Creada en 2008 por Garbati (Buenos Aires, 1973), la escultura hecha en resina poliéster en un taller bonaerense, estuvo 10 años guardada.
Creada en 2008 por Luciano Garbati, la escultura hecha en resina poliéster en un taller bonaerense estuvo 10 años guardada hasta que en 2018 una foto la viralizó por Twitter y el gesto manso y decidido de una joven con pelo de serpientes captó la atención del movimiento #metoo. Estará hasta el 31 de agosto en el neoyorquino Collect Pond Park.
La existencia es en parte contingencia, azar, y ese parece el signo de esta Medusa contemporánea. Creada en 2008 por Garbati (Buenos Aires, 1973), la escultura hecha en resina poliéster en un taller bonaerense, estuvo 10 años guardada -tuvo una única exhibición en Tigre- hasta que en 2018 una foto la viralizó por Twitter.
El gesto manso y decidido de una joven con pelo de serpientes -en una mano una espada, en la otra la cabeza del héroe, Perseo, semidiós de la mitología griega-, captó la atención del #metoo, el movimiento iniciado en 2017 por mujeres que denunciaban agresiones sexuales en la industria cinematográfica estadounidense.
Y en 2020 la sacerdotisa del templo de Atenea, maldita y desterrada por la diosa de la Sabiduría y la Justicia después de haber sido violada por Poseidón, rastreada y decapitada mientras dormía por el héroe Perseo para ganarse el favor de los dioses, custodia, ahora en bronce, los tribunales neoyorquinos de la familia.
Esta vez hubo batalla y en la representación de Garbati ganó Medusa. Mirarla a los ojos ya no nos convierte en piedra, repara. En breve, a fin de este mes, el bronce será desmontado y el próximo paradero de exhibición es desconocido, dice a Télam el artista.
Garbati eligió el Collect Pond Park, la plaza donde hasta el 31 de agosto estará su Medusa, entre otras razones porque, grabada en la fachada de uno de los tribunales, leyó una cita de Thomas Jefferson prometiendo “igual y exacta justicia para todos los hombres» que no incluía la palabra mujeres.
En esos tribunales, mucho después de su elección, se condenó a 23 años de prisión al productor de cine Harvey Weinstein, emblema de las denuncias de abuso sexual emprendidas por ese movimiento feminista.
Ahora, una Medusa de resina está esperando regresar a Argentina en la fundición de Filadelfia donde se hizo la de bronce. Viajó hasta allá a raíz del primer impacto que causó en Twitter, promovida por la fotógrafa de Yale Bek Andersen, quien la expuso en la galería 263 Bowery de Manhattan. La cabeza que cuelga de su mano es una réplica de una foto de juventud del artista.
-Télam: ¿Cómo continuará este derrotero?
-Luciano Garbati: Lo que viene es incierto. Ahora hay dos versiones. La primera es la original, la que hice en Buenos Aires. La segunda es la que está expuesta en Nueva York y tiene un propietario, un norteamericano que financió la producción contactado por Andersen, la fotógrafa que vio el posteo que se hizo viral y me llamó para exponer en el Lower East Side, dentro de un proyecto vinculado con la injerencia de los mitos en la manera de entender el mundo y a la posibilidad de cambiar determinadas narrativas para modificar la esa manera de entender el mundo.
-T: ¿Eso es lo que te dio lugar a exponer en un espacio urbano en Nueva York?
-L.G:Eso fue el entusiasmo de Andersen, conocía el programa de la Administración de Parques de la ciudad, que ofrece a cualquier artista presentar su propia muestra en un lugar público.A raíz de que aceptaran el proyecto que presentamos, el mecenas aceptó hacer la réplica en bronce y nos pidió que la elección del lugar fuera por su zona, en el sur Manhattan.
-T: ¿Y cómo fue la selección?
-L.G: Hay lugares preciosos como el Bryant Park pero están reservados a artistas súper consagrados, como Ai Weiwei en el o el Madison Square, por eso busqué un espacio no tan central aunque con alguna connotación en función de esa obra y del sentido que se le había estado otorgando. Muy cerca de City Hall donde está la municipalidad, hacia el norte, está la Corte Suprema y más adelante el Collect Pond Park. No es una plaza muy bonita ni llamativa, tiene una fuente que no anda así que ahora está seca, pero está rodeada por el Poder Judicial, y en uno de los edificios estaba la frase de Jefferson, uno de los fundadores de la nación, que me llamó la atención. Y atendiendo a los mensajes recibidos por muchas mujeres hablando de un acto de justicia simbólica, terminé ahí, pero cuando elegí el lugar no tenía idea de que Weinstein iba a ser juzgado ahí.
-T: Lo incidental está muy presente. ¿Cómo intervino la pandemia en esta trayectoria?
-L.G: La íbamos a instalar en julio de 2020, empezó la pandemia en marzo y todo se trastocó un poco. Creímos que en octubre las cosas iban a cambiar para bien, con otro ritmo, pero las cosas fueron como fueron y eso complicó todo. La escultura fue expuesta en un espacio público y los espacios públicos no fueron habitados durante ese tiempo. La pandemia no llegó a reconfigurar el espacio público, seguimos esperando que sea pasajera. De hecho, está dando cierta apertura a raíz de la vacunación masiva.
-T: ¿Y a nivel macro?
-L.G: Lo que reconfiguró un poco la escena para la escultura en el espacio público fue el asesinato del afroamericano George Floyd en manos de un polícía. La escultura en el espacio público está asociada a lo monumental y a los hitos y personajes relevantes de la historia y eso fue puesto en tela de juicio durante la pandemia, cuando a raíz de los de Floyd, que ocurrió en pandemia, manifestante de Black Life Matters empezaron a tirar esculturas cuestionando su valor simbólico. A raíz de una relectura histórica y consideraciones que por ahí en el momento en que se erigieron los monumentos no se estaba teniendo en cuenta. Es interesante que ciudades como Nueva York ofrezcan oportunidades para exponer con temáticas libres, porque así lo que se expone es arte contemporáneo, obra con un discurso propio.
-T: Esa lectura fue diferente con tu Medusa.
-L.G: En la recepción de esta escultura hubo un equívoco muy fuerte, vinculado a la sensación de que era un monumento conmemorativo del #metoo. Dijeron que la fue financiada con recursos del erario público y no fue así, que fue creada en homenaje al #metoo y eso es imposible porque fue creada nueve años antes. Se coló una voluntad malintencionada, de sacar de escena algo que les resulta molesto y hasta ofensivo del feminismo. Pero si el arte conmueve e invita a repensar determinadas discusiones, mejor aún, ese es el recorrido por el cual el arte tiene el valor que tiene.
-T: ¿Cómo empezaste con los mitos y con la escultura?
-L.G: Los tenía presente por lecturas personales. Además, mi papá nació en Carrara, Italia, y en 1993 fui hasta allá a aprender a tallar piedra e hice la cabecita de una Medusa. El interés por ese mito está desde siempre, me interesa mucho en mis esculturas hacer presente una mirada. Es amplio, pero es eso lo que trato de hacer y en el mito de Medusa la mirada tiene una relevancia particularmente fuerte, es el vehículo a través del cual se consuma la maldición, con la implicancia tremenda que tiene, que es la imposibilidad de que otros deseen mirarla a los ojos, porque está la amenaza de convertirse en piedra. Ella, a diferencia de Perseo, es un personaje prácticamente trágico. Quizá tenga que ver con haber estado de chico en las canteras de mármol acompañando a mi tío, que era camionero, a buscar bloques. Vivía cerca de Florencia y conocí esas piezas, manieristas y barrocas de Medusa y Perseo, de muy muy chiquito. Evidentemente alguna huella dejaron y por eso vuelvo a la conmoción.
Sé el primero en comentar en «Una Medusa que espera un nuevo destino»