Manuel Cortina
El Presidente reniega del protocolo y de la estricta seguridad; ante las críticas internas, ratificó a su equipo y mantuvo la dinámica; la estrategia judicial, en manos de la defensa de Fabiola Yañez
“No sé… a ver… Los granaderos están enfrentados en su puerta, así que no salió, está en su despacho”. El colaborador de Alberto Fernández se asomó al ala presidencial para verificar si su jefe estaba en la Casa Rosada. Descartó así un radiopasillo que indicaba que el Presidente había partido de Balcarce 50 en su propio auto. Esta vez no había ocurrido. Pero una salida en la mitad de la jornada -decidida sobre la hora, sin chofer y con custodia discreta- no hubiera sorprendido a nadie.
Fernández reniega de los dispositivos de seguridad, la lejanía, los discursos prescritos y los “teléfonos rojos” propios de la investidura presidencial. Dice que es “un hombre común” sentado en el sillón de Rivadavia. Cristina Kirchner, en cambio, le atribuye “ingenuidad política” a su estilo. Y Oscar Parrilli cree que habría que “cuidarlo más”. Son varios los funcionarios que consideran que esas formas lo llevaron a los errores no forzados de su gestión. “Tendría que tener la guardia más en alto”, analizó un hombre con despacho en Casa Rosada. El cumpleaños de la primera dama en de Olivos hoy golpea su imagen y lo enfrenta una difícil causa judicial.
Pero nada indica que Fernández hará cambios, ni cosméticos ni de fondo. “Alberto no va a cambiar… pero si los problemas que tenemos son estos…”, comentó risueño y encogido de hombros uno de los hombres de máxima confianza del jefe del Estado. “El tema de Olivos se sobredimensionó, ya está”, agregó.
Rutina y entorno
Pese a las duras embestidas de propios y ajenos, Fernández no dio señales de cambios en su equipo. El miércoles por la noche regresó a Olivos en el asiento del acompañante del auto del secretario de Comunicación Pública, Juan Pablo Biondi, que fue manejando. Los siguió una custodia mínima. El jueves por la mañana mantuvo una larga reunión a solas con el secretario General de la Presidencia, Julio Vitobello. Y por la tarde, sorprendió al convocar a una reunión de gabinete para el día siguiente.
Según señaló e el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, “la seguridad del Presidente y de la quinta de Olivos siempre se está revisando porque la protección del jefe de Estado es esencial”. En Casa Rosada se limitaron a señalar que Casa Militar hizo una revisión “como parte de un trabajo interno habitual”, pero que no prevén cambios en “en lo inmediato”, ni despido del personal.
Respecto al “control de daños”, la Casa Rosada solo tomó la delantera cuando definió anticipar los videos de la celebración de Yáñez. Las filmaciones no llegaron a Fernández fruto de una tarea de inteligencia con los invitados de la primera dama, aseguraron fuentes oficiales. Los obtuvo un colaborador y se los acercó al Presidente. El Gobierno hizo que fueran publicados primero por el sitio ultraoficialista El Destape y minutos después por la TV Pública. Con esto último buscaron que no se especulara con una filtración del kirchnerismo en contra de Fernández.
La estrategia judicial, por ahora, está en manos de la defensa de Yañez. La primera dama contrató a dos abogados conocidos, Juan Pablo Fioribello y Mariano Lizardo, que buscaron patrocinar a siete de los nueve invitados del cumpleaños. Pero una de ellas, Stefanía Domínguez, cambió de opinión. Tres funcionarios aseguraron que desde el Poder Ejecutivo no contactaron a los amigos de la primera dama para pedirles las fotos. El trabajo de contención, aseguran, corrió por cuenta de los abogados de Yañez.
“Alberto no conocía a la mayoría. Solo a Sofía Pacchi y a Emanuel López”, dijo un colaborador estrecho de Fernández. Ambos, según algunas fuentes, habrían asistido al SUM del edificio de Puerto Madero donde vivía Fernández la noche que ganó las elecciones. Hoy siguen trabajando en Presidencia pero ya no hacen tareas vinculadas a la primera dama.
“Alberto repite que con lo de Olivos se mandó una cagada de tipo común. Y no lo va a cambiar, porque no quiere alejarse de la gente”, insisten cerca del Presidente.
El estilo presidencial impacta en la diaria. En Casa Militar lamentan no disponer de operativos más estrictos cuando Fernández decide manejar su auto o caminar en los viajes. Quienes lo ayudan con algunos discursos -como el “pedido de disculpas”- saben que terminará improvisando. Tampoco le fijan horarios porque Fernández “se queda escuchando” a sus interlocutores sin mirar el reloj. “No tiene teléfono rojo, ni violeta”, bromean en su entorno sobre las comunicaciones encriptadas. El jefe de Estado sí resignó el control de sus redes sociales. “Lo extraña”, dicen cerca suyo.
Vuelta de página
En la Casa Rosada buscan dar vuelta la página del affaire de Olivos convencidos de que no impactó en los números. Si bien cayó “un poco” la imagen de Fernández, eso no se trasladó a la intención de votos, según aseguran en los principales despachos de Balcarce 50 sobre las encuestas que consumen a diario.
“La intención de votos no cambió”, dijo el viernes un hombre con acceso diario al despacho presidencial. Si bien hubo algún temor inicial, el núcleo duro del Frente de Todos se mantuvo (30% a nivel nacional; 35% en la provincia). Cerca del jefe del Estado insisten en que el factor definitivo es el económico.
Con la campaña enfocada en un mensaje de esperanza –”la vida que queremos”- desde el Gobierno apuestan a reconstruir el vínculo del Presidente con la sociedad a partir de las PASO. A eso le suman que si se completa como esperan vacunación de agosto (con los mayores de 50 años con las dos dosis)habrá más aperturas, con espectáculos masivos y turismo extranjero.
Eso siempre y cuando no golpee otra vez la pandemia. Nadie canta victoria, pero el Gobierno cree que la vacunación permitirá ralentizar la propagación de delta.
Tras el enojo inicial, el Presidente fue sumando el respaldo público del Frente de Todos. Cristina, a su manera, participó en dos actos consecutivos con el mandatario y La Cámpora hizo una defensa en redes. El Presidente habló mucho con Sergio Massa, otro de los que salió a bancarlo. También mantuvo charlas con los funcionarios “albertistas”. Pese al golpe, todos quedaron ratificados en sus cargos.
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