Sobre esta cuestión conversé con el japonés Kotaro Suzumura (1944-2020), quien estudió en la Universidad Hitotsubashi. Al igual que Adam Smith en Oxford y Raúl Prebisch en la UBA, encontró que le convenía pasar más tiempo en la biblioteca que en las aulas, leyendo obras escritas por Takashi Negishi, Hukukane Nikaido y, sobre todo, por Kenneth Joseph Arrow. En colaboración con Arrow y Amartya Sen, publicó un par de libros sobre decisiones colectivas. Según declaró en 2015, no fue un actor de teatro kabuki porque no tenía dinero para alquilar la vestimenta y porque no era suficientemente alto.
–Porque los seres humanos no pensamos lo mismo. Cada uno de los copropietarios de un edificio de departamentos puede decidir de qué color desea pintar su dormitorio, pero; ¿cómo se decide el color con el que hay que pintar la fachada del edificio: por unanimidad, por mayoría, etcétera?
–Usted aplicó esto a la realidad político-institucional de su país.
–Usted realizó contribuciones a la economía del bienestar y a la teoría de la decisión pública, pero siempre tratando de poner la teoría al servicio de la acción.
–Por eso me encantó que cuando James Edward Meade cumplió 80 años, Robert Merton Solow afirmó que “Meade espera que la economía del bienestar genere propuestas, no resignación”. Y también rescato a Arthur Cecil Pigou, quien en el prefacio de La economía del bienestar, dijo que los complicados análisis planteados por los economistas no son mera gimnasia, sino instrumentos para mejorar la vida humana.
–El Poder Ejecutivo en la Argentina parece estar, en el plano económico, dejando todo para después de las próximas elecciones legislativas. ¿Es esto posible, deseable? ¿Qué cabe esperar para el día posterior al del comicio?
–La literatura especializada estudió esta cuestión planteando el ciclo económico de raíz política. Michal Kalechi lo analizó en un contexto de lucha de clases, John Albert Blyth Hibbs, Cecil Duncan Mac Rae y William Dawbney Nordhaus, en el plano electoral. Este último obtuvo el premio Nobel en Economía, pero por cómo integró las cuestiones ambientales dentro del análisis económico.
–¿Qué dice la teoría y qué ocurrió en la práctica?
–En los modelos tradicionales, la evolución cíclica es vista como un problema, por lo que se trata de morigerar las oscilaciones, mientras que en el ciclo económico de raíz política dicha evolución, lejos de constituir un fracaso, es un subproducto deliberado de cómo se plantea la política económica. Si el votante tiene mala memoria, entonces los gobiernos deben introducir los penosos ajustes inmediatamente después de cada elección, tornándose generosos antes de la siguiente.
–En la práctica, ¿funciona?
–A juzgar por la frecuencia con la cual quienes están en el poder pierden elecciones, funciona muy poco. Es entendible que el gobierno de turno intente postergar todas las decisiones impopulares para después de las elecciones, salvo que calcule que no llega. En cuyo caso, no tiene más remedio que actuar antes, como les ocurrió a Raúl Ricardo Alfonsín, en 1985, y a Carlos Saúl Menem en 1991.
–Volvamos a la Argentina de 2021. Si la política económica pudiera continuar como hasta ahora hasta las elecciones, ¿qué cabría esperar para el día siguiente?
–Claro que si la realidad económica llegara a las próximas elecciones “con el último aliento”, al día siguiente al del comicio no habría más remedio que corregir los desequilibrios. Lo cual implicaría un salto tarifario, un aumento significativo del tipo de cambio oficial, etcétera. Y, según algunos, por imposición del Fondo Monetario Internacional (FMI), la flexibilización laboral. Pero…
–Pero, ¿qué?
–Que nunca se sabe cuándo llega el último aliento, hasta que no aparece. Más importante todavía, si éste fuera el planteo del actual Gobierno, algún funcionario debería estar, por estas horas, diseñando el correspondiente replanteo de la política económica. Es difícil imaginar que esto esté ocurriendo.
–¿Y entonces?
–Lo más probable es que, luego de las elecciones, el equipo económico continúe operando como hasta ahora y que, por consiguiente, el ajuste se haga cuando resulta inevitable; lo cual, como muestra la experiencia de su país, implica hacerlo de la noche a la mañana, improvisando, etcétera.
–¿Qué importancia tiene el resultado de las próximas elecciones?
–Se trata de la votación de medio período, donde se eligen la mitad de los diputados y la tercera parte de los senadores. Difícilmente se produzcan modificaciones sustanciales en la composición del Congreso Nacional; pero como “señal” es mucho más importante.
–Explíquese.
–Imaginemos que el oficialismo gana de manera nítida. Lo más probable es que renazca el “vamos por todo” que se instaló luego de la victoria electoral de 2011, y que generó el cepo cambiario. En efecto, el Banco Central dejó de vender dólares sin preguntar el destino, como consecuencia de la victoria, no de la derrota, del oficialismo. Pues bien, la lectura del actual Gobierno, de una victoria electoral en 2021, puede ser una licencia para avanzar sobre instituciones, propiedad, etcétera.
–¿Y si la pierde?
–El Poder Ejecutivo comenzaría a operar como si estuviera en su fase final, como Alfonsín a partir de 1987. Es la teoría del pato rengo: el poder formal continúa en las autoridades constituidas, pero la toma de decisiones más y más mira a quienes se piensa que gobernarán a partir del 10 de diciembre de 2023. Gran desafío para la principal coalición opositora, que tendrá que revisar, pero en serio, qué fue lo que anduvo, y qué no, entre 2015 y 2019. Pero también puede ocurrir que el oficialismo, en retirada, en vez de disminuir aumente su avasallamiento de las instituciones, y la ocupación de puestos públicos permanentes. Espero que a ningún argentino se le ocurra votar al actual Gobierno, para evitar este problema.
–Don Kotaro, muchas gracias.
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