San Rafael, Mendoza lunes 29 de abril de 2024

Ciudadanía digital – Por:.Lic. Lucio Ravagnani Navarrete

De una saga dividida en cinco capítulos a un relato breve de menos de una página. Así de vasto y oscilante es el continuamente expansivo universo de la literatura. Esta corta historia es el resultado de charlas, debates, críticas y diálogos. Intercambios de ideas que tienen de protagonistas no solo a otros seres humanos (eso sería lo común), sino a otro tipo de interlocutora. En esta pequeña narración hay influencia de variadas Inteligencias Artificiales. Lejos de pregonar o profetizar un futuro distópico como el planteado por James Cameron, aquí las máquinas no fuerzan absolutamente nada. No hay violencia intergaláctica, auge de la raza robótica ni desastres en laboratorios supersecretos. Quedamos frente a nuestra naturaleza humana más primal, más cruda, más enceguecedora: el continuo afán por superarnos, tanto a nosotros mismos como a nuestros pares. Nos enfrentamos a la dicotomía entre mantener las tradiciones y arrojarnos casi ciegamente al futuro prometedor que nos vaticinan desde el Valle y otros lugares menos conocidos. ¿Adentrarnos en la máquina o seguir nuestra vida analógica? ¿Ser parte o quedar afuera? ¿Existe realmente una opción o es solo una falsa ilusión de supuesta libertad?

Osvaldo aceptó los últimos “términos y condiciones” y contempló el cartel de felicitaciones que apareció en la pantalla. Listo, el paso final de su ciudadanía digital estaba completo. Adiós a cargar una billetera con documentos plastificados, sucios billetes y estridentes monedas. ¿Los servicios e impuestos? Debitados con solo presionar el pulgar. ¿Comida para llevar? Un mensaje de texto bastaría para llenarlo. ¿Papeles y certificados? Incinerados en la hoguera del progreso, pues eran la bandera de lo arcaico. Suspiró aliviado, porque ya ni siquiera tendría que levantarse temprano para tomar el colectivo que lo dejara en la oficina. Cuando le ofrecieron la opción del teletrabajo, la tomó sin dudarlo. Ahora todo su ser, toda su esencia y su persona flotaba en la nube que surcaba libremente los eternos cielos de los servidores.

Pensó en su grupo de amigos. Recordó cuando él les dijo que ese era el futuro y que ese futuro ya estaba acá. Trajo a su memoria las risas de los otros. Estridentes, sonoras, para siempre grabadas en su memoria. ¿Quién reía ahora, eh? Él navegaba plácidamente por el basto infinito de la tecnología mientras ellos, ellos, todavía luchaban contra las aguas pantanosas de la era analógica. ¡Incultos! ¡Ignorantes! ¿Qué iban a saber ellos sobre las blockchain, los NFT y las crypto? ¡Nada! Seguirían juntando moneditas en alcancías, subiéndose a los trenes atestados y saltando de alegría cuando se encontrasen en el suelo un mugroso billete de cincuenta pesos.

Primero fue la tormenta, luego el rayo y finalmente el apagón. “¡Hágase la oscuridad!” y la oscuridad se hizo completa y profunda. Los focos se habían quemado, los módems se habían apagado y los servidores chispeaban las últimas gotas de electricidad que les quedaban. Osvaldo fue al baño con una vela en la mano para no tropezar con ningún mueble hasta que pudo mirarse al espejo. Allí, parado frente a él, un hombre extraño le devolvía la mirada. Osvaldo no tenía la menor idea de quién podía ser.

 

Gentileza:

Lic. Lucio Ravagnani Navarrete

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