que hizo que aquellas abominaciones emergieran desde las entrañas de la tierra. Al parecer, los encargados de la construcción no habían hecho un muy buen trabajo sacando todos los cadáveres de la supuestamente falsa fosa común. Ahora parecía que los muertos estaban ansiosos por salir de allí.

Estoy seguro de que ya se habrán topado con alguna imagen. Alguna foto analógica al estilo polaroid o algún boceto ultrarealista hecho por alguien. Sin embargo, trataré de hacerles una especie de retrato hablado. Estos muertos caminantes no eran como los de las películas. Entre su carne putrefacta llevaban incrustadas piezas de computadoras, celulares y cualquier dispositivo móvil que se puedan imaginar. Sus ojos habían estallado a causa de la fuerte descarga eléctrica, pero sus cuencas vacías se habían llenado con la chisma eterna de las máquinas. Algunos estaban tan desfigurados, su carne tan derretida y los trozos de plástico y metal tan fundidos a su cuerpo que llevaban a quien los mirara por mucho tiempo a la demencia. Muchas personas se suicidaron. “¡EL APOCALÍSIS LLEGÓ!”, gritaron creyendo y, aunque no lo quieran admitir, muchos autoproclamados ateos. Nunca nadie logró descubrir cómo fue que se propagaron y cómo aún hoy en día siguen apareciendo. Mi teoría es que algún demente tomó cartas en el asunto y los empezó a hacer salir por la fuerza. Las zonas aledañas al basural contenían más restos humanos de lo pensado y eso proporcionó una fuente casi inagotable de cadáveres a los que reanimar.

Los que sobrevivimos a la cuarta ola nos hicimos fuertes en uno de los pueblitos más alejados de la capital. Los muertos cibernéticos no contagiaban con sus mordidas, pero se llevaban el cuerpo de todos aquellos que mataban. Sospecho que alguien los está controlando. Lo único que nos queda ahora es seguir luch…

-¿Te falta mucho más? ¿Qué carajo estás haciendo?

-Es una videotácora, para dejar algún registro por cualquier caso.

-¿Por cualquier caso? ¡No hay nadie ahí afuera para ver eso! Mierda. Carajo, mierda, mierda ¡YA ESTÁN ACÁ! Dejá esa grabadora y andá a tu puesto.

-Pero si no explicamos qué sucedió, nunca nadie va a pod…

-¡Me importa un carajo! Comenzá a disparar o vas a terminar con esa grabadora incrustada entre los huesos. A la de tres, corremos hasta la trinchera y disparamos, ¿estamos?

-Estamos.

-Uno, dos…

-¡Bienvenidos al apocalipsis ciberzombie!

 Gentileza

AUTOR: Lic. Lucio Ravagnani Navarrete

EMAIL: ravagnani.lucio@gmail.com

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