La Segunda Guerra Mundial fue un auténtico desafío no solo para quienes luchaban en primera línea de combate sino también para quienes se quedaban en casa. Uno de los más grandes fue el del racionamiento, que supuso que la población tuvo que prescindir de muchas cosas por la victoria.
Una vez que la guerra terminó, volver a la normalidad no fue una tarea fácil considerando lo devastadores que fueron los años de guerra, especialmente en Europa. El racionamiento continuó vigente en los años de postguerra, y la gente tenía que usar su dinero sabiamente porque el costo de casi todo había aumentado por lo que también floreció el mercado negro.
La tela era tan cara que muchas mujeres no podían permitirse el vestido de novia que deseaban, y muchas de ellas tuvieron que improvisar con los escasos materiales de que disponían. Su inventiva fue más allá, como los hermosos vestidos de novia hechos con la seda y el nailon de los paracaídas. Un buen número de vestidos confeccionados con paracaídas se exhiben en varios museos del mundo.
La tela de seda era un material ideal para la fabricación de los paracaídas debido a que era resistente al fuego, fuerte, liviana y fácil de empaquetar. El color de los paracaídas era por lo general blanco, probablemente porque el costo del teñido se consideraba prohibitivo o debido a razones de camuflaje. De este modo combinar las características de la seda con el color de los paracaídas utilizados durante la Segunda Guerra Mundial aparece un vestido de novia perfecto.
Durante la guerra la seda se convirtió en un «asunto militar» y la única seda disponible se destinaba para la fabricación de paracaídas. Así que finalizada la contienda el paracaídas del novio eventualmente se podía transformar en el deslumbrante vestido de la novia.
Hacia el final de la guerra la seda fue sustituida por el nylon, un material sintético y de unas características muy similares para la fabricación de los paracaídas; debido a que era muy costosa la importación de seda de Asia, y menos aún desde Japón. Por este motivo muchas novias hicieron sus vestidos de novia de blancos paracaídas de nylon reutilizados.
Una de las historias más conmovedoras de un vestido de novia es la de Claude y Ruth Hensinger. En lugar de un anillo al pedido de mano, el mayor Claude Hensinger, piloto de B-29, utilizó el paracaídas que le salvó la vida durante la Segunda Guerra Mundial cuando su aparato fue derribado, para pedirle matrimonio a su novia Ruth. Le contó que era el paracaídas que le salvó la vida y le pidió que hiciera un vestido de novia con él. Ruth, junto a una costurera local, confeccionaron el vestido inspirado en la película «Lo que el Viento se Llevó» para el día más feliz de su vida. Ni todas las telas más finas del mundo pudieron reemplazar a la del paracaídas que salvó la vida de su futuro esposo. La pareja se casó el 19 de julio de 1947. El vestido también fue usado por su hija y por su nuera antes de ser donado al museo Smithsonian.
La seda de los paracaídas no se utilizó exclusivamente para confeccionar vestidos de novia. Con los mapas que portaban los pilotos o los que se enviaban camuflados en los juegos de Monopoly para facilitar la fuga de los prisioneros aliados, también se realizaron vestidos.
Gentileza:
Beatriz Genchi
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.
Puerto Madryn – Chubut.
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