Un equipo de profesionales de Gobierno realizó un abordaje integral en puestos de La Payunia, Malargüe. Además, se les realizaron controles médicos a los integrantes de las familias.
Vivir en los puestos de La Payunia, en Malargüe, en medio de una pandemia, es un desafío que también están viviendo varias familias, sobre todo los niños que no están asistiendo a la escuela.
Teniendo en cuenta esta situación, el Gobierno de Mendoza, a través de la Dirección General de Escuelas y los ministerios de Seguridad y Salud, está realizando operativos integrales en esos parajes alejados para controlar la salud, acercarles cuadernillos, útiles, libros y los bolsones de alimentos que se reparten en los colegios, en remplazo de la ración de comida que se les brindaba.
“Con el diagnóstico que nos llevamos podemos elaborar la asistencia necesaria para cada familia en estos lugares tan alejados”, comentó el comisario inspector Antonio Ibaceta, y agregó: “Si bien nos encargamos de constatar el estado de salud de los grandes y los niños, también les hemos traído la tarea para que no pierdan el ritmo de estudio hasta que pase la pandemia”.
La Payunia se encuentra en el Sur de la provincia de Mendoza, en la zona también conocida como Payún o Payén. Los puestos están alejados de la Ruta Nacional 40 y la Ruta Provincial 186, que son las principales que pasan por el lugar. Si bien la población en la zona es muy escasa, quienes viven allí están en la región con mayor densidad de volcanes del mundo. El paisaje se completa con tierras negras, de las erupciones volcánicas, paños de tierras rojas y amarillos.
“Cuando están por empezar las clases, ya tengo ahorrado de la Asignación Universal y con esa platita en marzo compro en Malargüe la ropita, el guardapolvo y los útiles”, comenta Hortencia Norma Cortez, quien vive con su esposo y sus dos hijos: un adolescente y uno de cinco años. “Las tareas las enviamos con una asistente social que se las lleva a la directora de la escuela. Justo ahora que llega el nuevo cuadernillo, mi hijo ya terminó el anterior, así que va muy bien. El problema que tenemos es que yo no tengo mucho estudio y no puedo acompañarlo. Tengo primero y segundo grado y mi hijo más grande es quien por ahí le da una mano en lo que puede a su hermano, pero él con sus seis años se las arregla solito”.
La familia de Hortencia vive de la cría y venta de chivos, terneros, vacas y corderos, como la gran mayoría de quienes están en esa zona. Tienen un auto que les permite llegar en casos de urgencia hasta Malargüe. Pero en época de clases llevan al pequeño en auto o a caballo hasta una intersección con otro camino, por donde pasa el transporte escolar que lo lleva a la escuela.
Las marcas de la piel curtida por el viento en la cara de Hortencia son el común denominador de quienes viven en la zona. También es el caso de Rubén Adolfo Espinoza, quien es el hombre mayor de 15 personas, entre adultos y niños, que viven en otro paraje de La Payunia.
En el puesto de los Espinoza hay cinco niños de distintas edades. Cada uno recibió una mochila con los útiles y los deberes. Aquí también, los hermanos mayores ayudan a los más pequeños con las tareas, mientras crían animales y se preparan para pasar el invierno.
Con el libro de Klofky en sus manos, los niños contaron que muchas de las lecciones las aprenden a través de la radio AM, a la vez que mostraban orgullosos una colección puntas de flechas y adornos que utilizaban nuestros antepasados para ornamentas. “Siempre que salimos a caminar, vamos juntando estas cositas y las guardamos”, dijo Noemí, mamá de un bebé de dos meses que llevaba en brazos, mientras sus otros hijos acomodaban los colores, los lápices para escribir, las gomas y las hojas en una caja de zapatos con el nombre de cada uno en un rótulo.
El puesto de Luis Federico Montesino está a unos 30 kilómetros en línea recta de uno de los volcanes de la zona. A pocos kilómetros viven sus padres, quienes pueden disfrutar de sus nietos en medio de un paisaje único. “Nosotros estamos bien. Cada dos meses, la Municipalidad nos trae agua y vamos a Malargüe cuando lo necesitamos”, dijo Luis, mientras mostraba orgulloso dos fotos de la familia en tamaño de pósters que cuelgan del comedor.
Debido a una antena que tienen en un cerro cercano, esta familia tiene internet y puede comunicarse vía WhatsApp con sus familiares, lo que les facilita más la realización y entrega de las tareas de los niños.
Control sanitario
La médica Noemí Rivero, quien viaja a las zonas más inhóspitas de la provincia, comentó: “Llegamos a lugares donde es imposible llegar en forma terrestre. Si bien nuestra tarea es rescate y aeroevacuación de emergencia y urgencia, también nos dedicamos a la prevención en salud y realizamos controles periódicos a las distintas familias puesteras”.
Según comentó luego del recorrido, “a quienes hemos visitado ahora están en buen estado de salud. Los niños están muy bien, con las libretas sanitarias en orden y buen estado de nutrición. Los adultos también están bien, pero de los 20 que vimos, una sola persona necesita medicación, para la hipertensión”. En estos casos, los funcionarios les marcan las medidas necesarias para el tratamiento y les explican la necesidad de acercarse a un centro médico de Malargüe para que los atiendan.
En medio de la cordillera, la médica comentó que el equipo al que pertenece está al frente del foco de la pandemia en estas zonas y agregó: “Vamos también mucho a los puestos del Norte, Lavalle y Las Heras que están más cerca de Mendoza, pero es muy difícil llegar. De todas maneras, incluso en estos casos hasta hemos podido realizar las vacunaciones correspondientes”.
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