San Rafael, Mendoza 28 de abril de 2024

Lo que heredamos – Por:.Beatriz Genchi.

Todo tiene un origen, y quizá la Antigua Roma sea la civilización que más ha influido en nuestra forma de ser actual. Las costumbres de los antiguos romanos, su forma de expresarse y de entender la vida han calado hondo en nuestra sociedad, tanto que vamos al teatro como hacían ellos, jugamos a los mismos juegos de niños que los romanos y tenemos supersticiones que ya se tenían hace 2.000 años.

¿Es nuestra conducción una de esas costumbres heredadas? Y a todo esto ¿cómo eran los “coches” de la Antigua Roma?

Hace 2.000 años en Roma el transporte individual para las clases nobles era la litera (del latín lectica). El equivalente a nuestros coches utilitarios. Las literas estaban formadas por un armazón compuesto por correas que sujetaban un colchón sobre el que se repartían mullidos almohadones. El transportado se cubría de la mirada de la multitud tras unas finas cortinas, y toda esa estructura a su vez era desplazada por cuatro o más esclavos conocidos como lectiarii o “portadores de la litera”. Se tenía el pensamiento de que las literas era un transporte pensado para mujeres o para personas obesas, lisiadas o ancianas, por lo que este tipo de palanquín individual al principio no estuvo muy bien visto entre la gran mayoría de los ciudadanos romanos.

 Tenía cuatro patas de madera de forma que cuando la estructura descansaba en el suelo, el colchón no quedaba tirado sobre la calle. Como nuestra moderna bocina, era habitual que existiera un esclavo (llamado anteámbulo) que a voz en cuello fuera en la parte delantera abriendo camino. Vociferando algo así como “¡paso a mi señor!”. Si la “educada” advertencia verbal no surtía efecto, era el momento de pasar a los empujones y tal vez a algo más. Las literas eran propiedades de las más casas romanas más pudientes, pero también para turistas y para celebrar alguna festividad importante, había casas de alquiler de literas.

Con el paso del tiempo, la litera fue perfeccionándose y democratizándose, olvidando tabúes sociales como el que decía que los hombres que la usaban eran unos afeminados. La evolución de las literas romanas hizo que como medida de protección las cortinas que cubrían sus paredes pasaran a ser armazones cerrados para evitar posibles ataques enemigos.

Para los romanos más acaudalados estaba la basterna, que era un armazón similar a la litera pero que en lugar de estar transportado por esclavos, estaba tirado por mulas. Sí que existía un esclavo encargado de conducir a las mulas llamado “basternario”. De todas formas, las ruedas todavía no estaban presentes en este tipo de “coches”.  Y la silla portátil (sella gestatoria), que era utilizada principalmente por emperadores y los cónsules. A diferencia de la litera, en la que el viajero iba recostado, en la silla iba sentado y con la espalda recta.

Para los viajes largos sí se recurrían a las ruedas. La sobrepoblación de Roma y el ritmo asfixiante de sus calles hizo que los carruajes se reservaran tan sólo a los soberanos, a los generales que volvían triunfantes de la batalla y a las vestales (algo así como nuestras actuales monjas). Los muchos tipos de carruajes variaban en cuanto a sus dimensiones, número de ruedas, conductores y tipo de tracción que tenían. Así estaban el essedum, que era el carro más ligero, de sólo dos ruedas y pensado para transportar únicamente al conductor. Su uso estaba muy ligado con los mensajeros. Ya pasando a un mayor tamaño, por este orden se encontraba el cissium (con tres conductores), el carpentum, la carruca, tirada por algún tipo de animal (estos variaban) de gran porte y que era un coche más lujoso y grande y que servía para llevar a toda una familia e incluso con espacio para dormir si se tenía sueño. Se llegó a decir que Nerón nunca viajaba con menos de mil carrucas. Para el transporte de mercancías se usaba el plaustrum, una carreta de dos ruedas tirada por bueyes

El transporte en Roma no conllevaba siempre sólo el desplazarse. Moverse de un lugar a otro era una especie de demostración de poder, donde se organizaban verdaderos séquitos compuestos por esclavos, guardaespaldas, sirvientas y todo tipo de objetos suntuosos como platos, joyas y ricas telas para que todo el mundo comprobara de primera mano el poder del transportado.

Gentileza:

Beatriz Genchi.

Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.

beagenchi@hotmail.com

Puerto Madryn – Chubut

 

 

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