San Rafael, Mendoza jueves 25 de abril de 2024

Las lecciones para la salud que podemos aprender del confinamiento

Varias personas hacen ejercicio en el Ensanche de Vallecas (Madrid) durante el levantamiento de las primeras restricciones del confinamiento.Un estudio evalúa los efectos sobre la salud que el primer confinamiento produjo en Barcelona, Viena y Estocolmo

Si echa la vista atrás, seguro que recuerda con detalle cómo era su vida hace justo dos años, cuando la primera ola del Covid-19 lo paró todo.

¿Qué impacto tuvo aquella medida de emergencia? Más allá de frenar la cadena de contagios, ¿cómo influyó en nuestra salud?

Un estudio ha tratado de arrojar luz sobre sus efectos, analizando tres ciudades europeas donde los confinamientos fueron muy distintos: Barcelona, donde el ‘encierro’ de la población fue muy estricto; Viena, en la que se implantó un confinamiento menos riguroso y Estocolmo, donde se apeló sobre todo a la responsabilidad de los ciudadanos. La investigación la han liderado científicos del ISGlobal de Barcelona, centro impulsado por la Fundación la Caixa.

Entre otras variables, los investigadores evaluaron los niveles de contaminación de aire, de ruido y de actividad física que había en estas tres urbes tanto antes como durante y después de la primera ola.

Además, también tuvieron en cuenta los datos de los sistemas de salud para poder estimar cuántos diagnósticos de infartosictus, depresión y ansiedad podrían haberse añadido o quitado del cómputo total si los cambios en la ciudad y el ejercicio físico se hubieran mantenido durante un año.

Lo primero que comprobaron los investigadores fue que las disminuciones experimentadas en la contaminación aérea y acústica y de actividad física se correlacionaban con la severidad de los confinamientos. «Es decir, encontramos las mayores disminuciones en las exposiciones ambientales y los comportamientos de salud en Barcelona«, señala Sarah Koch, investigadora de ISGlobal y primera firmante del estudio.

Barcelona experimentó un descenso del 50% de media en las concentraciones de dióxido de nitrógeno (NO2). Los niveles de ruido bajaron en 5 decibelios y la actividad física se redujo en un 95%.

En Viena, durante ese periodo, la contaminación del aire se redujo en un 22%, se registró 1 decibelio menos en los niveles de ruido y el ejercicio de la población se redujo en un 76%.

Por su parte, en Estocolmo, los niveles de dióxido de nitrógeno se redujeron un 9%, el ruido bajó dos decibelios y la actividad física fue un 42% menor.

Los datos del estudio, subraya Koch, demuestran que entre todos los factores estudiados, la actividad física era el que ejercía un mayor impacto sobre la salud.

«Si los niveles de actividad física en Barcelona se redujeran un 95% durante todo un año, prevemos que se produciría un aumento del 10% en ataques cardiacos y accidentes cerebrovasculares; un 8% más de diagnósticos de depresión y un 12% más de casos de ansiedad», señala Koch.

Esos efectos perjudiciales, continúa, «no se verían suficientemente compensados» con los efectos positivos que se derivarían de una reducción significativa a la contaminación ambiental y acústica.

La menor contaminación del aire, de haberse prolongado durante 12 meses, se habría traducido en la prevención de un 5% de los infartos de miocardio, un 6% de los ictus y un 11% de los diagnósticos de depresión en la ciudad condal.

En cuanto al ruido, las mejoras hubieran supuesto en Barcelona la prevención de un 4% de los infartos anuales, un 7% de los ictus y un 4% de las depresiones.

«En las tres ciudades se repite el mismo patrón: los beneficios de salud que se derivarían de la mejora de la calidad del aire y del ruido no lograrían compensar los efectos profundamente negativos de la caída en los niveles de actividad física», subraya Koch.

Así, en Viena la reducción de la actividad física habría provocado, de prolongarse durante un año, un aumento del 5% en la incidencia anual de infartos e ictus y un incremento del 4% en los casos de depresión.

En cambio, la reducción de la contaminación hubiera supuesto en la ciudad austriaca una reducción del 1% en infartos e ictus respectivamente y del 2% en los diagnósticos de depresión.

En Estocolmo, la ciudad en la que en menor medida se redujeron los niveles de actividad física, los infartos e ictus se habrían incrementado con la prolongación de las medidas durante un año en un 3%, mientras que los casos de depresión y ansiedad habrían aumentado, respectivamente un 2% y un 3%.

«Las condiciones de salud que evaluamos, como los ataques cardiacos, ictus, depresiones y ansiedad son condiciones crónicas que surgen lentamente con el tiempo. En nuestro estudio no calculamos los impactos inmediatos de la salud a corto plazo» que se derivan, por ejemplo, de la disminución de la actividad física, señala la investigadora, cuyo trabajo se ha publicado en la revista Environmental Pollution.

Otros estudios que sí lo han hecho, continúa, han mostrado efectos, como un aumento de peso o problemas de salud mental. Estos problemas «podrían haber sido causados en parte por la disminución de la actividad física y podría haber tenido impactos en el desarrollo de más problemas crónicos a largo plazo», añade..

Las conclusiones del estudio, señala Koch, permiten obtener importantes lecciones para el futuro. «Un elemento clave es ofrecer a los adultos la oportunidad para realizar actividad física incluso durante un confinamiento», subraya.

En su opinión, el estudio también pone el foco sobre «la necesidad de rediseñar las ciudades con enfoque en la conectividad y el uso mixto del terreno para mantener fuera de la ciudad a los automóviles que funcionan con gasolina y para reducir los niveles de contaminación del aire y el ruido a largo plazo».

Además, concluye, también es importante aumentar el transporte activo, ofreciendo más posibilidades para moverse en bici o caminando, lo que automáticamente se traduce en un incremento de los niveles de actividad física.

«La generación de espacios públicos y verdes también es importante para ganar espacios donde las personas puedan socializarse y realizar actividad física, dos factores muy importantes para la salud cardiovascular y mental».

Los investigadores continuarán con la investigación, que entre otras fuentes de datos también ha tenido en cuenta las de apps de movilidad y ejercicio. El objetivo, señala Koch, es saber a más largo plazo cómo la pandemia y los distintos niveles de restricciones que se han implantado en estos dos años ha influido en los hábitos y la exposición a contaminantes de la población. Los científicos tratarán de comprender cómo han cambiado los patrones de actividad física, el tiempo empleado en espacios verdes o los distintos niveles de contaminación en este tiempo y cuáles han sido sus efectos sobre la salud.

 

 

 

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