San Rafael, Mendoza 12 de mayo de 2024

Los unos y los otros – Por:.Beatriz Genchi

Como una puesta en escena, pero no…

Jorge Donn estaba exultante. Esa noche bailaba en el Luna Park, su vuelta triunfal a la Argentina mientras brillaba por todo Europa como bailarín principal de Maurice Bèjart. Él quería que el evento fuera transmitido por Canal 7, aunque finalmente no hubo arreglo. Entonces aprovechó su visita al programa “Cordialmente”, de Juan Carlos Mareco, para reprochárselo en vivo a los directivos, quienes tuvieron que contestarle al aire. Arriba de la camisa blanca se había anudado una chalina marrón. Tenía el pelo batido, muchos anillos que brillaban y fumaba sin parar. El país estaba mirando esa pantalla.

A los 59 años, Roberto Goyeneche parecía muy desgastado. Y, lejos del traje que usaba para cantar en la orquesta de Pichuco Troilo, fue al living de Mareco vestido deportivamente, casi como de entre casa. Pero todavía le quedaba cuerda para hacer sentir su presencia en los escenarios más impensados. “Voy a hacer un tema”, dice. Y mirándo al bailarín con bonhomía, casi que, proponiendo un pacto de complicidad, le dice con convicción: “Te va a gustar”. “Sin micrófono, así, nomá”, compadrea el cantante. Aunque el maestro Mario Marzán comienza a acompañar con el piano. Y arranca “Naranjo en flor”. Donn no conocía ni la canción ni a los hermanos Homero y Virgilio Expósito, sus creadores.

“Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir… y, al fin, andar… sin pensamiento”, recita Goyeneche, cinchando cada palabra. Por primera vez, Jorge Donn parece relajarse: cierra los ojos con placidez. Descubre un universo nuevo dentro suyo. Y se va. Viaja. Deja de estar ahí.

Pero luego vuelve. Y vuelve al Polaco, cabeceándole el hombro con dulzura. Sonríe y la mirada le brilla. “¿Qué le habrán hecho mis manos? ¿Qué le habrán hecho?”, se repregunta Goyeneche. Y abre sus dos palmas hacia arriba. Jorge le toma la izquierda con su derecha y la cámara va hacia esos diez dedos entrelazados en uno de los mejores planos de la historia de la televisión argentina en vivo.

En adelante, todo será amor y admiración para ellos. E incomodidad y sorpresa para otros. Pero los de afuera son de palo: las dos manos se aferran cada vez más, Donn hace caricias con su pulgar y los párpados del Goyeneche caen a tempo con el cierre de Marzán. “¡Qué barbaridad! Me voy…”, intenta despedirse Mareco, lacónico. No quedaba claro si el conductor estaba emocionado por la performance o estupefacto por tanto roce.

“Shhh”, lo interrumpe Jorge Donn, tocándole el brazo. “El silencio es la palabra más linda que existe. El silencio…”, susurra el bailarín. “Él nos dijo todo. Así que hagamos silencio. Esa energía que van a poner aplaudiendo, vayan… y planten un árbol”. Y luego, lo que sería historia: Donn deja el cigarrillo en el cenicero, toma a Goyeneche de una mejilla y le estampa un ruidoso beso en la otra, rozando la comisura. Para rematar, pasa sus dedos por los labios del cantante. “Sos un fenómeno”, aprueba el Polaco, subrayando las eses en tono bien porteño, bien tanguero. “Bueh”, suspira Mareco, quien quedó atónito. La imagen, en cambio, quedó para siempre. Jorge estaba estremecido. Roberto reía.

Para algunos, y, especialmente, en aquel momento ese beso en vivo por la telé del 27 de julio de 1985 supuso un escándalo. “Una explícita demostración de homosexualidad”. “¿Cómo se atreven a pasar eso en la televisión?” “¡Hay chicos mirando!”.

Se podía hacer de “mariquita” ridiculizando estereotipos y todos reían, no solo la claque. Ese humor era un éxito en la televisión, en el cine y en el teatro. Algunos gags, incluso, todavía arrancan carcajadas hasta en los más deconstruídes. Pero el beso de Donn a Goyeneche tuvo el adicional que faltaba en esos guiones de ficción: fue real. Cierto, espontaneo. Y parece que lo imperdonable es que fue sincero.

Gentileza:

Beatriz Genchi – beagenchi@hotmail.com
Museóloga – Gestora Cultural – Artista Plástica.

Puerto Madryn – Chubut.

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