Cuando pensamos en cine antiguo, de las primeras cosas que nos vienen a la cabeza son el cine en blanco y negro, mudo y quizás Charlie Chaplin o los hermanos Marx. Cuando pensamos en el cine en color, muchos desconocemos que empezó de una forma totalmente artesanal. Las cintas se pintaban a mano con pigmentos en tonos más o menos vibrantes que dotaban a las películas de un aspecto irreal que hoy en día nos resultaría bastante extraño. Y eran mujeres la que se encargaban de llevar a cabo dicha tarea, una de las pocas disponibles para el género femenino en esa época.
A mano y de una forma extremadamente meticulosa, aplicaban color con pinceles tan finos como un cabello gracias a unos anteojos con aumento. Y es que trabajar con un lienzo de 25 milímetros no es tarea fácil, requiere mucha precisión y paciencia, pues una pincelada desafortunada podía estropear el fotograma. La práctica hace al maestro y eso es algo que estas mujeres demostraron, pues muchas se formaron durante años coloreando postales y diapositivas para desarrollar la habilidad necesaria para enfrentarse a una cinta.
Al principio, la mayor parte del fotograma se dejaba en blanco y negro, solo se coloreaban algunos objetos para que destacaran. En las películas de baile el color era bastante popular y pronto se presentaron películas en las que las bailarinas lucían vestidos en tejidos fluidos que acompañaban sus movimientos en diferentes colores sin que distrajese en exceso. Cualquier película “Serpentine” de finales de 1890 que personajes como Thomas Edison o los hermanos Lumière popularizaron, contaba con al menos tres colores diferentes. Debido al elevado costo de esta práctica, muchos productores preferían pagar por colorear películas cortas, pese a que documentos de la época acreditan el gusto del público por esos toques de color.
La demanda de profesionales capaces de colorear cintas fue en aumento y es así como algunas mujeres emprendedoras de la época abrieron sus propios estudios y contrataron a otras mujeres. Ejemplo de ello es la francesa Elisabeth Thuillier, quien contaba con una plantilla de 220 trabajadoras y un sistema de trabajo propio del fordismo (sistema de producción en cadena implementado por Henry Ford). Su trabajo más famoso es “Viaje a la Luna” en 1902. Las mujeres dominaron este campo, algo que puede resultar inusual si tenemos en cuenta la época, pero las razones no nos lo resultarán tanto. Simplemente se les podía pagar menos que a un hombre. Si además tenemos en cuenta que durante mucho tiempo se consideró que la mujer gozaba de una sensibilidad especial para este tipo de actividades, todo parece encajar.
Recordemos la famosa frase de un delegado francés en 1867: “Para el hombre, la madera y los metales; para la mujer, los niños y los tejidos”. Aunque con ese concepto poco auspicioso, estas mujeres supieron transformar una desventaja en ventaja y dominar el campo de la coloración de películas con el cambio de siglo.
Gentileza:
Beatriz Genchi
Museóloga – Gestora Cultural – Artista Plástica.
beagenchi@hotmail.com
Puerto Madryn – Chubut.
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