San Rafael, Mendoza 20 de abril de 2024

Tal vez una mandarina – Por:.Beatriz Genchi

 Las frutas esconden la historia de la humanidad. Si una persona pide, por ejemplo, mandarinas, está utilizando una palabra acuñada por los comerciantes portugueses que se adentraron por el mar de la China Meridional en el siglo XVI. Para aquellos exploradores ibéricos, los mandarines eran los burócratas de la China imperial, formados bajo las enseñanzas de Confucio. Como vestían ropas anaranjadas, las frutas de ese color también recibieron el nombre de mandarinas. Sin embargo, la historia de las mandarinas empezó mucho antes, según relata el biólogo español Manuel Talón, miembro de un equipo internacional que acaba de iluminar el fascinante periplo de las mandarinas por el planeta.

Hace ocho millones de años, un enfriamiento global provocó el desplazamiento de aquellas especies remotas. Los ancestros del limón avanzaron hacia el oeste y sus descendientes acabaron llegando a lo que hoy es España tras la conquista musulmana de la península Ibérica. Los que migraron hacia el este son los ancestros de las mandarinas, señala Talón, director del Centro de Genómica del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias, en Moncada (Valencia). En las montañas de Nanling, en el actual sur de China, aquellas protomandarinas, todavía incomestibles, comenzaron a diversificarse.

En muchos aspectos, los cítricos son únicos. Las distintas especies que hoy se cultivan provienen de tres antepasados primarios: la cidra, el pomelo chino y la mandarina, todos ellos oriundos del sur y el este de Asia. Estas tres frutas y algún que otro pariente menos conocido, presentan la rara combinación genética de ser sexualmente compatibles y tener una elevada tendencia a la mutación. Estos rasgos permiten que sus genes se mezclen, tanto de forma natural como por la manipulación humana.

Ningún otro género de frutas goza de tan intrincado pedigrí, cuyo origen están desvelando las últimas investigaciones. El pomelo, por ejemplo, es un descubrimiento humano de hace menos de tres siglos, pero los cítricos en sí son muy antiguos. Las hojas fosilizadas descubiertas en la provincia china de Yunnan en 2013 sugieren que en la Tierra ha habido cítricos desde finales del Mioceno, hace siete millones de años.

«Los cítricos tienen algo fascinante, alternativo, incluso sexy», dice el pomólogo David Karp, en cuya investigación se basa la ilustración adjunta. Hoy asistimos a una carrera de investigadores internacionales para desarrollar, por ejemplo, mandarinas más dulces, sin semillas y fáciles de pelar. Y un árbol genealógico en constante expansión.

Un nuevo estudio ha analizado los genomas de 69 variedades de cítricos y ha descubierto el origen de un acontecimiento que, a su manera, cambió el curso de la humanidad. En muchos cítricos silvestres, el polen de una planta padre, su esperma, viaja con abejas hasta la flor de la planta madre. El resultado es una semilla que dará lugar a una nueva planta, con la mitad de sus genes de un progenitor y la mitad del otro. Hace 1,6 millones de años, sin embargo, en aquellas mandarinas de las montañas de Nanling surgió de manera natural, por una extraña mutación, el gen de la apomixis, un comportamiento por el cual las semillas solo desarrollan copias de la madre. “En el ser humano sería como si surgiera un embrión de algunas células de la piel de la madre. Sería un clon de la madre”, dicen los científicos.

Los cítricos “son muy promiscuos”, se ríen. Los investigadores revelaron otro evento fundamental: hace unos 4.000 años, posiblemente en las orillas del río Yangtsé, un árbol de pummelo (la especie madre del pomelo) polinizó un árbol de mandarinas ancestrales, dando lugar a variedades comestibles de mandarina. “Se redujo la acidez, aumentó la cantidad de azúcar y se incrementó el tamaño, porque las mandarinas ancestrales eran un poquito más grandes que las aceitunas”.

La apomixis, afirman, fue “un sueño” para los primeros agricultores, que fueron capaces de perpetuar sus árboles favoritos generando copias perfectas, sin arriesgarse a la lotería de la mezcla genética con un padre. Y todas las especies comestibles, como las mandarinas, las naranjas, los pomelos y los limones, recurren a la apomixis, una característica excepcional en el reino vegetal, gracias a aquella mutación hace 1,6 millones de años, que pasó de especie a especie, favorecida mucho tiempo después por los primeros agricultores. “Los cítricos son un matriarcado extremo”, bromean los investigadores.

Gentileza

Beatriz Genchi – beagenchi@hotmail.com
Museóloga – Gestora Cultural – Artista Plástica.

Puerto Madryn – Chubut.

 

 

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