Me hicieron dos preguntas simples, sencillas, fáciles de responder; pero al hacerlo acudieron los recuerdos como a una cita impostergable de amigos que se abrazan, se sientan a la mesa y mientras comparten el pan y la bebida hablan de aquellos tiempos…
-¿Por qué elegiste ser maestro?
-Vos lo sabes, era un joven retraído y soñador que leía poesía, cada verso era un salto en el abismo que aun en la oscuridad más temible conducía a tesoros que alimentaban el alma, bagatelas y naderías para el rey Midas, pero para mí…
-Está bueno, pero no respondes.
-Ya, ya… Cada palabra era un universo en expansión que chocaba con otras, también universos, que crecían sin límites…
-¡¿Y?!
-Las palabras hablaban de libertad, de justicia, de fraternidad, de paz, de igualdad, de tolerancia, de respeto, de compromiso, de un mundo en el que todos los hombres y mujeres eran hermanos… Sí, sí, te reís, pero yo creía en eso, en el ser humano, y por eso elegí ser maestro, para servir…
-Mmmmh, ponele… Y hoy con esta crisis, con esta pandemia, ¿qué me decís de ser maestro?
-Mirá, es una paradoja esto de estar aislados, encerrados, con tantos decretos y normas que nos impiden estar con nuestros seres queridos, pero más allá de los males y penurias que impone, yo creo que nos ha unido, está despertando un estado de conciencia…
-¿Qué?
-Sí, aquello del Principito de que “lo esencial es invisible a los ojos”… Hoy tenés tantos medios para estar con el otro: internet, video llamadas, el celular, es cierto, es imperfecto, vamos aprendiendo en la marcha, como alumnos, como eternos aprendices…
-Pero ¿vos oís todo lo que dicen?… ¿Ves los noticieros?
-Digan lo que digan, pase lo que pase, yo, como tantos otros, ratifico mi credo docente, doy mi corazón y me convierto en un puente de amor para ayudar a todos los que quieran pasarlo… Yo elegí ser maestro para servir, porque creo en el ser humano y además, todas las historias pueden tener un buen final cuando hay amor.
Enrique Rafael Socas
A las puertas del Primavera 2020
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