San Rafael, Mendoza viernes 26 de abril de 2024

Shakespeare en un daño ecológico – Por:.Beatriz Genchi

William Shakespeare adoraba la ornitología, eso al menos es lo que se puede desprender de una lectura transversal de sus obras. En su extensa producción literaria cita, al menos, sesenta especies diferentes y lo hace en más de seiscientas ocasiones. En ellas aparece desde el halcón que Hamlet oye gañir cuando sopla el viento del sur hasta la alondra que escucha la discusión entre Romeo y Julieta, pasando por el búho que da las buenas noches a lady Macbeth.

Pero hay una escena que acabó desencadenando una tragedia ambiental sin precedentes. Para encontrarla nos tenemos que ir al acto primero de la aclamada ‘Enrique IV’. Allí uno de los personajes, Hotspur, reconoce que para atormentar al rey se va hacer con un estornino (Sturnus vulgaris) y le va a enseñar a decir Mortimer, uno de los enemigos del monarca, para que lo repita continuamente.

Los estorninos europeos son pájaros de color negro, rechonchos, con plumas cubiertas de manchas blancas que durante los meses invernales se tornan negras y, con la llegada del estío, se vuelven brillantes. Estas aves son parientes próximos del miná sagrado (Gracula religiosa), un ave paseriforme que vive en el sudeste asiático y que tiene unas prodigiosas habilidades parlantes, hasta el punto de llegar a imitar, con bastante acierto, la voz humana.

Una fría mañana de 1890 un farmacéutico estadounidense, lector incondicional de las obras del bardo de Avon, fue al Central Park de Nueva York pertrechado con jaulas llenas de pájaros. En un abrir y cerrar de ojos liberó sesenta especímenes de estorninos.

Este personaje era el presidente de la Sociedad Estadounidense de Aclimatación, un grupo fundado en 1871 con el propósito de introducir en América del Norte la flora y la fauna europea.

Eugene Schieffelin (1827-1906), que así se llamaba el ornitólogo amateur, regresó un año después con otros cuarenta especímenes de estorninos. El resultado fue un terrible e irreparable cambio en el ecosistema del gigante americano.

Al parecer no fue el estornino única ave que introdujo Schiefelin, ya que defendía que todas las que aparecían en las obras de Shakespeare deberían surcar los azules cielos estadounidenses.

Hay que tener presente que los estorninos son omnívoros, es decir, se alimentan casi de cualquier cosa, desde insectos hasta semillas pasando por crías de otras aves y, además, tienen una enorme facilidad para aclimatarse a una enorme variedad de hábitats.

Aquel “regalo” de Schieffelin se multiplicó hasta alcanzar varios cientos de millones de ejemplares y, al día de hoy, el estornino es la especie de aves no nativa más exitosa de Estados Unidos.

Los estorninos rivalizaron con algunas aves autóctonas por las cavidades, su ubicación predilecta para llevar a cabo la anidación. Entre sus competidores se encontraban, por ejemplo, los pájaros azules, que poco a poco fueron despojados de sus nidos. A este acoso y derribo hay que sumar que cuando los estorninos abandonan los nidos, los dejan en peor estado en el que los encontraron, por lo que es muy difícil puedan ser reutilizados por otras aves. Evidentemente, y aquí rompo una lanza en favor de Schieffelin, a finales del siglo diecinueve no se podía predecir las consecuencias que provocaría la introducción de los estorninos en los ecosistemas americanos un siglo después. No solo por su voracidad, responsable de efectos devastadores y difíciles de cuantificar en la agricultura, sino también por el riesgo de transmisión de enfermedades, ya que estas aves son portadoras de patógenos como E coli, Salmonella o Histoplasma.

En 1900 la administración estadounidense decretó leyes encaminadas al control de la introducción de especies extranjeras. Entre las primeras había una que prohibía la entrada de estorninos… ¡Ya era demasiado tarde!

Gentileza:

Beatriz Genchi – beagenchi  hotmail.com

Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.

Puerto Madryn – Chubut

 

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