Encuentro en Riad. Martín Guzmán y Kristalina Georgieva.
De los 35 programas en curso, el argentino es el de mayor monto. Se augura una clásica negociación con ribetes de pandemia, pero contra un plan.
Pero ya no se trata de negociar con fondos de inversión y bonistas, donde se busca aliviar el peso de la deuda vía reducción de las tasas de interés y la extensión de los plazos y definir el valor presente neto de los nuevos bonos a canjear. Con el FMI, la negociación apuntará a un intercambio entre un número de desembolsos contra una política económica. Los negociadores del Fondo se sentarán con el clásico Manual del organismo por el cual se negocia desembolsos contra el cumplimiento de metas macro. Ya pasó el tiempo de los apoyos explícitos y los comunicados protocolares, no hay duda de la “buena onda” de la jefa del Fondo, Kristalina Georgieva, pero ahora viene el tiempo de “cortar el bacalao”. Está claro, y sobre todo luego de ver la ficha de Argentina en el reciente “External Sector Report: Global imbalances and the covid-19 crisis”, que el Fondo no pedirá ahora ni en los próximos años cosas imposibles. Pero si, y como en el informe lo señala (“Con el tiempo, una consolidación fiscal gradual y favorable al crecimiento, combinada con políticas monetarias prudentes, es esencial para mantener un superávit comercial, reconstruir las reservas internacionales y garantizar la sostenibilidad de la deuda”) deberá tender a volver a reestablecer equilibrios macro básicos, fundamentalmente porque Argentina es su principal deudor, un pesado grillete en el tobillo, ajustado por el ex-jefe de la misión, Roberto Cardarelli. Pero como consideran expertos en este tipo de negociaciones, los “desembolsos contra programa” pueden constituir finalmente una traba retardadora en la negociación.
Hay vigentes cinco líneas del Fondo, unas aplicables a todos los países, otras solo para los que tiene un sólido desempeño macro y otras para los países de bajos ingresos.
Para el caso aplicable a cualquier país, está por un lado la línea SBA (Stand By Arrangement) que es para los que enfrentan problemas de balanza de pagos. Los montos van desde un 145% anual de la cuota del país y 435% acumulado. La duración es de no más de 36 meses. El principal requisito es un programa completo con metas cuantitativas, principalmente monetarias, fiscales y de reservas. Hoy hay 5 vigentes, entre ellos el de Argentina, junto con Armenia, Egipto, Honduras y Ucrania. Por otro lado está la línea Extended Fund Facility (EFF) que es para países con inconvenientes graves a mediano plazo debido a problemas estructurales que tardan tiempo en resolverse. Los montos van desde 200% anual y 600% acumulado y cómo máximo 4 años de plazo. El requisito es un programa completo con metas cualitativas (reformas estructurales) y cuantitativas (idem Stand-By). Hoy hay 9 vigentes, Angola, Barbados, Bosnia y Herzegovina, Costa de Marfil, Guinea ecuatorial, Etiopía, Georgia, Jordán y Pakistán. Para el caso de países con sólidos desempeños macro e institucional -no el caso argentino- están la Flexible Credit Line (FCL) que son préstamos contingentes para prevenir crisis. No tiene montos límites y son líneas renovables. Si se usa hay un examen al final del primer año. Hoy solo 4 países la tienen, Colombia,Chile, Perú y México. Luego está la ex-Precautionary and Liquidity Line (PLL) hoy PCL o Línea precautoria para atender las necesidades de liquidez. Hay otras dos líneas para países de bajos ingresos, pero tampoco entraría Argentina, la Extended Credit Facility (ECF) y la Stand by Credit Facility (SFC).
Fuente:https://www.ambito.com/economia/fmi/clausula-aun-vigente-el-pais-podria-negociar-plata-fresca-n5122827
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