Las guerras son tiempos desesperados, que sacan lo peor, y lo mejor, del ser humano. Pero la PWE (Political Warfare Executive, la Oficina de Guerra Política), británica fue bastante ocurrente, y es lo que llama la atención.
La PWE surgió de un brazo de la SOE (Special Operations Executive, Oficina de Operaciones Especiales), encargada especialmente de operaciones de sabotaje e inteligencia en los países invadidos por Alemania. Pronto, no obstante, se independizo.
En el verano de 1941, la nueva oficina de propaganda adquirió sus propias instalaciones y equipo, conformado por personal del Ministerio de Información, de la propia SOE y de la radio pública, la BBC. La PWE estableció tres estaciones. La primera y principal de ellas fue la Gustav Siegfried Eins (GS1), La idea de GS1 se le ocurrió a Sefton Delmer, un ciudadano británico nacido y criado en Berlín que había trabajado para la BBC. El objetivo de los programas era minar la moral de los soldados alemanes, contándoles historias verdaderas, y falsas, sobre sus corruptos líderes.
El papel de locutor cayó sobre Peter Seckelmann, un refugiado de Berlín. Seckelmann se hacía pasar por Der Chef (El Jefe), un supuesto nazi fanático que creía que el liderazgo nazi no era lo suficientemente duro. Para darle aire de autenticidad, Der Chef emitía noticias verdaderas sobre Alemania, obtenidas de los diarios o por espías. Pero sin duda las diatribas más jugosas iban enfocadas a las prácticas sexuales de algunos líderes nazis.
Según documentos recientemente hechos públicos por el gobierno británico, los operadores de la PWE no tenían ningún pudor. No sólo con los alemanes. A Churchill lo llamaban “borracho judío”, y cosas menos publicables; el rey George era “el tonto en el trono”.
De un tal Willi Bückmann, Der Chef se quejaba de ser un “pervertido homosexual” al que le gustaba vestirse de mujer; al teniente Tienemann le gusta flagelarse a sí mismo. El Capitán Schmidt organizaba orgías. Un blanco frecuente de los informes del Chef era Christian Weber, líder del partido nazi en Baviera. Weber también organizaba orgías, a las que invitaba a miembros destacados de las SS. En dichas fiestas, Weber “rifaba” mujeres utilizando una ruleta. Otro blanco habitual era Robert Ley, jefe del Frente Laboral nazi. Según la PWE, Ley era un “putero y borracho”. En este caso, la propaganda llegó a tanto, que medios alemanes repitieron la noticia, y Ley tuvo que salir negarlo todo en público. No mentía.
Ahora bien, los informes eróticos sólo tenían una función, atraer a la audiencia. Una vez captada, se le inculcaba otro tipo de noticias, como siempre, dudosas. Como todos los contendientes de la SGM, los británicos hacían caer panfletos propagandísticos en las ciudades alemanas. Sin embargo, los panfletos de la PWE no eran muy usuales. Centrándose asimismo en la vida sexual de los líderes nazis, los volantes llevaban mensajes políticos, acompañados de imágenes sexuales. El caso de Ley fue apoyado por dichos panfletos. En un caso muy conocido por los soldados alemanes, la PWE dejó caer un volante ilustrando (y explicito) lo que presuntamente estaban haciendo sus esposas con los soldados extranjeros. Un proyecto que si se detuvo a tiempo fue una foto del Führer, autosatisfaciéndose, pensaron que era demasiado.
La propaganda de la PWE no era bien recibida por todo el gobierno británico. Un ministro llegó a decir que prefería perder la guerra que utilizar esas tácticas “tan poco británicas”. Pero la propaganda continuó. Era común que se transmitiera Jazz, muy popular entre los jóvenes, pero prohibido por el régimen nazi por ser “decadente”. Se utilizaban transmisores de alto poder para que la señal llegara a su destino con fuerza, y la audiencia creyera que su fuente estaba en Alemania.
Tan auténticas eran las emisiones de la PWE, que los estadounidenses se lo creyeron. Cuando el presidente Roosevelt se enteró de la verdadera fuente, le dio un ataque de risa. Hasta donde pudieron investigar los oficiales de inteligencia después de la guerra, fue poco el efecto de la PWE. Pocos ciudadanos se atrevían a escucharla por miedo a la Gestapo. Aquellos soldados que lo hicieron, no hablaban del tema, por el mismo motivo. Solo el panfleto de los soldados extranjeros tuvo el efecto deseado. Muchos soldados escribían a sus esposas advirtiéndoles de que no se acercaran a ellos. Otros reclamaron a sus jefes, para que a su vez pasaran el mensaje al gobierno.
El régimen sí hizo algo al respecto, prohibiendo la confraternización. Eso sí, aquellos que querían arriesgarse, lo hicieron. Después de la guerra, 10 Downing Street ordenó el cierre de la PWE, y la destrucción de toda la propaganda sucia. Menos mal que “buceando” siempre algo puede encontrarse.
Por eso: Tanto en la guerra come en el amor, todo vale Nunca mejor dicho en cuestiones de propaganda, y más aún, durante los infaustos días de la Segunda Guerra Mundial.
Gentileza: Beatriz Genchi – beagenchi@hotmail.com
Museóloga – Gestora Cultural – Artista Plástica.
Puerto Madryn – Chubut.
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