San Rafael, Mendoza martes 16 de abril de 2024

Esas extrañas luces – Por:.Lic. Lucio Ravagnani Navarrete.

Una antigua leyenda cuenta que cuando el primer ser humano levantó la vista y miró las estrellas, fue invadido por la luz de la curiosidad y el descubrimiento. Desde entonces, todas las civilizaciones han buscado en los cielos las respuestas a grandes interrogantes. Allí han encontrado furiosos dioses y piadosas criaturas. Trazaron las rutas del destino y desenredaron la madeja de hilos dorados. Crearon mapas, planos y guías que pudieran orientarlos en busca de aquello que faltaba, pero que no podían descifrar de qué se trataba. Desde entonces, oyen con cuidado el grito eterno de las luces extinguidas.

Quien mire las estrellas y no comience a interrogarse transita dos caminos. Uno repleto de contradicciones frente a la propia naturaleza humana. El otro, inundado de temor a las respuestas que puede llegar a hallar. El cielo nocturno, lejos de cubrir nuestro mundo de sombras ominosas, quita el velo celeste del día para que podamos ver hasta el infinito. Allí, parados en el patio que caminamos todos los días, con la cabeza echada hacia atrás en un gesto de humildad y fascinación, nos sentimos empequeñecer ante la profundidad absoluta del cosmos. Lo infinitesimal de nuestra propia existencia –que durante el día juzgamos tan importante–  nos aturde y nos devuelve al punto fijo de nuestro tránsito por este plano.

Vemos en las constelaciones los diseños que nuestros antepasados encontraron cuando el mundo era más joven y nos hechiza la danza exánime de enormes esferas de fuego ya consumidas. Es un viaje al pasado y un puente a lo que yace más allá de nuestra galaxia. De a momentos, nos empuja con un lazo invisible que parece elevarnos hasta que nuestros pies ya no tocan el suelo y nos acerca al vasto infinito helado. Lo que allí podamos encontrar nos excita y aterroriza en partes iguales. Al igual que con las profundidades abismales del océano, soñamos indescriptibles seres que nos ignoran y que, de tanto en tanto, nos visitan en sueños. Algo tan lejano, y a su vez tan hipnótico, debe estar constituido por una magia única. Un conjuro antiguo y olvidado que se gestó con la explosión primigenia y que depositó en nuestras simples mentes la semilla de vetustos horrores y maravillas.

El día trae consigo el olvido y con ello un alivio. Nos da un respiro, una bocanada de aire fresco para continuar con nuestras vicisitudes cotidianas y escapar de la locura y el delirio. ¿Qué sería de nosotros si tuviéramos acceso a tamaña claridad? ¿Cómo podríamos soportar la insondable presión del origen del tiempo y el espacio? Aquello corresponde a las entidades eternas que viajan constantemente por los ríos perenes del universo. Que nos dejen a nosotros seguir indagando y fantaseando con lo que se encuentra más allá del alcance de los telescopios. Déjennos con nuestros sistemas arcaicos y nuestros pesares mundanos, que con eso ya tenemos bastante. Ignórennos, pero dejen una pequeña abertura en la puerta estelar por la que podamos husmear las luciérnagas perpetuas. Imaginando que algún día, uno como cualquier otro, quizás podamos atrapar una dentro de un frasco. Será entonces el momento de adentrarse en otro caos, dejando que sean otros los que pierdan la cabeza preguntándose quienes somos.

Gentileza: 

Lic. Lucio Ravagnani Navarrete – ravagnani.lucio@gmail.com

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