Nunca fue más necesario hacer actividad física. Después de un año con meses de aislamiento casi completo, trabajo remoto, reuniones virtuales y una digitalidad omnipresente, necesitamos imperiosamente volver a conectarnos con nuestro cuerpo. Ponerlo en acción y volver a habitarlo. Si antes hacíamos ejercicio para vernos bien, hoy, además, tenemos el poderoso motor de hacerlo en pos de una mejora del sistema inmune. Una que seguramente no prevendrá que nos contagiemos, pero sí puede hacer más eficiente la respuesta de nuestro organismo y, por ende, más leve la enfermedad. Algo nada menor en tiempos en los que la vacunación general aún parece lejos.
“El ejercicio mejora el sobrepeso, la diabetes tipo-2 y la hipertensión arterial, y disminuye el riesgo de accidentes cerebro-vasculares, condiciones que aumentan el riesgo de adquirir una forma más grave de Covid-19”, me cuenta la profesora Martha C. Cohen, directora clínica de Farmacia, Diagnóstico y Genética del Hospital de Niños de Sheffield, Reino Unido. El ejercicio mejora el tono muscular y el metabolismo óseo, cruciales para mejorar el balance y prevenir caídas en adultos mayores (en quienes la letalidad de la enfermedad es cuatro veces mayor). Estimula la respuesta antinflamatoria, reduce el riesgo de depresión, ansiedad y estrés, mejora las habilidades cognitivas y el sueño, aumenta la autoestima, promueve la resiliencia emocional y retrasa los síntomas de demencia en la enfermedad de Alzheimer. La actividad física habitual contribuye a mantener el bienestar físico y la salud mental.
Con recaudos necesarios, ponerse en acción es la mejor decisión. Al aire libre, con entrenador, en soledad o de modo virtual: todo es válido para reforzar el cuerpo frente a uno de los peores enemigos conocidos hasta ahora.
Fuente:https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/mientras-esperamos-la-vacuna-a-entrenar-nid13032021/
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