El historiador Santiago Paolantonio conversó con Télam sobre el siglo y medio del OAC, y reiteró que «una de las cosas importantes de él es que marca un hito en la historia de la ciencia argentina».
«Antes del observatorio la astronomía que se ponía en práctica no era profesional. Hubo un intento en la década de 1830, pero nunca se concretó un observatorio», sostuvo el historiador Santiago Paolantonio.
Pasó un siglo y medio y el OAC sigue vigente, aunque el especialista reiteró que «una de las cosas importantes de él es que marca un hito en la historia de la ciencia argentina».
En sus inicios, se llamaba Observatorio Nacional Argentino y su sede estaba en la ciudad de Córdoba. En 1954, pasó a depender de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y fue renombrado como Observatorio Astronómico de Córdoba.
«En 1871 el observatorio nace como una política científica planificada por el entonces presidente Domingo Faustino Sarmiento y su sucesor, Nicolás Avellaneda, con quien tuvo continuidad», recordó Paolantonio.
En ese sentido, el historiador señaló que «esa política integraba también otras cuestiones, como la Academia Nacional de Ciencia, que nació junto al observatorio, y al año siguiente la Oficina Meteorológica Argentina, lo que sería hoy el Servicio Meteorológico (Nacional)».
Luego de años de planeamiento, el 24 de octubre de 1871 llegó finalmente la inauguración del Observatorio Nacional Argentino, el primero del país. La ceremonia marcó el comienzo de la profesionalización de esta disciplina y, en gran medida, la institucionalización de la ciencia en la Argentina.
El acto había sido planeado para el domingo anterior, pero una fuerte lluvia obligó a postergarlo.
Todo estaba listo. Dos banderas nacionales adornaban la entrada norte del edificio, que aún no se encontraba totalmente terminado.
Sus cúpulas relucientes irrumpían en el árido paraje conocido como «Los Altos», ubicado en las afueras de la ciudad de Córdoba. La vegetación era escasa y el lugar estaba surcado por profundas barrancas que dificultaban el acceso.
La concurrencia al acto fue numerosa. Estuvieron presentes el presidente de la Nación, Domingo F. Sarmiento, junto a los ministros de Educación, Nicolás Avellaneda, y del Interior, Dalmacio Vélez Sarsfield.
El obispo Ramírez de Arellano bendijo las nuevas instalaciones. Luego se sucedieron los discursos del director fundador, Benjamin Gould, Avellaneda y finalmente Sarmiento. Los pasajes de esas alocuciones expresaron la importancia que tenía para aquella joven Nación el desarrollo de las ciencias y, en particular, de la astronomía.
En rigor, la inauguración fue un acto formal. Las observaciones habían comenzado meses atrás, para determinar las posiciones y brillos de las estrellas visibles a simple vista desde Córdoba.
Esos registros formaron la primera obra, el Atlas Uranometría Argentina, publicada en 1877. A ella, le siguieron los «Grandes Catálogos» (1884 y 1886), y Fotografías Cordobesas (1897), una colección de 1.400 placas fotográficas de distintos objetos astronómicos.
Al haberlo hecho en Córdoba y no en Buenos Aires, era la marca de lo que intentaba hacer Sarmiento de «instalar un polo cultural fuera de Buenos Aires. Avellaneda tenía la política de que el gobierno se mantuviera en Buenos Aires, pero que hubiera un polo cultural fuera», destacó.
Paolantonio, quien es en la actualidad colaborador en el lugar, resaltó que el OAC fue pensado para hacer ciencias bases, en ese momento la necesidad era mapear, determinar cómo era el cielo del Hemisferio Sur, había muy pocos trabajos sistemáticos. Por decir de alguna forma burda, al universo se lo conocía hasta el Ecuador.
«Había una necesidad importantísima de determinar las posiciones de las estrellas. Fue comprado un elemento diseñado para medir posiciones estelares, casi exclusivo durante los primeros 50 años, lo cual le dio fama internacional al OAC porque empezó a generar catálogos que se necesitaban para poder entender y completar la visión que se tenía del universo», contó el historiador.
Como primer director de la institución fue designado el astrónomo norteamericano Dr. Benjamín A. Gould, quien llegó a la Argentina junto a su familia y los asistentes contratados, a fines de 1870.
Durante la construcción del primer edificio ubicado en Los Altos – hoy Barrio Observatorio, donde actualmente se encuentra el Observatorio -, el director y sus cuatro ayudantes se dedicaron a la determinación de la posición y brillo de todas las estrellas visibles a simple vista. Esta obra a la que se denominó Uranometría Argentina vio la luz en 1877.
En forma inmediata fue aclamada por el mundo científico. Instalados los principales instrumentos, en 1872 se inicia la determinación precisa de las posiciones de las estrellas hasta la magnitud 10, que impulsó la realización de más de un millón de observaciones, las que formaron los famosos catálogos de Zona y el Gran Catálogo Argentino.
En forma simultánea con el Gran Ecuatorial, un telescopio refractor de 28 cm de diámetro, se llevó a cabo el primer trabajo fotográfico sistemático y a gran escala de la historia de la astronomía, denominado Fotografía Cordobesa, publicado en 1896.
«La presencia de esos instrumentos y los relojes contribuyeron también a cuestiones que no eran de investigación de ciencias básicas», contó Paolantonio.
El especialista agregó que, por ejemplo, a partir de 1872 es emitida por primera vez la hora oficial, hasta el 1916, y «se empiezan a determinar posiciones geográficas de las principales capitales, y es lo que da los primeros mapas precisos de la Argentina, producto de disponer de instrumentos para ese fin».
La Argentina fue el tercer país del mundo que separa las instituciones de meteorología de la astronomía. «Fue muy innovador en ese sentido», consideró el historiador.
Ante la consulta sobre cuál considera la contribución más importante del OAC en sus 150 años de vida, Paolantonio reconoció que «es muy difícil elegir una porque sería una imagen muy limitada».
«Si uno destaca algo, es la Uranometría Argentina, publicado en 1877, y fue un mito dentro del OAC y de la astronomía mundial, no solo de Argentina, eso marcó un punto de partida», reconoció.
Asimismo, aportó que «en 1960 hay otro Atlas que se llama de Galaxias Australes que se produce con el telescopio de Bosque Alegre, y es una recopilación de todas las galaxias del hemisferio sur».
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