San Rafael, Mendoza miércoles 24 de abril de 2024

Jubileo a la romana – Por:. Beatriz Genchi

La jubilación, a la que algunos también la llaman la “edad dorada” es uno de esos momentos que esperamos durante toda la vida. Al fin y al cabo, no deja de ser el periodo en que se supone que todos los frutos de nuestro trabajo se ven recompensados y podemos disfrutarlos.

Por eso, en honor a esta época dorada de la vida, hoy nos adentrarnos en los orígenes de la jubilación y las pensiones. Averiguamos de dónde vienen y cómo han evolucionado con el paso de los años: La jubilación: un derecho heredado de los romanos

Resulta curioso, a la hora de investigar sobre el origen de la jubilación, comenzar por la propia palabra en sí misma. Proviene del latín jubilare, que significa gritar de alegría. Ahora sabemos el origen de la palabra, pero… ¿el origen real de este derecho? Sorprendentemente, nos tenemos que remontar a cientos de años atrás, a la época del Imperio Romano.

Los emperadores pensaron que si tenían al pueblo con el estómago lleno y cada cierto tiempo les regalaban unos días de entretenimiento vía luchas en la arena, carreras en el circo o representaciones en el teatro, sería suficiente para tener a la plebe contenta y que nadie se cuestionaría sus decisiones de gobierno.

Así que, siempre que no se rompiese la cadena de la felicidad (distribuir grano y celebrar espectáculos) todos contentos. Eso sí, de vez en cuando aprobaban leyes de carácter social nacidas de la mera observación de la propia naturaleza que, tal y como están las cosas, deberíamos plantearnos recuperar.

Uno de estos ejemplos fue la Lex cionaria (Ley de la cigüeña), mediante la cual los hijos tenían la obligación de cuidar a sus mayores. Esta ley se promulgó tomando ejemplo de las cigüeñas: cuando éstas ya se valen por sí mismas, pero son todavía jóvenes, se prodigan en los cuidados de los progenitores viejos o impedidos suministrándoles comida y protegiéndolos. ¡Qué sabia es la naturaleza y qué poco caso le hacemos!

En algún momento, alguien debió pensar: ¿y si además de cuidarlos les pagamos los “servicios prestados”? Y así lo hicieron.

El gran éxito militar de Roma se debió a la gran labor en el campo de la ingeniería, a los pactos, a alguna que otra traición… y, sobre todo, a las legiones. Estructuras militares organizadas, disciplinadas, con gran movilidad (podían recorrer 50 Km/jornada) y maniobrabilidad.

Estaban compuestas por ciudadanos romanos que se alistaban voluntariamente (en épocas de guerra el reclutamiento era obligatorio) y, tras pasar cuatro meses de dura instrucción, debían permanecer activos durante 25 años.  Cuando estos “veteranos” cumplían sus años de servicio se licenciaban (emérito) y recibían una parcela de tierra o una cantidad de dinero equivalente a la paga de doce años en tiempos de Octavio Augusto. En muchas ocasiones se fundaron ciudades para asentar a los jubilados, como Emérita Augusta -hoy Mérida-, que fue fundada por Augusto al licenciar a los veteranos de las legiones V y X tras las guerras cántabras.

Sin embargo, a pesar de que una gran cantidad de soldados morían antes de llegar a cumplir 25 años de servicio, hubo momentos en los que el Imperio Romano tuvo problemas para cubrir las “jubilaciones” de sus soldados. En muchas ocasiones, esto ocurría justo tras el fin de una guerra, ya que era el momento que muchos soldados usaban para retirarse.

Queda claro que el convenio colectivo que firmó el Senado con Sindicatus, el representante sindical de las legiones, fue muy beneficioso… y duradero. Lógicamente, el personaje de Sindicatus es fruto de mi imaginación. Así que, volveré a la realidad histórica para buscar algo parecido a nuestros sindicatos. A caballo entre un sindicato, un colegio profesional o gremio y la mafia local, tenemos los collegia.

Los collegia eran una especie de clubs privados en los que se afiliaba gente de todos los estratos sociales incluso esclavos, con sus propias normas, vinculados a un determinado barrio, profesión o ritual de culto, y cuyo principio fundacional tenía que ver con cuestiones religiosas y sociales. En un principio, estas asociaciones tuvieron un papel relevante en la sociedad porque cubrían las carencias del Estado, beneficiándose los más pobres de las contribuciones de los miembros más ricos, como en los banquetes o sabiendo que serás enterrados dignamente. Supongo que para los más desfavorecidos de la sociedad eso de sentir que formaban parte de algo era muy gratificante… y beneficioso. Además, tenían su pequeña cuota de poder cuando se elegía a los diferentes cargos dentro del collegium. Y como ha ocurrido en demasiadas ocasiones a lo largo de la historia, algo que nace en beneficio de la sociedad, la ambición de los que caminan erguidos se encarga de destruir: algunos miembros utilizaron el poder de los collegia para dar el salto a la política, e incluso terceros, ajenos a los collegia, compraron su apoyo; los agrupados por pertenecer a un gremio quisieron controlar los precios de sus productos; otros collegia, imitando a las mafias, controlaban los barrios e imponían sus propios impuestos; se enfrentaban entre ellos por el control de determinadas zonas… un totum revolutum. Hasta que Octavio Augusto atajó el problema mediante la Lex Iulia de collegiis:

  • Quedan disueltas todas las asociaciones, salvo las de mayor antigüedad y reconocimiento en leyes públicas.
  • Las futuras asociaciones requieren una autorización individualizada del Senado para su constitución.

No sé si mejor o peor, pero iban buscando la forma hasta llegamos a nuestro siglo…que dejo a consideración de cada uno.

Gentileza:

Beatriz Genchi
Museóloga – Gestora cultural.
bgenchi50@gmail.com

Puerto Madryn – Chubut.

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