San Rafael, Mendoza jueves 18 de abril de 2024

Viviendas que no sean duraderas – Por:.Beatriz Genchi

La casa tradicional del Japón antiguo y medieval (1185-1606) es una de las contribuciones más distintivas que ese país ha aportado a la arquitectura mundial. Mientras que los ricos y poderosos vivieron en castillos y haciendas, y los pobres en humildes casas de campo o en barrios suburbanos hacinados, un gran número de japoneses de clase media vivieron en lo que se convirtió en la casa japonesa por excelencia. Entre las características que continúan siendo populares en la actualidad están las paredes de papel de arroz, las puertas corredizas y los biombos, así como pisos cubiertos de tatamis, sofá-camas y un enfoque minimalista en la decoración.

La mayoría de las construcciones en Japón, tanto en la antigüedad como actualmente, deben ser capaces de resistir tifones anuales y, ocasionalmente, tsunamis y terremotos. Además, los veranos pueden ser muy calurosos, los inviernos muy fríos, y cada año hay una temporada de fuertes lluvias. Los japoneses de la antigüedad y la Edad Media encontraron una solución sencilla para esto: no hacer construcciones con la intensión de que fueran duraderas. Por esta razón las casas, en lugar de resistir las inclemencias, estaban hechas para ceder a sus caprichos y, si sucedía lo peor, estaban diseñadas para ser reconstruidas fácilmente.

Japón tenía un sistema de clases muy estratificado, y la arquitectura era una de los muchos elementos que las autoridades usaban para mantener el status quo y reforzar la idea de que cada quien tenía su sitio correcto en la vida. Existían, por ejemplo, leyes suntuarias específicas que impedían a la gente común tener casas del estilo que los samuráis preferían. Uno de los elementos en que las clases bajas estuvieron a la par de las clases superiores fue en la escasez de muebles, pero usualmente eso se debía más a la falta de recursos que a una preferencia estética.

Aunque todas ellas tenían variaciones regionales dependiendo del clima y la disponibilidad de materiales locales, se pueden identificar algunas características en común. Las casas en zonas rurales, por ejemplo, eran de un solo piso, estaban hechas de madera y se elevaban del suelo mediante columnas. Tenían pisos de tierra endurecida (doma) donde se cocinaba, y contaban con un espacio elevado con piso de madera para dormir. Era bastante común que las casas urbanas estuvieran unidas unas a otras, y que los baños y las tomas de agua se compartieran entre vecinos. Muchas casas urbanas también funcionaban como los lugares de trabajo de sus propietarios. Las ventanas estaban protegidas por paneles de madera corredizos (amado) que fungían como cortinas. Para resistir la lluvia, los techos estaban hechos a dos aguas y con aleros, e iban cubiertos de paja, baldosas o cortezas.

Los jardines eran lo más importante y estaban diseñados para ser vistos desde varios puntos de la casa al mover ventanas y paredes corredizas. Los más grandes a menudo contaban con su propia casa de té rústica (sukiya), un espacio hecho especialmente para la Ceremonia del Té japonesa.

Las puertas corredizas interiores y sus ventanas, eran cubiertas de papel (fusuma) se hacían pegando papel (o a veces incluso seda) sobre un delicado marco de madera entrelazada. El espacio interior se podía dividir mediante biombos de papel (shoji) que podían ser plegables. El papel que se usaba en estos era usualmente más delgado y traslúcido que el usado en las paredes.

A pesar de lo austero mucha gente colocaba obras de arte en sus casas, y éstas podían ser muy variadas. Los pergaminos colgantes (kakemono o kakejiku) estaban hechos de seda o papel. Eran colocados en nichos hechos en la pared para ese propósito (tokonoma), y podían mostrar una pintura, un ejemplo de caligrafía fina o una combinación de ambas. Y también todo esto podía haber sido impreso en los papeles de la construcción.

Como la seguridad no era el fuerte de estas casas. Contaban con un cuidador permanente (familiar o contratado) y cualquier persona desconocida que se acercara a una casa era considerada sospechosa, por lo que las visitas debían gritar “discúlpeme” al acercarse a la entrada, una tradición que aún continúa en el Japón moderno.

Fuente:

Beatriz Genchi
Museóloga – Gestora Cultural – Artista Plástica.
beagenchi@hotmail.com

Puerto Madryn – Chubut.

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